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De Comala a Macondo: los lazos que unen la literatura de México y Colombia

El escritor Juan Camilo Rincón habla de su libro, ‘Colombia y México, entre la sangre y la palabra’. Asegura que el fotógrafo Leo Matiz es el puente entre un lado y otro, el que abre la puerta y toma la foto de esa hermandad

Catalina Oquendo
Juan Camilo Rincón
El escritor Juan Camilo Rincón, en la biblioteca de su apartamento, en el occidente de Bogotá. 19 de abril de 2022.Juan Carlos Zapata (EL PAÍS)

Para el colombiano Juan Camilo Rincón los libros son objetos sagrados. En los estantes de su biblioteca, que se extiende por varias habitaciones, hay libros protegidos por bolsas transparentes, y clasificados por firmas y cercanía de sus autores al corazón de este periodista e investigador literario. Las historias detrás de las palabras y cómo estas hermanan países hacen parte de su obsesión y son la esencia de Colombia y México: entre la sangre y la palabra, su última obra, sobre esas conexiones literarias.

“Se trata de la sangre como fuerza poderosa y vital de lo que hacemos; como herencia que circula y se instala para recordarnos quiénes somos. La palabra es otra potencia, impulso humano, corriente y flujo que transmite y lleva, también enérgica las memorias de lo que fuimos para crear lo que seremos”, escribe Rincón. El libro es fruto de la beca de investigación del Ministerio de Cultura de Colombia y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) de México. Pero es también un homenaje a la literatura, a la música y al cine que llegó a Colombia. “México nos enseñó a pedir perdón, a llevar las penas, a no morir por ellas”.

Pregunta. Ya había escrito sobre Jorge Luis Borges y Colombia. ¿Por qué se adentra en las relaciones con México?

Respuesta. Primero fue algo personal, el recuerdo de mi padre quien, en Arboledas, un pueblo en Norte de Santander en el oriente de Colombia, veía películas de la época de oro del cine mexicano, además de la música de Pedro Infante y María Félix. Más tarde, la música maravillosa de Juan Gabriel y Rocío Dúrcal, que es española, pero que acá llegó con su estilo más mexicano. Después, el rock, Caifanes, Aterciopelados. Sin embargo, cuando de niño descubrí que Cien 100 años de Soledad había sido escrito en México dije ‘acá hay algo’. Quería sacar un texto pequeño, una crónica, pero cuando me adentré en el trabajo de Álvaro Mutis y luego supe que Porfirio Barba Jacob fue importante para jóvenes mexicanos de los años 30 dije: ‘acá hay algo más bello y profundamente escondido. Hay que aprovecharlo’.

P. Investiga archivos durante años. ¿Qué historia sorprendente encuentra de esa conexión?

R. El libro consta de entrevistas, material privado y público, archivos maravillosos de un lado y del otro, además de cartas y dedicatorias entre escritores. Entre los archivos encontré una historia bellísima. Resulta que cuando José Vasconcelos estuvo en Colombia en los años 40 posó en una publicidad de una cervecera, en ella se ve al mexicano sosteniendo un vaso de cerveza. Debajo, una nota de su puño y letra: “He encontrado en Colombia una cerveza tan buena como las mejores de México: la Bavaria”, decía. Fue invitado por el expresidente colombiano Eduardo Santos y viajó a Barranquilla, recorrió el río Magdalena en hidroplano, estuvo en Medellín y llegó en tren a Bogotá para dar conferencias. Encontré mucha información como esa que mostraba cómo ese tipo de imágenes, entrevistas e intercambios empezaban a aparecer entre los escritores de ambos países.

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El escritor colombiano y premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez
El escritor colombiano y premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez posa para una sesión de retratos en París, el 11 de septiembre de 1990.Ulf Andersen (Getty Images)

P. El libro rastrea las “gestas que hermanan a los dos países” durante varios siglos. ¿En qué momento comienza esa conexión?

R. En la época de la colonia encontré un colombiano loquísimo, su nombre era Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla, que se enamoró tan profundamente de la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz que le escribía cartas y poemas y viajó a conocerla antes de saber que la religiosa había fallecido. No alcanzó a entregarle el libro que le dedicaba. Él es uno de los primeros rastros de la relación literaria entre el virreinato de la Nueva Granada y el de Nueva España.

P. Pero también habla de la visita del hijo del emperador mexicano a la Gran Colombia y de un general que hizo recorrido de honor a una pierna que perdió.

R. México y Colombia se hermanaron en la lucha, de la que Alexander von Humboldt tuvo una premonición en sus primeras visitas. Luego, Simón Bolívar y Agustín Iturbide revelaron en un cruce de cartas una amistad que permitió que el hijo del emperador mexicano visitara la Gran Colombia. En otro de sus textos, evidenciaron las profundas raíces que vinculaban a los dos países. Durante la época de la Independencia hay otros encuentros muy interesantes. Es el caso del general mexicano Antonio López de Santa Anna, quien ocupó once veces la presidencia de su país y fue conocido por sus extravagancias. Colombia fue uno de los pocos países que le ofreció asilo. Terminó en Turbaco (municipio cercano a Cartagena) y restauró la iglesia del pueblo y se hizo un mausoleo, aunque volvió a su tierra natal, donde falleció.

