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"Todas contra la pared. Os vamos a hacer la prueba de virginidad"

Un oficial del Ejército egipcio reconoce que se examinó a manifestantes detenidas para saber si tenían relaciones sexuales

"Todas de pie, contra la pared. Os vamos a hacer la prueba. En esta mano tengo un palo y en esta una pluma; por las buenas o por las malas os vais a hacer la prueba". Salwa Hosseini tarda casi media hora en poder hablar de esa prueba. Da rodeos. Habla de la revolución egipcia, de Tahrir, cuenta que es peluquera y que se ha quedado sin trabajo, que tiene 20 años, que la detuvieron el 9 de marzo, la electrocutaron, la llamaron "puta". Lo que más le dolió, dice, fueron los insultos: "Más que me pegaran".

Cuando al fin habla de lo que ocurrió al salir de aquella celda, cuenta la historia entre sollozos, como un chorro que no puede parar hasta agotarse. La prueba. Un test de virginidad en una cárcel a manos de un médico, en medio de un corredor, rodeada de soldados. Ella y otras ocho mujeres egipcias. "Nos amenazaron con acusarnos de ser prostitutas", afirma. Las nueve que reconocieron haber tenido relaciones sexuales fueron dejadas aparte. "Me puse a gritar como una loca, estaba histérica, no quería que me tocaran. El médico se asustó, pero el oficial al mando le ordenó que hiciera su trabajo", relata.

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Una denuncia de Amnistía Internacional a finales de marzo alertaba de lo ocurrido a las chicas. Entonces un militar egipcio, Iman Amr, negó todas las acusaciones, pero ayer un oficial de alto rango revelaba a CNN, bajo condición de anonimato, la veracidad de la acusación. Al parecer los controles de virginidad se hicieron para que las mujeres no pudieran decir después que habían sido violadas por las autoridades egipcias. "No queríamos que dijeran que habían sido asaltadas sexualmente o violadas, queríamos demostrar que no eran vírgenes desde el principio", dijo el general. "Ninguna de ellas lo era", argumentó el militar. "Las chicas que fueron detenidas no eran como su hija o la mía. Eran las chicas que habían acampado en tiendas de campaña con los hombres que se manifestaron en la plaza de Tahrir". Este reconocimiento es para Amnistía Internacional "una justificación totalmente perversa de una forma degradante de abuso". En su opinión, las mujeres fueron sometidas a "nada inferior a cualquier tortura".

A estas alturas nadie duda de que la revolución egipcia lleva dos marchas: una, la de las reformas políticas y la carrera electoral que el Ejército, que gobierna desde la caída de Hosni Mubarak, se esfuerza por completar lo antes posible; y otra, la de los derechos humanos y las libertades que siguen siendo vulnerados a diario por esos mismos generales. El 9 de marzo los militares mostraros sus cartas. Aquel día, a punto de cumplirse un mes de la caída de Mubarak, que dejó el poder el 11 de febrero, los últimos de Tahrir, los restos del campamento que ganó el pulso al faraón, fueran violentamente desalojados, golpeados y detenidos por la policía militar. No solo ellos, casi cualquiera que pasara por allí en ese momento corrió el riesgo de ser detenido.

Entre las casi 200 personas que acabaron aquel día en los sótanos del Museo de El Cairo, donde el cuerpo policial del Ejército tuvo sus oficinas durante y después de la revuelta, hubo 18 mujeres. Hubo palos para todos, pero a 17 de ellas les esperaba aún otra humillación: la de probar su inocencia con la comprobación de que su himen permanecía intacto.

Dos días después fueron llevadas ante un tribunal militar y para el 13 de marzo ya estaban en libertad con cargos de conducta desordenada, destrucción de la propiedad y tenencia de armas. Salwa no puede contener su impotencia. Poco le importan los cargos cuando piensa en cómo los soldados "miraban y hacían fotos de las mujeres desnudas".

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