La muerte de un hijo del dictador desata las represalias del régimen
Partidarios de Gadafi asaltan embajadas - La ONU se retira de Trípoli - El Ejército bombardea el asediado puerto de Misrata
Prácticamente desconocido para los libios y alejado de las intrigas políticas, la muerte a los 29 años de Saif el Arab el Gadafi, hijo del dictador, y de tres de sus nietos, anunciada la madrugada de ayer por el régimen tras un bombardeo de la OTAN, ha desatado una cascada de acontecimientos, aunque abundan en Bengasi quienes sospechan que Saif el Arab no ha fallecido y que todo se trata de una estratagema del tirano que ha gestionado el país durante 41 años como una finca privada. Sin embargo, el vicario apostólico de Trípoli, el obispo Innocenzo Martinelli, confirmó ayer la muerte de Saif el Arab, ante cuyo cuerpo le condujeron las autoridades, informa Efe. Junto a él, añadió, yacían los cadáveres de otro adulto y tres niños.
La OTAN afirma que no ha lanzado ataques contra personas concretas
La televisión libia informó ayer de que se trata de tres nietos de Gadafi: Saif , de 2 años, hijo de Mohamed; Carthage, de 3 años, hija de Aníbal, y Mastura, de cuatro meses, hija de Aisha.
La Alianza Atlántica negó que intentara matar deliberadamente a Muamar el Gadafi, aunque en una semana tres ataques hayan rozado al sátrapa en Trípoli. Los medios británicos aseguran sin embargo que el edificio era una casa, y no una instalación militar.
El locutor de la televisión oficial clamó "venganza" y leales al régimen se encargaron de ejecutarla: la residencia del embajador británico, la Embajada italiana y edificios de Naciones Unidas fueron atacados en la capital, lo que llevó al organismo a evacuar a sus 12 trabajadores extranjeros en Trípoli. El Ejército emprendió una ofensiva contra varias ciudades a lo largo y ancho de Libia, con especial saña en Misrata, en una guerra más turbia cada día.
Los ataques del Ejército con artillería y cohetes Grad contra Misrata fueron más virulentos que nunca, según vecinos citados por varias agencias que relataban intensos bombardeos en el puerto y aeropuerto; también contra la occidental Zintan se emplearon a fondo los uniformados, como lo hicieron en Wazin, pequeña ciudad próxima a Túnez, cuyas autoridades cerraron el paso fronterizo. Lo intentaron también en Jalu, cientos de kilómetros al sur de Bengasi, donde la OTAN calcinó 45 vehículos militares. Los mandos rebeldes están convencidos de que Gadafi quiere apoderarse de la frontera de Libia con Egipto para aislar a los insurgentes.
La euforia de los bengasíes, sin embargo, se dejó notar durante la madrugada del domingo. Celebraban el bombardeo de la OTAN en Trípoli al modo tradicional en tantos países árabes: disparos al cielo con lo primero que tienen a mano. Del hijo menor de Gadafi no se sabe a ciencia cierta si era un devoto de las mezquitas o de las juergas; un hombre leal a su padre o un desertor. Lo seguro es que fue incluido entre los familiares a los que la resolución 1970 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas congeló sus bienes y cuentas. Abdelhafiz Ghoga, vicepresidente del Consejo Nacional, el Gobierno de los insurrectos, calificó inicialmente el anuncio del fallecimiento de "propaganda".
Fuera o no Gadafi la diana, los ataques de la aviación de la OTAN están poniendo al autócrata ante crecientes dificultades para reunirse con oficiales y dirigentes políticos, y para ejercer el mando. Demostrado que su Ejército se adapta raudo a las volátiles circunstancias bélicas y que adiestrar y armar a los rebeldes no es tarea de un fin de semana, solo las deserciones en el círculo más próximo al dictador, o su propia desaparición, pueden provocar un colapso del régimen.
Es una eventualidad que Rusia rechaza. "Tenemos serias dudas sobre los miembros de la coalición que aseguran que los bombardeos no pretenden eliminar a Gadafi", afirmó el ministro de Exteriores, Serguéi Lávrov. El resbaladizo lenguaje de las resoluciones del Consejo de Seguridad permite a los Estados occidentales emplear el argumento de la protección de los civiles para justificar los ataques. En todo caso, ¿puede garantizarse la seguridad de la población mientras Gadafi permanezca en el poder, conocido su sangriento expediente?
"La OTAN continúa con sus ataques de precisión contra instalaciones militares... No tenemos como objetivos a personas concretas", indicó en un comunicado. El Gobierno libio, por su parte, acusó a Occidente de tratar de "apoderarse de las riquezas de Libia", y agregó, en un alarde de cinismo, que también quieren robarles su libertad. Quizás aludiera a la que disfrutan algunos prebostes de un régimen que ayer empezó a promover disturbios ante varias sedes diplomáticas.
Los testigos citados por las agencias hablaban de columnas de humo sobre la Embajada italiana y de serios daños a la residencia del embajador británico. El ministro de Exteriores británico decidió la inmediata expulsión del embajador libio en Londres, e Italia condenó el vandalismo contra su embajada, informa Reuters.
No hay quien cuente las bajas
Mes y medio después de que comenzaran los bombardeos de la OTAN contra bases militares y blindados libios, el derramamiento de sangre parece lejos de concluir. Vetado el acceso de periodistas y organizaciones internacionales en gran parte del país, el cálculo de víctimas mortales es un acertijo sin respuesta fiable. Varias ONG estiman que más de un millar de civiles y rebeldes ha perecido en los combates y bajo el fuego indiscriminado de las tropas de Gadafi, escudado en una presunta guerra contra Al Qaeda para justificar atrocidades.
A tenor de las cifras aportadas por fuentes médicas en Misrata -la ciudad a 200 kilómetros al este de Trípoli castigada sin piedad desde hace 60 días-, solo en esta población de 300.000 habitantes los muertos superan los 600. Portavoces del Consejo Nacional, sin embargo, opinan que esa cifra queda muy corta. Su portavoz, Mustafá Gheriani, asegura que entre 8.000 y 10.000 personas han perecido por heridas de metralla, disparos de francotiradores o descuartizados por bombas. Conviene ser cauto con estos números porque los sublevados, con la vista puesta en París, Londres y Washington, exageran un punto todo lo que pueda hacer daño al régimen.
El Ejército libio, por su parte, no aporta cifras de bajas. El régimen se esfuerza en su intento por demostrar, con escaso éxito, que los bombardeos de la OTAN matan a civiles sobre todo en Trípoli. Los tres niños, supuestamente nietos de Gadafi, que ayer vio el vicario apostólico en un tanatorio de la capital de Libia son sin duda víctimas inocentes.
Del medio millar de desaparecidos y de los cientos o miles de hombres detenidos en ciudades bajo el control del dictador se sabrá en el futuro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.