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Columna
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Ojo con el congreso

Estamos a punto de que el Congreso se convierta en un gueto, es decir, un grupo aislado de la sociedad, con sus costumbres y sus conceptos sobre la vida

Nuevo congreso colombiano
Senadores y representantes a la Cámara sostienen fotos de victimas del conflicto armado durante la instalación del nuevo Congreso.Carlos Ortega (EFE)

El Congreso existe, tiene comisiones, muchos empleados y hace las leyes; pero la opinión pública no se los resiste. Odian a sus miembros, a sus camionetas blindadas y a sus escoltas. Los últimos episodios han desbordado la paciencia de los comentaristas. Los recientes capítulos que afectan la imagen del parlamento agravan el fenómeno.

Primero fue la elección del Contralor General de la República, es decir, el órgano de control encargado de la vigilancia de la gestión fiscal y el control del resultado de la administración. El proceso resultó tortuoso por las maquinaciones políticas. Había expectativas de que el nuevo Congreso actuara con transparencia en el escogimiento y elección del nuevo funcionario. La frustración, producto de las maquinaciones burocráticas, fue total. Los nuevos congresistas actuaron de la misma manera que sus antecesores: con idéntica manguala. Al final, todos se pusieron de acuerdo en votar por un solo candidato de una lista de más de diez aspirantes. Intervinieron, además de los electores, el Contralor saliente y el Registrador Nacional del Estado Civil, quienes no tenían por qué meter las manos en una elección que solo corresponde al Poder legislativo. Resultó tan escandaloso el contubernio que el presidente de la corporación señaló que aspiraba a que esta fuera la última vez que se escogiera a tan alto funcionario con el procedimiento actual.

Después vino la elección del nuevo Consejo Nacional Electoral, que tiene a su cargo la organización de las elecciones, su dirección y vigilancia. Su composición derivó en otro escándalo. Todos los elegidos son fichas de los partidos. Uno de sus integrantes está llamado a juicio por presunto soborno a testigos. Otro fue investigado por un presunto homicidio, pero su caso fue archivado. También hay una consejera cuyo esposo está indagado por presuntos nexos con parapolítica. Los demás miembros fueron sugeridos por el defensor del Pueblo y por el registrador. Los especialistas en el tema despotricaron con su elección y pidieron una reforma constitucional para cambiar su conformación por una corte independiente.

El más reciente alboroto tiene que ver con un Senador que se presentó a altas horas de la noche, completamente ebrio, a un hotel en Cartagena con una acompañante quien no pudo acreditar su identificación, por lo que no se pudo autorizar su ingreso. El senador montó en cólera al ser retirado por la policía, lo que originó un forcejeo con gritos de difamación a las autoridades. “Asesino”, alcanzó a vociferar. El congresista reconoció que tenía un problema de alcoholismo severo y pidió perdón. Solicitó una licencia no remunerada de quince días para tratamiento. Pero claro, eso no es suficiente. Julio Sánchez Cristo, el periodista de radio más escuchado, le manifestó que eso no era suficiente. Que renunciara a algo. Si no a la curul a alguno de sus beneficios.

Estamos, pues, a punto de que el Congreso se convierta en un gueto, es decir un grupo aislado de la sociedad, con sus costumbres y sus conceptos sobre la vida. Como los medios de comunicación los critican se sienten perseguidos.

El congresista tiene la ventaja de ser elegido por el pueblo. Es una minoría selecta, pero el mundo exterior es muy exigente con el comportamiento de sus representantes y si estos se comportan mal como es el caso, las cosas se complican más.

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Los parlamentarios se defienden creando su propia “tabla de valores” pero su vigencia es cerrada. Lo que para ellos está bien, para el resto de los mortales está mal.

Se habla de reducir sus ingresos, de cambiar sus periodos de vacaciones y de trabajar de lunes a viernes con los mismos horarios del resto de las personas, pero no se perfeccionan. Todo ello es lo que puede convertirlo en un grupo aislado.

Democracia sin Congreso no vale.

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