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La propiedad de la tierra rural, otro espejo de la desigualdad entre hombres y mujeres en Colombia

Solo tres de cada diez propietarios en el campo son mujeres. Reducir la brecha se proyecta como uno de los retos de la reforma agraria

Una campesina de Lérida, en el departamento de Tolima, Colombia, cultiva arroz. En este pueblo, las mujeres trabajan en el campo de lunes a viernes y visitan a sus familias en los fines de semana.
Una campesina de Lérida, en el departamento de Tolima, Colombia, cultiva arroz. En este pueblo, las mujeres trabajan en el campo de lunes a viernes y visitan a sus familias en los fines de semana.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)

Antes de que la luz del día se asome, María Cristina Criollo se levanta desafiando el frío de la madrugada en Suesca, un municipio ubicado a una hora de Bogotá. El verde de las hortalizas, sembradas por sus manos, resalta entre las montañas de esta región del centro de Colombia. Empezando la jornada, la mujer de 54 años, cubierta con saco de lana, sombrero y botas de caucho, ordeña las vacas, alimenta a las gallinas y supervisa los cultivos que ofrecen sustento a su familia. Junto a su hija, Claudia Díaz, lidera una asociación de mujeres que viven del campo. Son de las pocas propietarias de tierra rural en el país.

En Colombia, donde el 48,1% de la población rural son mujeres, cerca del 64% de los dueños únicos de predios en estas zonas son hombres, según un análisis del Departamento Nacional de Estadísticas, DANE. La tenencia de la tierra, una de las causas estructurales del conflicto armado, también es reflejo de inequidad. “Históricamente, las mujeres hemos sido relegadas a la esfera privada de los hogares. Esto causa, por ejemplo, que las herencias sean patriarcales. Ha existido una preferencia hacia el dominio masculino en las decisiones”, explica la demógrafa Andrea Marín, una de las autoras del estudio.

La información, que muestra un contexto similar al del resto de América Latina, se obtuvo tras un cruce de datos entre el catastro tradicional y el censo nacional de población, sumado a un algoritmo de predicción del sexo basado en los nombres de los dueños. Antes de esta integración estadística, no existía la perspectiva de género en las cifras sobre titularidad rural. Cuando es compartida, predomina la posesión dividida entre ambos sexos.

El análisis también confirma la concentración de la tierra. El 1% de los predios mayores a 200 hectáreas está en manos del 1,04% de propietarios. Las mujeres no solo tienen menos propiedades, sino que poseen áreas más pequeñas. “Esto implica una menor posibilidad de generar una renta económica. El tamaño de las propiedades va ligado a una menor producción agropecuaria”, agrega Marín.

La representante de ONU Mujeres en Colombia, Bibiana Aído Almagro, advierte que este panorama expone más a las mujeres rurales a situaciones de vulnerabilidad. “Esto claramente tiene que cambiar si queremos avanzar en el empoderamiento económico”, afirma. Faltan ocho años para lograr el objetivo de alcanzar la igualdad entre géneros y empoderar a mujeres y niñas. “Hay un llamado a acelerar las acciones para el cierre de brechas y garantizar la plena autonomía económica, incluyendo su acceso a la propiedad y el control de la tierra”, añade Aído.

Desafío en la reforma agraria

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Las campesinas, así como las indígenas y afrodescendientes, “están en la parte más baja de la pirámide social, en desventaja no solo frente a los hombres, sino a la mujer urbana”, reconoce la ministra de agricultura, Cecilia López, en conversación con EL PAÍS. A nivel nacional, las mujeres dedican cerca de ocho horas diarias a labores de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado frente a tres de los hombres. En el campo es aún más complejo. Además de cocinar, lavar la ropa, limpiar la casa y cuidar a personas del hogar, en algunos casos tienen que cargar agua o leña por falta de acceso a servicios como acueducto y gas.

La reforma agraria, una prioridad en la agenda del presidente Gustavo Petro, “tiene que poner a las mujeres en primera escala y donde se vaya titulando tierras hay que llegar con un paquete de apoyo que incluya lo que necesitan, como acceso a crédito y transferencias tecnológicas”, dice la ministra López. Admite que la política pública se debe complementar con una reducción del trabajo de cuidado. “Si les das tierra y no las descargas de esa responsabilidad, el resultado sería una carga exagerada”, señala.

Por su parte, la socióloga e investigadora experta en género y tierra, Susana Lastarria-Cornhiel, recalca que “en la mayoría de países latinoamericanos las normas han sido modificadas para eliminar la desigualdad. Sin embargo, las prácticas en cuanto a la transferencia de la tierra y la propiedad real siguen siendo fuertemente influenciadas por normas y valores culturales patriarcales”. Si bien algunas leyes en Colombia han incorporado decisiones a favor de las mujeres rurales, “estas normas culturales se encuentran no solo en las relaciones familiares y comunitarias, si no también en las instituciones que interpretan las leyes. Con frecuencia, es en la ejecución de programas donde el objetivo de la igualdad de género no se observa”, enfatiza.

La Unidad de Planificación Rural Agropecuaria calcula que en Colombia solo se aprovecha el 18% de los 39,6 millones de hectáreas con potencial agrícola. En el objetivo bandera del nuevo gobierno de recuperar la soberanía alimentaria, sumará la experiencia femenina. “Las mujeres sabemos bien sobre la importancia de la salud y el cuidado del medio ambiente”, destaca Claudia Díaz. Cada fin de semana, venden los alimentos orgánicos que cosechan en mercados campesinos o empleando la tecnología. “Los piden por whatsapp y los llevamos hasta la puerta de la casa”, cuenta.

Como dice la cantautora irlandesa criada en Colombia, Katie James, aunque a veces no se perciba, lo que se cultiva va del azadón al cucharón. “Pa’ qué va usted querer saber sobre el arado, si allí en la esquina lo encuentra Toitico bien empacao”, cuestiona en una popular canción sobre la cadena poco reconocida que empieza en manos como las de las mujeres que trabajan la tierra en Suesca (Cundinamarca).

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