"Nuestro edificio ha matado a dos personas"
El terremoto se cebó con tres barrios populares
La plaza de España de Lorca, un bello rectángulo barroco presidido por el Ayuntamiento y la Colegiata de San Patricio, se convirtió en la tarde de ayer en el centro neurálgico de la ciudad y en punto de encuentro de los vecinos que habitan en la zona cero del seísmo, un triángulo, o más bien un eje, imaginario cuyos extremos serían los barrios de La Viña, de San Cristóbal y de San Diego, y a lo largo del cual se hallan los peores daños. Al caer la tarde, unos 200 residentes guardaban cola ante una carpa habilitada por el Ayuntamiento para que los vecinos hagan constar los daños en sus viviendas.
Al noreste de la plaza, en torno a la avenida de Europa, se hallan los barrios de San Cristóbal y de San Diego, severamente castigados por la tragedia. "Nuestro edificio ha matado a dos personas", contaba por teléfono Juan Oliver, de 68 años, a un amigo de su hijo. El pretil de la cornisa de su edificio, en la calle de Navarra, se desprendió por dos de sus tres lados con el segundo temblor. Los cascotes cayeron encima de la hostelera Juana Canales y de un hombre aún sin identificar. Ambos murieron en el acto. Con una serenidad trapense, Oliver, que accedió a su domicilio para coger un paraguas, cuenta que tuvo que saltar sobre un coche para evitar la cornisa, mientras su hijo Domingo, de 41 años, salvó la vida por milésimas, ya que accedió al portal antes del derrumbe. La familia entera y unos vecinos pasaron la noche en casa del hijo en una pedanía cercana. Los tendederos evitaron que el resto del lienzo de cornisa se precipitara sobre la acera y matara a más personas.
Los vecinos vuelven con miedo a las casas para recoger los enseres
Norma Isabel Grande, ecuatoriana; su marido y sus tres hijos, de 15, 13 y dos años, que viven en la misma calle, tuvieron que pasar la noche en su Opel Elegant. "El terremoto fue como la explosión de una bomba. Nos metimos todos bajo la mesa". La hija mayor, María Celeste, sufrió rasguños en una pierna.
A unos tres kilómetros al suroeste de la plaza Mayor de Lorca se encuentra el barrio de la Viña. A medida que el caminante se acerca a esta zona, poblada mayoritariamente por inmigrantes ecuatorianos y marroquíes, los daños se van haciendo más evidentes. Primero, la veleta torcida de la parroquia de San Francisco; más adelante, la iglesia del Carmen desposeída del ángel que la presidía, cada vez más y más cascotes en el suelo... En la confluencia de la carretera de Granada y la calle del Infante don Juan Manuel, donde murió aplastada una mujer, decenas de vecinos permanecían a última hora sin ánimo para volver a sus casas. Seguramente pasarán su segunda noche en blanco.
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