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La protesta en Siria se agrava pese a las promesas de cambio de El Asad

Al menos ocho muertos en la revuelta en la ciudad de Homs

Enric González

Manifestaciones, disparos de la policía, muertos, funerales que se convierten en manifestaciones: Siria gira en el círculo vicioso que caracteriza las situaciones prerrevolucionarias. Cerrado a la prensa y oculto a los ojos del mundo, el país parece haber escapado al control de un régimen que solía controlarlo todo. El presidente Bachar el Asad anunció el sábado que levantaría el odiado estado de excepción, vigente desde 1963, pero solo consiguió estimular las protestas contra su régimen. Durante la noche del domingo la policía mató al menos a ocho manifestantes en la ciudad industrial de Homs.

[En la madrugada de hoy, la policía disparó contra cientos de personas que seguían concentradas en Homs, en la plaza del Reloj, informó citando a activistas de derechos humanos Reuters].

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El domingo se supo que un jefe de clan de Homs había muerto mientras permanecía detenido en una comisaría. La noticia provocó una manifestación de protesta a la que se sumaron, según distintos testigos, decenas de miles de personas. Una multitud acudió al funeral, en el que se gritaron consignas contra Bachar el Asad. Ya entrada la noche, la policía abrió fuego y mató a ocho personas, según algunas fuentes, o 12, según otras. Ayer, en los funerales por ocho de las víctimas del domingo, se reprodujeron las manifestaciones. "Homs ha entrado en ebullición, hay gente por todas partes y la policía dispara a sangre fría", declaró un activista local a la agencia Reuters.

El domingo, en un funeral en Talbiseh, también hubo disparos policiales y tres muertos. Otras fuentes indican que en Latakia tres manifestantes murieron ayer de madrugada. La inestabilidad se extendía por todo el territorio, incluyendo la capital, Damasco.

Bachar el Asad mantenía un doble juego: por un lado, prometía reformas y tolerancia; por otro, reprimía con tremenda dureza. El Gobierno seguía diciendo que la revuelta era fomentada por "conspiradores extranjeros" y afirmaba que bandas violentas, financiadas y armadas desde Líbano e Irak, disparaban contra la policía y los soldados. [Ayer, el ministro del Interior dijo en un comunicado que los disturbios son una "insurrección armada llevada a cabo por grupos armados salafistas, sobre todo en Homs y Banias", informa Reuters]. El ministro de Asuntos Exteriores, Walid al Moualem, había declarado, poco antes, que el Gobierno podía tolerar "las manifestaciones pacíficas" (prohibidas por el estado de excepción), pero no "las barricadas, los sabotajes y los incendios provocados".

Resultaba imposible verificar la existencia de esas bandas armadas. Crecían, sin embargo, las denuncias de familiares de soldados muertos, según las cuales quienes se negaban a disparar contra la multitud eran ejecutados por sus superiores. Según esas versiones, las muertes en el Ejército y los cuerpos policiales se debían a la represión interna, y no a asaltos de milicias revolucionarias.

En cualquier caso, el cerradísimo conflicto sirio sí tenía ramificaciones externas. El diario The Washington Post reveló que varios cables diplomáticos obtenidos por Wikileaks confirmaban que Estados Unidos financiaba en secreto a los movimientos opositores sirios, en especial al Movimiento para la Justicia y el Desarrollo, y a la televisión Barada TV, que emite desde Londres y es muy crítica con Bachar el Asad.

De la ecuación exterior también formaba parte el exvicepresidente Abdul Halim Khaddam, que dimitió en 2005 y se exilió para luchar contra el régimen de Asad. Khaddam es de religión suní, a diferencia de los Asad y buena parte de los dirigentes del régimen, pertenecientes a la minoría alauí. El exvicepresidente, enemigo personal de El Asad desde que este le marginó en un proceso de rejuvenecimiento del régimen, está emparentado con la familia Hariri, el clan que lidera a los suníes de Líbano y encabeza la lucha contra la influencia siria, y dispone de una gran fortuna personal.

Hezbolá, el partido-milicia de los chiíes libaneses que constituye la principal "fuerza de choque" de Irán y Siria, acusó ayer en Beirut a los Hariri de estar financiando "la desestabilización de Siria", y pidió una investigación judicial sobre el asunto. Hezbolá, que enarbola la bandera de la resistencia a ultranza contra Israel, se ha convertido en la mayor fuerza político-militar de Líbano gracias al dinero que recibe desde Irán y las armas que recibe desde Siria. Una hipotética caída del régimen de Damasco tendría enormes consecuencias en Líbano y cambiaría por completo los equilibrios geoestratégicos en Oriente Próximo.

Rezo multitudinario en una manifestación ayer en Homs, donde el domingo murieron ocho personas.
Rezo multitudinario en una manifestación ayer en Homs, donde el domingo murieron ocho personas.REUTERS

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