Las manos que mecen los mercados
Los fondos de alto riesgo condicionan la Bolsa pese a su modesto tamaño
Confusión de confusiones. Hay títulos de libros que son una premonición. La primera obra en la que se describen las operaciones en Bolsa se denomina así y fue escrita en Amsterdam en 1688 por un español, José de la Vega. Cuando este economista judío de origen cordobés publicó su ensayo aún no se hablaba de "los mercados". Tres siglos después, y gracias a la crisis, esta expresión se ha transformado en una letanía. Se usa para describir de forma genérica y un tanto difusa a aquellos inversores que tienen la capacidad de condicionar el precio de los activos financieros. Pero, ¿quiénes forman ese ente abstracto denominado mercado?
Los actores principales son los fondos de inversión. La inversión colectiva maneja activos por valor de 18 billones de euros. El 41% de ese dinero está invertido en renta variable, el 21% en bonos y el 18% en renta fija a corto plazo (money market). Los intereses de los ahorradores anglosajones son los que priman: el 55% del dinero invertido en fondos procede de EE UU, el 32% de Europa y el 13% del resto de regiones mundiales.
Gestores como Dalio, Fink o Gross influyen mucho en las cotizaciones
La mayor gestora del mundo es Blackrock. Esta entidad maneja una suma de dinero equivalente a dos veces el PIB de España y su presidente, Laurence Fink, es uno de los hombres más influyentes (en octubre pasado le recibió el rey Juan Carlos en Zarzuela) del orbe financiero. En el área de renta fija la principal referencia es la gestora Pimco (patrimonio superior al billón de euros). Su presidente, Mohamed A. El-Erian, es columnista habitual del Financial Times y la carta mensual de su gestor estrella, Bill Gross, tiene una gran influencia en el mercado de deuda. Tras el pulso político vivido en Washington en torno al techo de deuda, Gross ha calificado a EE UU de "república bananera". Este gestor ya lanzó una puya a España el pasado año al recordar que nuestro país había suspendido pagos 13 veces en los últimos 200 años.
Tras los fondos de inversión, los siguientes protagonistas son los fondos de pensiones. Los productos de jubilación manejan casi 14 billones de euros (invertidos principalmente en renta fija). Una de las gestoras de pensiones más emblemáticas es Calpers, que gestiona el dinero de los funcionarios de California y mueve más de 200.000 millones.
Otros actores que han ganado peso en el mercado durante los últimos años son los denominados fondos soberanos. Estos vehículos de inversión creados por países ricos en materias primas o con superávit fiscal tienen una política de inversión a largo plazo y destinan su dinero tanto a deuda (pública y privada) como a renta variable. Los 15 mayores fondos soberanos manejan activos valorados en 2,5 billones de euros. Los principales fondos corresponden a Abu Dhabi, Noruega, Arabia Saudí, China, Kuwait, Singapur, Rusia y Catar. Mirados con recelo hace unos años por Occidente por su opacidad y carácter estatal, los fondos soberanos son ahora cortejados por empresarios y gobernantes debido a su abundante liquidez.
El cuarto actor del mercado es el más pequeño por tamaño pero quizás el más influyente: los hedge funds o fondos de alto riesgo. Al cierre del primer semestre de 2011 esta industria manejaba activos por valor de un billón y medio de euros, aunque el uso de apalancamiento (deuda) y derivados multiplica por varias veces su impacto real en el mercado. Las mayores gestoras hedge del mundo son la británica Man Group (50.000 millones) y la estadounidense Bridgewater (44.000 millones). El presidente de esta última, Ray Dalio, advertía recientemente que las políticas monetarias expansivas de los mayores bancos centrales "provocarán un colapso de las divisas y de los mercados de bonos" en 2013. El desarrollo de la ingeniería financiera ha puesto al servicio de los hedge funds un amplio abanico de productos que les permiten apostar por la caída de un activo. Estas estrategias suelen lograr su objetivo: causar el pánico en el resto del mercado.
En el siglo XVII no existían estos tiburones, pero el autor del primer libro bursátil parecía intuirlos. El texto es un diálogo entre un filósofo, un mercader y un accionista en el que se describe el negocio de las acciones, "su origen, su etimología, su realidad, su juego y su enredo". ¿Les suena?
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