Los terremotos paradójicos
El tipo de suelo y un hipocentro superficial multiplicaron el efecto destructivo - Los expertos señalan que seísmos de mayor magnitud no dejaron víctimas
En Murcia están acostumbrados a los terremotos. Lorca es, además, la zona de España junto a Granada con riesgo de sufrir seísmos de mayor intensidad. Los murcianos lo saben. Los constructores que levantan edificios en la región también, porque están obligados (como en todas las zonas de peligrosidad sísmica) a construir cumpliendo las llamadas normas sismorresistentes (2002), que no se exigen en otras partes del país. Pero el terremoto del miércoles fue paradójico. Con 5,2 grados, no fue, ni de lejos, el de mayor magnitud registrado en España -ha habido terremotos de 7 grados sin víctimas mortales-, pero sí uno de los más destructivos. EL PAÍS preguntó a una decena de expertos por qué.
- Hipocentro muy superficial y muy focalizado. Los técnicos consultados coinciden en que uno de los factores que más ha influido en la peligrosidad del terremoto es que se ha producido a muy poca profundidad. "Según el protocolo, los terremotos son peligrosos a partir de una magnitud de 5,5. Con la intensidad que ha tenido este no eran esperables los daños que ha causado. El 28 de febrero de 1969 se produjo en el Cabo de San Vicente uno de 7,8 en la escala de Richter que causó 19 muertos y en 1964 otro en Durcal (Granada), de 7 sin víctimas", explica Alberto Sereno, director general del Instituto Geográfico Nacional (IGN). "En este caso, como en Alborote en 1956, con una magnitud de 5 y 11 muertos, el terremoto se produjo a un nivel muy superficial y estuvo focalizadísimo".
El terremoto generó una aceleración enorme del terreno de la ciudad, la mayor en España desde que en 1984 el IGN instaló los primeros medidores. La máquina que el Instituto tiene en Lorca midió una aceleración pico de hasta 0,367 g (cada g es la aceleración de la gravedad, 9,8 metros / segundo2). Para dar idea -aunque la comparación no es precisa, porque hay que aplicar factores de conversión que reducen la aceleración pico-, la norma de construcción en Lorca obliga a que los edificios resistan una aceleración de 0,12 g, tres veces menor.
Juan Manuel Alcalde, responsable de la red de acelerógrafos en Murcia, explicó ayer en Lorca que en el primer terremoto, de magnitud 4,8, se midió una aceleración máxima de 0,275 g en la componente norte. En el segundo, el de 5,2, ese valor alcanzó hasta 0,367. Por suerte para los científicos, el acelerógrafo del IGN está situado en el centro de Lorca, en la antigua cárcel. A pocos kilómetros, en Alhama de Murcia, el acelerógrafo más próximo midió una aceleración del terreno de 0,012 g, 30 veces menos que en Lorca, según Emilio Carreño, director de la Red Sísmica Nacional. Eso ayuda a explicar por qué los daños están tan concentrados en Lorca, con sus calles jalonadas de cascotes, mientras poblaciones cercanas notaron el temblor pero sin grandes desperfectos.
- El suelo, blando y de tipo aluvión amplificó las ondas. Luis Suárez, presidente del Colegio Oficial de Geólogos, comparte la opinión de que la superficialidad del terremoto y su proximidad a núcleos de población fue fundamental, y añade el tipo de suelo de la zona. Explica que Lorca se encuentra sobre un valle donde predominan los terrenos arenosos y de gravas, que, ante movimientos sísmicos, hacen que el suelo tenga un comportamiento plástico, casi líquido, lo que agrava el riesgo de daños e incluso colapsos en los edificios. Este fenómeno se conoce geológicamente como "licuefacción". José Martínez, geólogo de la Universidad Complutense de Madrid y descendiente de Lorca, coincide en que el hecho de que parte del casco urbano de la localidad se encuentre sobre una zona de depósitos aluviales, "amplificó la señal de las ondas sísmicas".
- El estado de los edificios y las normas de resistencia. En Lorca apenas hay edificios caídos, aunque sí cornisas en el suelo, inmuebles agrietados y balcones descolgados. Las vigentes normas sismorresistentes datan de 2002, pero arrastran antecedentes del siglo XVI, cuando se publicó una real orden que obligaba a tener en cuenta los efectos que producían los terremotos y a construir en consonancia en lugares como Filipinas. A partir de ese momento, después de cada gran seísmo en España (1829, 1894, 1952...) se han elaborado informes técnicos. "Podemos aprender de los terremotos", explica el director del Instituto Geológico Nacional. Con esa filosofía se creó en 1974 la Comisión Permanente de Normas Sismorresistentes (Ministerio de Fomento), para aplicar a la construcción las lecciones aprendidas en cada seísmo y reducir el riesgo. "Este tipo de terremotos se producen cada 500 años. Si hacemos las cosas bien, en el próximo no habrá tantas víctimas", añade Sereno.
Estas normas son obligatorias y consisten, groso modo, en refuerzos en cimentaciones, pilares, vigas y armaduras, para evitar el efecto colapso que se conoce como de tipo sándwich, explica Luis Suárez. El presidente del Colegio Oficial de Geólogos opina que los edificios de Lorca han aguantado bien desde el punto de vista estructural, pero en cambio, "ha fallado el apartado de las cornisas y los tabiques". En la escala que mide los daños producidos, los técnicos del IGN estimaron ayer que ronda el 7, que significa posibles daños en estructuras de hormigón.
Suárez explica que los Ayuntamientos son los principales garantes de que se cumplan estas exigencias al otorgar las licencias de edificación. La norma, añade Paloma Sobrini, decana del Colegio de Arquitectos de Madrid, "divide por zonas de riesgo sísmico el territorio español y contempla el uso de edificación, ya que no es igual construir un hospital, un banco, o una vivienda". Uno de los parámetros más importantes a la hora de construir es, precisamente, la aceleración del suelo.
La normativa no se aplica al patrimonio histórico. "No hay leyes específicas que revisen los edificios monumentales. El campanario que se desprendió era de mampostería y tenía una estructura rígida, sin capacidad de deformarse, y estas son las estructuras que tienen más peligro", argumenta el catedrático de estructuras de la Universidad Politécnica de Barcelona Lluís Moya. "Desgraciadamente", añade, "los edificios que se construían antes de 1974 no tenían en cuenta las cargas que un edificio soporta cuando hay un movimiento de tierra". Por este motivo, Sobrini reclama "incentivar un plan de rehabilitación para los edificios construidos" antes de la normativa. "La inspección técnica debería ser como la medicina preventiva, que detectara los problemas antes que ocurrieran las desgracias". El vicepresidente Rubalcaba declaró ayer: "Habrá que echar un vistazo a la normativa y a los protocolos de seguridad".
Con información de: Fernando J. Pérez, Natalia Junquera, Francesco Manetto y Belén Hernández.
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