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Berlusconi viaja a Lampedusa tras el estallido de otra crisis migratoria

El partido de Il Cavaliere impulsa una reforma procesal que beneficia a su líder

Todas las sospechas quedaron confirmadas. Tras 50 días de crisis migratoria en Lampedusa, a la que han llegado 18.000 inmigrantes desde el 1 de enero, ayer se conoció por fin por qué el Gobierno italiano dejó pudrirse a propósito la situación humanitaria en la abandonada isla del Mediterráneo. Era el as en la manga de Silvio Berlusconi, el último triunfo de un primer ministro al que, cada vez de forma más palmaria, solo le preocupa una cosa: aferrarse al cargo para escapar indemne de sus cuatro procesos. Lampedusa, humillada y desbordada por una situación de insalubridad perfectamente controlable por un país que es la séptima potencia mundial, fue la perfecta cortina de humo para que Berlusconi se convirtiera ayer, de nuevo, como hizo en su día con la basura de Nápoles y el terremoto de L'Aquila, en el hombre de la providencia, en el político que resuelve los problemas del pueblo.

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La puesta en escena fue digna del dueño y señor de un régimen mediático, en lo que lo único que importa es abrir el telediario de la noche. Berlusconi aterrizó en la isla a mediodía, un par de horas después de que, en el Parlamento, la mayoría de centro-derecha cambiara sobre la marcha el orden del día para acelerar la votación de la Ley del Proceso Breve.

La norma, que en principio debía ser debatida durante una semana, incluye una enmienda llamada de la prescripción breve, según la cual los acusados que no hayan sido condenados verán extinguidos sus delitos en un corto plazo.

Se trataba de fabricar en Lampedusa una realidad paralela, un buen reality con impacto, que frenara el previsible escándalo que iba a organizar la oposición. Y en eso Berlusconi es un maestro consumado. Convocó un mitin en la plaza del Ayuntamiento, mandó limpiar las calles alrededor del centro de acogida de los tunecinos, el alcalde quitó de la vista las pancartas de protesta ("Ben Ali=Berlusconi"), el Ejército retiró la basura, los orines y las heces que inundan la isla desde hace semanas -la OMS alertó del riesgo de epidemias-, las mujeres del centro-derecha fueron situadas en las primeras filas, y Berlusconi empezó a prometer mares y montañas.

"En 60 horas Lampedusa estará limpia de inmigrantes. Ya han empezado a llegar los [seis] barcos que se los llevarán. Hoy me he comprado una casa en la isla que he visto por Internet. He pagado 1,5 millones de euros y he ido a verla con el responsable de la [situación de emergencia]. No me gusta mucho, tendré que hacer unas obras. Así que ahora seré yo también lampedusiano. Uno de los vuestros". En ese momento, se oyó a una señora del público comentar: "Si le facilitamos también una jovencita, seguro que vuelve".

Berlusconi prosiguió: "He visto que tenéis poco verde, haremos un Plan Verde con flora mediterránea el próximo otoño y un campo de golf. Los colores de las casas del puerto los cambiaremos, haremos un Plan Colores. Además, daremos gasóleo gratis durante un año a los pescadores. Y os quitaremos los impuestos durante 12 meses. He decidido además proponeros para el premio Nobel de la Paz, porque sois la frontera entre la civilización africana y el bienestar europeo. He comprado los pesqueros de los tunecinos, para que no puedan volver a usarlos".

A esas horas, en Roma, la oposición ya había convocado una manifestación ante el Parlamento. Un grupo de unas 200 personas lanzó monedas contra el ministro de Defensa, Ignazio La Russa, y otros diputados del Pueblo de la Libertad, entre gritos de "vergüenza, vergüenza".

Ante la prensa, Berlusconi repitió una a una todas las promesas del mitin. Los periodistas le pidieron con insistencia detalles sobre la emergencia. El primer ministro no pudo darlos. Se limitó a decir que un barco se llevará a 1.450 inmigrantes a "Taranto y otros lugares". Afirmó que había llegado a un acuerdo con el Gobierno de Túnez para devolver a "una cantidad de tunecinos a su país", pero no aclaró cuándo ni cuántos.

Fue una jornada triste para Italia, para la democracia, para Europa. Por eso no cabe en esta crónica la impresionante serenidad y dignidad de los casi 4.000 jóvenes tunecinos que anoche paseaban o dormían al raso en el muelle de Lampedusa, entre detritus y policías. El limpio anhelo de libertad de Ben Hassan, Nizer, Jahmed, Fethi merece un espacio aparte.

Poco después llegaban a la isla noticias de la muerte de 11 indocumentados, entre ellos un niño, nigerianos y eritreos al naufragar su barco en el canal de Sicilia.

Centenares de inmigrantes norteafricanos hacen cola para recibir comida y agua en la isla de Lampedusa.
Centenares de inmigrantes norteafricanos hacen cola para recibir comida y agua en la isla de Lampedusa.XINHUA-GETTY

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