P. Dice que ambos países hicieron una búsqueda de identidad paralela.

R. En 1900 ambos países tratan de definir qué es eso de ser colombiano, qué es ser mexicano. Y es cuando encontramos cartas de intelectuales de uno y otro lado. Vasconcelos le manda una carta a Germán Arciniegas para las juventudes de Colombia para que hablemos sobre cómo podemos definirnos; Carlos Pellicer que hizo un poema maravilloso a la Plaza de Bolívar de Bogotá (en sus últimos años de vida recibía visitas vistiendo una ruana boyacense); o Porfirio Barba Jacob yendo a México después de la Revolución y armando esos hermosos periódicos que al final terminan generando unas relaciones muy grandes con intelectuales, entre ellos con un muy joven Alfonso Reyes. Esos pueden ser los inicios.

P. ¿Qué pasó en la época del milagro mexicano? ¿Cómo se ubica a los colombianos en ese estallido cultural?

R. Después de la Guerra Civil española, México recibe una primera oleada fuerte de artistas e intelectuales, como Luis Buñuel y León Felipe. Esa apertura hace que empiecen a llegar más personas. Así aterriza también el fotógrafo colombiano Leo Matiz.

P. Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis son los más conocidos, pero sostiene que hay otro personaje clave en la hermandad artística de Colombia y México.

R. Leo Matiz es el puente entre un lado y otro, es el que abre la puerta a toda esa gente que viene de la década de los 60. Leo Matiz es quien toma la foto de lo que es Comala y Macondo.

El fotógrafo colombiano, Leo Matiz.
El fotógrafo colombiano, Leo Matiz.Fundación Leo Matiz

P. ¿Qué rol jugaron Álvaro Mutis, Gabo, Fernando Vallejo?

R. Álvaro Mutis es el amigo que conecta todo. Gabo es el que crea la gran obra de la descripción de la cotidianidad en un país extranjero, pero también es él que abre las puertas al salto universal de esa relación. Vallejo es el que hace la gran investigación sobre Porfirio Barba Jacob y quien ha sostenido la relación literaria México Colombia durante varias décadas de final de siglo.

P. Dice que son hermanos que se nutren y crecen juntos. ¿Qué ganó cada país de esa hermandad?

R. Es una relación de hermandad, pero también competencia, y esa competencia ayuda a crear. La conversación entre ambos países sirvió para generar ciertos géneros artísticos, productos culturales, literarios. Entonces depende de la época, pero lo que sí es esencial es que sí los ayudó a construirse al lado. México tuvo una apertura muchísimo más grande, pues permitió que mucha más gente llegara; venir a Colombia en la década de los 50, en barco, hacer recorrido por el río Magdalena, eso hacía que estuviéramos más separados, pero sí hubo un contacto muy grande con el grupo pequeño cultural que existía en ese momento.

P. ¿Cuál es la vitalidad de esa relación literaria hoy?

R. Sigue totalmente vigente. Es distinta, pero es una relación que antes que morir lo que hace es transformarse. Lo que antes era la novela negra, ahora son las nuevas formas de conversación, los nuevos espacios dentro de los géneros, géneros dentro del género. Hay gente como Vanessa Londoño que es una colombiana que hace una gran producción literaria, joven, muy chévere, o el trabajo de Emiliano Monge, y lo que él plantea sobre la diáspora, que es algo muy colombiano también.

P. Dice que las revistas fueron centrales en esta hermandad

R. En la década de los 50 las revistas eran los centros culturales más grandes que había. Los periódicos eran muy fuertes, pero tenían un gran sentido local. Las revistas eran las que trataban de ver hacia afuera. Octavio Paz y Carlos Fuentes empiezan a mandar sus obras a publicaciones latinoamericanas. Mito, en Colombia, fue una de ellas. También Sur, en Argentina; Orígenes, en Cuba y en México. En Mito aparecieron las crónicas internacionales de Carlos Fuentes. Entonces antes de que él y García Márquez se conocieran en México ya se habían leído en revistas. Eso fue esencial. Autores como Juan Rulfo, Julio Cortázar o la Generación del 27 se difundieron a través de estas separatas.

El escritor mexicano Octavio Paz, en su casa.
El escritor mexicano Octavio Paz, en su casa.Sergio Dorantes (Sygma via Getty Images)

P: ¿Qué papel jugaron las mujeres en esa conexión?

R. Es supremamente importante, pero hay que investigarlo en profundidad, porque desgraciadamente la literatura latinoamericana es machista. Las presentaban como si fueran las “cuidadoras” de los escritores, no las veían como autoras sino como periodistas y ellas se tenían que abrir espacio por los huequitos. Al poner como centro de investigación en mi libro, en las entrevistas a Elena Poniatowska o a Margo Glantz, trato de hacer contrapeso a eso, que ellas dieran voz a las escritoras de esta hermandad. Recordar, por ejemplo, a Rosario Castellanos o Fanny Buitrago. De esta última Juan Rulfo, creyendo que la elogiaba, dijo que “escribía como hombre”.

P. Recordando a Octavio Paz, dice que la relación de Colombia y México es como un árbol de sangre. ¿Es la historia de violencia algo que también ha unido a estos países?

R: Claro. “La relación entre Colombia y México es como un árbol de sangre pies. Como árbol de sangre el hombre siente, piensa, florece y da frutos insólitos: palabras/ se enlazan lo sentido y lo pensado/ tocamos las ideas: son cuerpos y son números”, parafraseando a Paz. Cuando hablo de sangre es de la sangre derramada, pero también la sangre que une nuestro mestizaje, que nos define, que viene de padres, abuelos e hijos y va formando una nación. Ahora, nosotros compartimos no solo la lucha por la tierra, sino también la injusticia, el narcotráfico y la corrupción. Todo eso está presente en la literatura.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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