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Un oasis con teatro y Kaláshnikov

Desde el comienzo de la revolución, las clases en Libia han quedado suspendidas hasta nueva orden. Pero el instituto científico de Darna es un hervidero. "A cada tirano / le llega su día / y tu día, Gadafi / ya está aquí...". Los acordes del grupo rapero Fin del Silencio, capitaneado por Saad, estudiante de informática, sepultan las voces cristalinas de las niñas de la escuela coránica, al final del pasillo.

El grupo de teatro ocupa el salón de actos. Las pinturas y los collages colgados de las paredes alternan flores y frutas con misiles y cadáveres. Fue Anuar Tashani, una risueña profesora de ciencias, quien tuvo la idea de poner en marcha unos talleres de arte para ocupar a niños y jóvenes. El resultado es un inédito oasis autogestionario. "Es una explosión de libertad. Quiero que los muchachos puedan expresarse", dice Anuar. "Gadafi nos privó de tantas cosas...".

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La yihad de los rebeldes libios

En las afueras de la ciudad, la gran escuela secundaria también está abierta. Se ha convertido en un cuartel donde medio millar de voluntarios reciben tres horas diarias de entrenamiento. Los instructores son militares profesionales. Los seis cuarteles de la región se han unido a las filas revolucionarias.

Bajo un sol inclemente, varias decenas de reclutas -muchos en chancletas- desfilan con éxito desigual. Los demás, sentados en el patio, atienden a los esforzados monitores, que les explican el funcionamiento del armamento disponible: un RPG, siete fusiles Kaláshnikov y dos viejas baterías antiaéreas de fabricación soviética. Apenas llevan una semana, pero el general Abdulá asegura que ya están listos. "En cuanto consigamos las armas, irán al frente".

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