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Crisis en Túnez

La corrupción del régimen y el paro, motores de la protesta social

La familia de la primera dama controla buena parte de la economía del país

"Cuando compras un ordenador, un teléfono móvil, un coche o la pasta de dientes, se lo estás comprando a la familia", asegura Rim Ben Smail, catedrática de Empresariales de la Universidad de Túnez. Trabelsi. Es un apellido que conviene pronunciar en voz baja en las vigiladísimas calles de Túnez. Es el apellido de la esposa del presidente Zine el Abidine Ben Ali, asociado a la cleptocracia en que -según denuncia todo ciudadano sin vínculos con el partido en el poder- se ha convertido el régimen. Túnez es un país próspero respecto a lo que se estila en el norte de África. El turismo, el sector textil, la industria manufacturera, los fosfatos prometían un futuro alentador. Hasta que explotó la crisis mundial de 2008. A partir de entonces, se esfumó el próspero porvenir. Porque a la catástrofe financiera global se ha sumado un proceso de privatizaciones que, iniciado pausadamente a mediados de la década de los ochenta, ha degenerado en una concentración descomunal de poder económico en poquísimos bolsillos: los de los Trabelsi, y especialmente en el de Sajer el Materi, el yerno todavía no treintañero de Ben Ali.

Trabelsi es un apellido que conviene pronunciar en voz baja
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La inversión extranjera marchaba viento en popa hasta 2009. Francia -1.250 empresas presentes en Túnez- es el principal socio económico, pero Italia, Alemania, Bélgica, Reino Unido, Países Bajos y España también han destinado cuantiosos fondos a proyectos en el país árabe. En 2009, la inversión foránea en los sectores turístico, inmobiliario, energético, agrícola y en servicios se desplomó un 33%. Pero, varapalo incluido, el producto interior bruto creció un 3,7% en 2010. No es un mal registro. Pero los datos macroeconómicos -la inflación alcanzó el año pasado un aceptable 3,7%- no son el problema.

La corrupción desbocada y el desempleo son la madre del cordero. "Las grandes empresas han pasado a muy pocas manos, las de los Trabelsi y otros grupos cercanos a la familia del presidente y a la Asamblea Constitucional Democrática, el partido de Ben Ali. Se han expropiado empresas alegando el interés nacional para dárselas a la familia. Ahora están especulando. Compran empresas a bajos precios y las revenden con enormes ganancias después de despedir a empleados. Hay una enorme concentración de la riqueza, pero sin redistribución, como sucedía antes. Lo único que hay son asociaciones de solidaridad. ¿Y quién las controla? La familia del presidente y el partido oficial", explica Buzaina Fersiu, profesora de Ciencias Empresariales de la Universidad de Túnez. O se es obediente o uno queda al margen de cualquier respaldo institucional.

Bancos, cadenas de radio, grandes centros comerciales protegidos ahora por el Ejército -ayer fue incendiado un supermercado Monoprix, propiedad de los Trabelsi, en Elauina, un suburbio de la capital-, concesionarios de automóviles, intereses inmobiliarios. Los Trabelsi participan en todo. Cuentan muchos profesores que, a menudo, con malas artes. "Cuando saben de una empresa próspera, exigen ser socios", dice Ben Smail. Mejor aceptar.

Pero existen escollos añadidos. "La crisis mundial de 2008 ha impactado en el turismo y en el sector textil, y los demás sectores tienen poco valor añadido. Además, teníamos muchas industrias, pero el aumento de los precios de las materias primas y la competencia de productos más baratos de otros países han afectado a muchas industrias", precisa Fersiu. Y, cómo no, el desempleo. El paro se sitúa en el 13%, pero el dato que ofrece la profesora resulta estremecedor: "alrededor del 30% de los jóvenes no encuentran trabajo, y ese porcentaje se eleva al 60% entre los titulados universitarios". Y cuando dan con un empleo, es difícil aceptar que merezca la pena. El salario de un catedrático de universidad ronda los 700 euros, pero hay titulados que acuden al trabajo por 150 euros al mes.

"Tenemos que confiar en nuestras fuerzas para acabar con la Cosa Nostra, la mafia que nos gobierna, porque al final abandonarán el país", sentencia, enfurecido, el profesor de inglés, Ahmed Maarufi.

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