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"No se puede luchar con las manos desnudas"

Varios ciudadanos libios y trabajadores españoles que viven Trípoli nos cuentan que ha sucedido hoy en la capital

"Trípoli es una gran colmena donde se distribuyen 'las mieles' y las abejas preparan su aguijón". Así es como ha descrito hoy la situación en la capital libia M.D., un ingeniero informático de 43 años que vive en Hai-Andulas -a 25 kilómetros de Trípoli-, con su mujer y dos hijos, de 4 y 7 años. "Anoche no oímos disparos, pero esta calma me inquieta", contaba a las 13.00 -hora española-, justo cuando la radio de Bengasi anunciaba que las tropas del régimen de Gadafi ponían en marcha para luchar en la franja comprendida entre Musrata y Sirte, que forman parte de la 'Libia liberada'.

"Sirte es un enclave estratégico por su aeropuerto, pero la verdadera obsesión de Muamar el Gadafi es recuperar Musrata a toda costa. Allí se encuentra Mesfat Alzawia, una de las explotaciones de petróleo más importantes del país. No puede permitir que los manifestantes controlen el 'oro negro'. Ha sido su moneda de cambio para ganarse el favor de la comunidad internacional", señala A. A, una dentista de 30 años que vive en Gergaresh -localidad costera a 20 minutos en coche del centro de Trípoli-. M.D. apoya esta teoría desde Hai-Andulas: "Nunca se había hablado de los crímenes del régimen porque Gadafi reprimía a los opositores con dureza, los cercanos al régimen se vendieron por tierras que les cedió y los gobernantes de todo el mundo quería asegurarse el suministro de petróleo y gas".

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A las 14.30 -hora española-, la alarma se extendía a Zauiya, según informaba Al Arabiya. Adel Abdelmola, uno de los libios que se manifestaron este jueves en la plaza Sant Jaume de Barcelona en apoyo a su pueblo, tiene a toda su familia viviendo en esta localidad donde el miércoles habían muerto ya 60 personas. Habló con los suyos por última vez a primera hora de la mañana y le contaron que les habían cortado la luz. Cansados de la situación, el hermano y el padre de Abdelmola han decidido salir a la calle a plantarle cara a la milicia. "Espero que ésta sea la última noche en el poder de ese tirano. Lo queremos fuera de Libia. En África, en Rusia o donde quiera, pero que se vaya y nos deje en libertad. Queremos ser libres", reclama con rabia este libio emigrado.

A.A., la dentista de Gergaresh, tiene dos hermanos. Uno está viviendo en su domicilio, junto con su mujer y dos hijos, desde que comenzaron las revueltas. La otra reside en Fashloom, un distrito de Trípoli donde han muerto al menos 233 personas según las cifras que maneja Human Rights Watch. "Esto ha sido la guerra. Las tropas de Gadafi disparaban a cualquiera que se moviera, incluso a quienes recogían los cadáveres", relata angustiada esta familiar en una conversación por Internet. Sus hijos se han dormido noche tras noche escuchando explosiones, sonido de sirenas y lemas de los manifestantes como "la sangre de los libios no es gratis", "solo traíste a la milicia, matarnos es lo que necesitas" y "el pueblo acabará con el sistema".

A pocos kilómetros de allí, el corazón de Trípoli respiraba calma esta mañana. O.B., un español que continúa trabajando en la capital libia, contestaba a las 17.00 -hora española- a la llamada de EL PAÍS mientras caminaba por las calles desiertas."Vivo con una amiga en un barrio residencial de las afueras y aquí no hemos visto disturbios". @AliTweel, uno de los twitteros que están informando más activamente sobre las revueltas en las redes sociales, reflejaba esa misma sensación en un mensaje que colgó en su muro a las 13.50 -hora española-: "Hace menos de una hora que acabo de visitar la calle Jraba de Trípoli. La gente está ocupándose de sus asuntos; algunas panaderías están abiertas y bastante concurridas". Pero no sucede lo mismo en todas partes. "Trípoli es una ciudad muy grande y la incomunicación de estos días hace que no sepas muy bien que sucede en otros barrios. Nuestra zona es tranquila. Los extranjeros estamos protegidos, es una cuestión política, pero te puede la presión psicológica", señala O.B., que ha decidido permanecer en Libia por motivos laborales. "No entiendo como la comunidad internacional puede permitir que disparen a gente desarmada. Nos estamos limitando a evacuar a los nuestros y cerramos los ojos ante la masacre. Yo mismo he tenido miedo. Esta semana he visto como le pegaban una paliza brutal a un manifestante, tenía la cámara encima y no he sido capaz de sacarla. En ese momento solo podía pensar en que las milicias de Gadafi disparan antes de preguntar", reconoce. "El régimen está acabado, pero no se puede luchar con las manos desnudas", opina el español. O.B. piensa que Gadafi será derrocado cuando los rebeldes consigan armas y luchen "en igualdad de condiciones". "Están dispuestos a morir antes que vivir sin libertad", sentencia.

Al Yazira informaba a las 19.00 -hora española- de que en la Libia dominada por Gadafi empiezan a escasear los víveres y los medicamentos. Samir Ahmad (35 años), agente comercial de una marmolería en Barcelona, también tiene a sus madres y sus hermanos en Trípoli. El comercial libio recibió ayer noticias de su madre, que le cuenta como sobreviven en la escasez: "Me ha dicho que están bien, pero sólo les queda comida para una semana. Después de eso, no saben que pasará", relata con tristeza. Las tiendas están desabastecidas y la población confía en que la ayuda humanitaria que comienza a llegar palie su falta de recursos.

A las 21.00 -hora española-, A.A. acaba de recibir la llamada de una amiga que trabaja como doctora en el hospital de Alkhadra. Le pide que acuda como enfemera voluntaria, ya que las auxiliares europeas han sido evacuadas y los pacientes están desatendidos. "No sólo les falta personal. Los centros médicos también están racionando sus recursos como pueden. Mi madre está siguiendo un tratamiento contra el cáncer y lleva una semana sin recibir la inyección que necesita", cuenta la propia dentista de Gergaresh.

Sin embargo, en la otra Libia, en la 'Libia liberada' la situación es completamente diferente. Omar, un médico libio de 24 años que trabaja en Bengasi, cuenta que allí vuelve a tener "de todo" en las tiendas y que la gente pasea tranquila. El doctor libanes recuerda que mientras que duró la represión en Bengasi, los soldados destruían las bolsas de sangre y les faltaba material para atender a los heridos: "Fue traumático, y lo peor es que vuelve a repetirse en la capital".

En esa misma zona se encuentran las hermanas de Nana Ahmed, una saharaui que estudia secundaria en Madrid. Najat (12 años) y Babmba (17 años) están en un internado estudiando y sus monitoras les contaron esta mañana que "todo ha vuelto a la normalidad" y que mañana se reanudarán las clases.

La tranquilidad que se respira en la frontera entre Egipto y Libia contrasta con la avalancha humana que se ha deplazado hasta el paso para cruzar a Túnez intentando huir de la represión de las tropas de Gadafi.
La tranquilidad que se respira en la frontera entre Egipto y Libia contrasta con la avalancha humana que se ha deplazado hasta el paso para cruzar a Túnez intentando huir de la represión de las tropas de Gadafi.BERNARDO PÉREZ

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