Un regalo de por vida
Cuando se evita una enfermedad, los niños tienen mayores oportunidades de crecer sanos, asistir a la escuela y convertirse en miembros productivos de la sociedad
Cumplir años es un motivo de celebración para la gran mayoría de la gente. Sin embargo, para millones de niños y niñas que viven en las regiones más pobres del planeta significa mucho más y representa un verdadero acontecimiento en sus vidas. Porque los que crecen por ejemplo en alguno de los países de África subsahariana, tienen 15 veces menos posibilidades de vivir lo suficiente para festejar su quinto cumpleaños que los que lo hacen en los lugares más desarrollados del mundo.
Son numerosas las razones que explican este fenómeno pero una de las principales causas de muerte prematura en jóvenes son las enfermedades infecciosas que a menudo pueden ser totalmente evitables. El ébola, la malaria, el VIH son dolencias bastante conocidas. Sin embargo, en lo que respecta a la tasa de mortalidad infantil, la neumonía y la diarrea son las principales responsables de esos casos. En países ricos como España, este tipo de dolencias ya no suponen un riesgo tan grave de enfermedad pero, junto con el sarampión, el Haemophilus influenzae tipo b (Hi), la hepatitis B y muchas otras, continúan matando a millones de niños pobres cada año. A pesar de que existen vacunas capaces de prevenir estas y otras enfermedades mortales, a menudo son tan caras que quedan fuera del alcance de los países menos desarrollados.
Con todo, en los últimos años se han conseguido grandes avances al reducir a la mitad los casos de mortalidad infantil, que han pasado de 12,6 millones de fallecimientos al año en 1990 a 6.3 millones en la actualidad. Gran parte de este resultado se debe a una considerable mejora en la cobertura de inmunización de tal manera que hoy día ninguna intervención sanitaria es más eficaz y llega a tantos niños. Cada segundo, más de 30 dosis de vacunas se administran en alguna parte del mundo. Sin embargo, uno de cada cinco niños aún no recibe todas las básicas como es el caso de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina. Por tanto, aún nos queda mucho por hacer hasta conseguir la inmunización de rutina para todos.
Tenemos razones suficientes, como por ejemplo salvar la vida de un solo niño, para poner en marcha actuaciones urgentes. Por no mencionar la cantidad de millones que se pueden ahorrar. Pero resulta que hay además otras ventajas que van más allá de la salud. Pongamos un ejemplo. La vacunación puede mejorar a largo plazo las perspectivas educativas de un niño. Y su familia y la comunidad en general pueden beneficiarse de ello.
Todos sabemos que los niños sanos no necesitan un tratamiento médico o unos cuidados especiales que cuestan tiempo y dinero. Si se evita la enfermedad, los niños tienen mayores oportunidades de crecer sanos, asistir a la escuela y convertirse en miembros productivos de la sociedad. Mientras tanto, y en lugar de quedarse en casa cuidando de sus hijos enfermos, los padres pueden salir a trabajar y aumentar las posibilidades de ganar dinero. Así pues, en vez de incurrir en gastos médicos están incrementando sus ingresos y su capacidad para gastar. El acceso a la vacunación en definitiva repercute en el crecimiento económico.
Existen cada vez más pruebas científicas que destacan el impacto positivo que produce la inmunización de rutina en la sociedad y la economía. Se sabe, por ejemplo, que los niños vacunados no solo consiguen mejores resultados en sus estudios sino que además, al prevenir los daños que pueden causar las enfermedades infecciosas, parece que incluso aumenta su desarrollo cognitivo. Del mismo modo, también se ha demostrado que gracias a los programas de vacunación se consiguen mejoras salariales para los trabajadores de las poblaciones afectadas y que, a medida que aumenta la supervivencia infantil, las parejas desean tener menos hijos. En términos generales, las vacunas tienen también otros efectos beneficiosos. Un estudio ha puesto de manifiesto que una mejora de la expectativa de vida de cinco años se traduce en un aumento del 0,5% anual del PIB per cápita.
Esto significa que el impacto de la inmunización comienza con una simple vacuna de la que se benefician no solamente los individuos sino la economía en su conjunto. Porque, cuando hay pobreza, hay enfermedad y cuando hay riqueza, hay salud. Ayudar a los más necesitados a salir de la pobreza reduce potencialmente la dependencia de la ayuda externa y favorece la apertura de nuevos mercados.
Del impacto de la inmunización también se beneficia la economía en su conjunto. Porque, cuando hay pobreza, hay enfermedad y cuando hay riqueza, hay salud
A pesar de las evidencias, aún nos queda un largo camino por recorrer. Hemos conseguido que la inmunización de rutina esté ahora por encima del 80%. Sin embargo, como se ha visto recientemente en España con el sarampión, incluso teniendo altos índices de vacunación, es posible que algunas enfermedades aún presenten brotes. Es más, si tenemos en cuenta el número de niños inmunizados a nivel mundial con los 11 antígenos recomendados por la Organización Mundial de la Salud —difteria, tétanos, tos ferina, sarampión, rubeola, polio, tuberculosis, hepatitis B, Haemophilus influenzae (Hi), rotavirus y neumococo—, esa cifra cae por debajo del 5%.
Gavi, con el apoyo de sus socios colaboradores como la OMS y Unicef, tiene como objetivo continuar utilizando este modelo de negocio que integra a instituciones del sector público y privado para acelerar el acceso de vacunas nuevas e infrautilizadas a los niños más pobres del mundo hasta conseguir que esa cifra aumente del 5% al 50% en 2030. La misión de The Vaccine Alliance, desde su fundación en el año 2000, y con la ayuda de países donantes como España, es salvar la vida de los niños y aumentar el acceso a la vacunación de los niños en los países más pobres. Desde entonces, hemos ayudado a proteger a más de 500 millones de niños contra una serie de enfermedades mortales y prevenido cerca de siete millones de futuras muertes. Ahora, queremos redoblar nuestros esfuerzos e inmunizar a otros 300 millones entre 2016 y 2020 con lo que conseguiríamos salvar cinco o seis millones de vidas más.
Lo más importante es que los pequeños se beneficien de las ventajas de las vacunas. Si bien reducir la mortalidad representa un desafío y una razón suficiente para querer que todos los niños del planeta estén vacunados, ahora nos motiva incluso pensar que no solo estamos salvando vidas sino que, mientras tanto, estamos también ayudando a mejorar la vida de muchos otros. Así que, la próxima vez que cualquiera de ustedes celebre su cumpleaños, recuerde que no será el único que estará soplando velas ya que las vacunas están permitiendo que millones de niños pobres en todo el mundo, y al fin y al cabo también los adultos, cumplan años y tengan muchas razones para celebrarlo.
Seth Berkley es presidente de Gavi, the Vaccine Alliance
Traducción de Virginia Solans
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