_
_
_
_

El Ayuntamiento comienza por fin a limpiar el poblado de El Gallinero

Las ONG logran que Medio Ambiente cumpla un compromiso de 2010

Eran las ocho de la mañana cuando el rugido de las excavadoras despertó a los habitantes de El Gallinero, la zona más degradada de la Cañada Real Galiana, uno de los asentamientos ilegales más grandes de Europa. La maquinaria y los operarios del Servicio de Limpieza Urgente del Ayuntamiento de Madrid (Selur) comenzaron entonces a mover las toneladas de basura y escombros entre los que viven alrededor de 400 familias, con cerca de 180 niños, junto a la carretera de Valencia a la altura de Rivas Vaciamadrid.

El movimiento en El Gallinero comenzó la semana pasada, cuando se desratizó el espacio en el que juegan los niños del poblado. Las reivindicaciones de las dos parroquias de la zona, Santo Domingo de la Calzada y San Carlos Borromeo, fueron escuchadas y se bañó en raticida la zona. El párroco de San Carlos, Javier Baeza, que estaba en el poblado desde primera hora, explicaba que el acuerdo con la Concejalía de Medio Ambiente "se está cumpliendo".

El Ayuntamiento ha tardado año y medio en poner en marcha la campaña
Cuando se adecentó la zona en 2008 se extrajeron 130 toneladas de basura
Más información
Versace vive entre ratas
Botella se compromete a limpiar El Gallinero
"No creo que puedan matar a todas las ratas"
1.731 toneladas de basura menos en El Gallinero
Lo que no debería existir: El Gallinero

Mónica tiene 19 años y lleva viviendo en El Gallinero desde hace cuatro y medio, cuando llegó de Portugal. Con un vientre que revela que un miembro más de la familia llegará en pocas semanas, Mónica destripa un pollo para el almuerzo en una mesa de madera a pleno sol, rodeada de estructuras de madera a punto de venirse abajo, y mientras sus hijos semidesnudos corren descalzos frente a la chabola. "Habíamos pedido a los voluntarios [de las ONG] que limpiaran esto", explica la joven, de etnia gitana y rumana de procedencia, como la mayor parte de los habitantes del poblado.

A pocos metros, tras las paredes de las casas, los cadáveres de las ratas se pudren bajo el sol del mediodía, que convierte el olor de la basura en un insoportable hedor nauseabundo. El raticida cumplió con su cometido, pero ahora los animales muertos se reparten por las calles del campamento.El reino de las ratas. Una ciudad de basura repleta de botellas, ropa, maderas medio quemadas tras ser usadas para prender fogatas. Y plástico de colores, toneladas de tubo de plástico del que recubre los cables de cobre. Ese es el paisaje que ven desde sus ventanas los moradores de El Gallinero. Lo que había bajo esas montañas -y lo que aún hay: ayer se veían ratas corriendo entre las casas- era una auténtica plaga provocada por la basura acumulada en los alrededores de las infraviviendas. Una situación que requería una actuación "urgente", según el plan aprobado en el pleno del Ayuntamiento de Madrid para dar a la zona "los servicios de salubridad, dignidad y seguridad". Esta medida se aprobó el 27 de enero de 2010. Hace ya casi un año y medio.

Ayer, los 20 operarios del Ayuntamiento que manejan la maquinaria -nueve vehículos entre excavadoras, palas y camiones- llenaban camiones enteros con la basura acumulada durante años por los habitantes del poblado. Por los lados de los vehículos colgaban los recubrimientos de plástico que protegen los cables de cobre. Algunos de los que viven en El Gallinero se dedican al robo de estos conductos, y otros recogen chatarra, como el suegro de Mónica.

Para María, una mujer de 24 años que vive en el poblado desde hace cuatro meses, las ratas son una preocupación. Tiene tres niños pequeños que corretean por las calles de tierra y ceniza, y enseña la ruta que usan las ratas para cruzar la casa por la noche mientras su familia duerme. "Está muy bien lo que está haciendo el Ayuntamiento, aquí estamos todos contentos con que nos limpien esto", explica mientras acarrea una enorme garrafa de agua. Es su ritual de cada día. Lentamente arroja el contenido de la garrafa en unas ratoneras que se reparten por los montículos que tiene a escasos metros de su casa. Es su maniobra para hacer que las ratas huyan despavoridas por las otras entradas de la madriguera. Hoy no sale ninguna. "Ahora ya da igual que eches agua, porque están muertas dentro y ya no se pueden sacar", explica. Según denunciaron los voluntarios de las parroquias de la zona, los roedores viven en los montones de basura y ya han mordido a algunos niños que habitan el poblado. Se calcula que los menores son más de 180, según un informe del Defensor del Menor.

La última vez que se limpiaron las montañas de basura infestadas de ratas fue en 2008, y se retiraron 130 toneladas de desechos. El Ayuntamiento puso contenedores a la entrada del poblado, pero la basura volvió a los montones que rodean las casas. "Nosotros lo estamos limpiando, pero exigimos el compromiso de mantenerlo limpio", ha dicho la concejal de Medio Ambiente, Ana Botella. La limpieza durará, según Botella, "los días que sean necesarios". Según el párroco de San Carlos, Javier Baeza, tardarán un mes en limpiar la zona, y lo harán solo por las mañanas, ya que hay que cortar la electricidad en el poblado para poder trabajar. Según la concejal, ahora es el turno de los voluntarios, ya que "allí hay personas que desgraciadamente no tienen una serie de hábitos" y ellos tendrán que enseñarles a "depositar los residuos en la zona habilitada". Los voluntarios se reunieron el pasado mes de mayo con Botella para exigir al Ayuntamiento que diera una solución inmediata a la situación del poblado. Ahora se limpian las calles una vez por semana y se recoge la basura de los contenedores, pero los voluntarios piden más: limpieza más continuada, letrinas y puntos de agua potable.

Mientras tanto, la vida sigue en el poblado. Las lavadoras centrifugan en el exterior de las chabolas y las ratas supervivientes atacan a aquellos que las molestan. Ellas son las que mandan en este poblado. "No creo que puedan matarlas a todas", concluye Mónica, mientras su marido pretende acabar con un roedor que intenta entrar en su casa.

Los habitantes de El Gallinero observan la entrada de las máquinas excavadoras, dispuestas a limpiar el poblado.
Los habitantes de El Gallinero observan la entrada de las máquinas excavadoras, dispuestas a limpiar el poblado.SAMUEL SÁNCHEZ
Un trabajador municipal de limpieza, rodeado de restos de cable en las inmediaciones de la zona habitada de El Gallinero.
Un trabajador municipal de limpieza, rodeado de restos de cable en las inmediaciones de la zona habitada de El Gallinero.SAMUEL SÁNCHEZ
Habitantes del poblado chabolista asisten a las tareas de limpieza.
Habitantes del poblado chabolista asisten a las tareas de limpieza.S. SÁNCHEZ
Un hombre retira restos del suelo.
Un hombre retira restos del suelo.S. SÁNCHEZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_