Hama, un bastión contra el poder
El Gobierno sirio pone cerco a la ciudad de mayoría suní, que ya sufrió hace 30 años sangrientas represalias militares que causaron miles de muertos
La ciudad siria de Hama ha vuelto a convertirse en los últimos meses en uno de los focos más activos contra el presidente Bachar el Asad. Esta localidad, situada a unos 210 kilómetros al norte de Damasco, ha sido tradicionalmente un símbolo de la resistencia contra la represión del régimen.
Treinta años después de sufrir una de las oleadas de represión más sangrientas de la historia contemporánea de Oriente Próximo, su nombre está nuevamente relacionado con la violencia del Ejército sirio.
Hoy, como entonces, los aviones bombardean las calles en las afueras de la ciudad para evitar que la población escape, los tanques invaden el centro urbano y los soldados disparan de manera indiscriminada contra los civiles, según denuncian organizaciones de defensa de los derechos humanos.
"La población paga por las protestas de los ochenta", dice un analista
En la ciudad estalló en 1976 la revuelta de los Hermanos Musulmanes
Los ataques en Hama han causado al menos 200 muertos en apenas 48 horas. La mayoría de los periodistas extranjeros tienen prohibido el acceso a Siria desde el comienzo de las revueltas, el pasado mes de marzo, de manera que las informaciones sobre el número de víctimas -que hasta ahora asciende a 1.600 según Amnistía Internacional- se basa en los datos que difunden los mismos militantes de las organizaciones humanitarias.
Las fuerzas de seguridad intervinieron en Hama a finales de abril, pero los tanques se retiraron y permanecieron estacionados a la entrada de la ciudad desde la primera semana de junio. Pero los carros de combate entraron en Hama el pasado domingo sin que mediara ninguna agresión de los disidentes, según destacan los testigos.
Las motivaciones que habían llevado a El Asad a retirar sus tropas de la ciudad aún no están claras. Algunos analistas apuntan a la presión internacional. Otros hablan de razones religiosas.
En Hama, a diferencia de Homs, no existe una minoría alauí, la secta heterodoxa musulmana a la que pertenecen gran parte de los partidarios del mandatario y que domina el país desde hace cuatro décadas, pese a su escasa representación demográfica (13%).
Los enfrentamientos han suscitado temores sobre el riesgo de que estalle la violencia sectaria. La mayoría de los 700.000 habitantes de Hama son musulmanes suníes, la religión mayoritaria en el país (74%). Se considera a los cristianos (un 10% de la población) como leales al régimen. Se han registrado choques también en áreas kurdas (como Qamishli, Amuda y El Darbasiyah) y drusas.
Michel Tubiana, presidente de la Liga de los Derechos Humanos -que participa en la Red Euromediterránea de los Derechos Humanos-, ha declarado en conversación telefónica desde París que en Hama se está llevando a cabo una "brutal agresión" en contra de la población civil, "como si tuviera que pagar por lo que pasó en las protestas de los años ochenta".
En esta ciudad, una de las más conservadoras del país desde el punto de vista religioso, empezó en 1976 una rebelión de grupos islámicos liderados por los Hermanos Musulmanes.
En los enfrentamientos se mezclan factores políticos y religiosos, ya que los Hermanos Musulmanes, suníes y conservadores, han sido tradicionalmente el blanco del Baaz, el partido en el poder.
La rivalidad de esta formación política panárabe y los Hermanos Musulmanes estalló en Siria a finales de los años setenta, cuando los islamistas radicales intentaron derrocar al entonces presidente Hafez el Asad, padre del actual mandatario.
En aquellos años Idlib, provincia del noroeste fronteriza con Turquía y de mayoría suní (aunque con varias comunidades alauíes y cristianas), fue escenario de intermitentes insurrecciones islamistas que fueron reprimidas a sangre y fuego en 1980.
Dos años después, los Hermanos Musulmanes tendieron una emboscada a las fuerzas del régimen, que respondieron arrasando los viejos barrios de Hama para acabar con los opositores que se escondían ahí.
La masacre de febrero de 1982 fue dirigida personalmente por el hermano menor del presidente, Rifaat el Asad. El mandatario ordenó un bombardeo de Hama que causó entre 10.000 y 30.000 muertos (cuando la población de la ciudad alcanzaba los 350.000 habitantes) y puso fin a la presencia legal de los Hermanos Musulmanes en el país. Desde entonces, en Siria la simple pertenencia a la organización es castigada con la muerte.
Cuando en 2000 Bachar el Asad tomó el mando del país, muchos esperaron una ola de cambios en Siria. Pero la historia parece repetirse. Y como ya ocurrió en los años ochenta con Hafez el Asad y su hermano Rifaat, ahora el presidente Bachar el Asad y su hermano Maher, jefe de la Guardia Presidencial y virtual jefe del Ejército, se reparten los papeles: uno se encarga del Gobierno y el otro de la represión.
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