Bendita cabeza
La historia de la cantera del Barcelona, triunfadora hoy como una marca universal y con tres futbolistas, Iniesta, Xavi y Messi, consagrados como los mejores del mundo
Nada más llegar a la oficina, Oriol Tort tomó asiento -"la silla es sinónimo de empleo", acostumbraba a decir cada mañana a modo de saludo, "si está, significa que todavía no me han echado"- y tomó el teléfono para llamar a Lluís Pujol: "Quiero que después vengas conmigo al campo de entrenamiento para que veas a un niño que hemos fichado de un pueblo cercano al tuyo". Pujolet, extremo famoso por los tres goles que le marcó al Zaragoza en la final de la Copa de Ferias de 1965-1966 y por entonces entrenador de los equipos inferiores del Barcelona, nació en Castellbell i el Vilar, una localidad cercana a Santpedor, en la comarca del Bages, el lugar de procedencia del niño que acababa de llegar a La Masia de la mano de Tort.
Xavi supuso el triunfo de Tort, que veía lo que no veían otros y lo captó con seis años
Michels puso las bases de un plan moderno, un estilo evolucionado hasta hoy
"Tenía unas piernas como dos alambres, pequeñas y finas, era muy menudo, y francamente no le vi nada relevante desde el punto de vista futbolístico: ni tiro, ni regate, ni llegada, ni siquiera coraje o despliegue", relata Pujol. "¡Profesor!", recuerdo que le comenté a Tort, "no sé qué tiene el niño. Yo solo le veo cabeza". Pep Guardiola tenía una enorme cabeza con respecto a su pequeño cuerpo. "Justamente, Lluís, el secreto del niño está en su cabeza", replicó Tort. "Nunca había visto a un crío que se anticipara tan rápido a la jugada, que pensara un segundo antes que los demás, ni que tuviera mejor vista periférica". Oriol Tort casi siempre tenía razón, y Guardiola se convirtió en una de las cabezas más clarividentes del Barcelona.
El Barça ha vivido muchos años de la fotofinish de Tort. La mayoría de técnicos que trabajaron a su lado recuerdan que El Profesor tenía muy buen ojo para descubrir a los mejores futbolistas. "No era fácil adivinar a los niños que más nos convenían porque los mejores entrenadores se alternaban en la dirección de la plantilla profesional, y no era lo mismo jugar para Michels que para Weisweiler, para Muller que para Rife, para Menotti que para Venables", apunta Jaume Olivé, ex coordinador del fútbol base barcelonista en los tiempos de la fotofinish de Tort. "El Profesor nos decía: lo que vale es la primera impresión, porque después, cuanto más te mirabas al niño, más defectos le veías, pero si volvías al principio, te decías: tiene algo, me gusta".
Olivé mantenía con una máquina de escribir la misma relación que Tort con la silla y Carlos Naval, hoy delegado, con la documentación. Todos los fichajes iban acompañados de la firma de Olivé, jefe de un grupo de técnicos que, a partir de la llegada de Rinus Michels en 1971, comenzó a ordenar y a profesionalizar el fútbol base. Allí estaban personajes como Xavier Comenges, Ursicino López, Antonio Carmona, Joan Martínez Vilaseca, Domenech Roca y, por su puesto, el ideólogo Laureano Ruiz, figuras que le dieron método al ejercicio de voluntarismo que con anterioridad practicaron gente como Escolà, Flotats, Rodri, Aloy o el ahora mediático Minguella. Muchos entrenadores, populares o anónimos, barcelonistas que levantaron la hoy adulada Masia.
Hay muchas tesis, diferentes voces, historias contradictorias incluso, sobre quién puso el primer ladrillo de la residencia de las promesas del Barça, más allá de que fuera inaugurada en 1979, siendo presidente Josep Lluís Núñez, después del empeño de un directivo especialmente perseverante en el fútbol formativo como Pere García Vila. "Fue un trabajo de hormiga, muy solidario y paciente", interviene Olivé, un técnico tan enamorado de Michels que en cierto modo ha practicado la misma doctrina disciplinaria que Mister Mármol, como se conocía al holandés. "Michels puso las bases de un plan moderno con entrenamientos homogéneos, servicios médicos, atención pedagógica, un cierto estilo, una manera de ser".
El doctor Carles Bestit fue tan capital como César Farrés y Avelino Blasco en la dirección y el comedor de La Masia, restaurante habitual de muchos empleados, y por supuesto de Tort. La profesionalización comportaba el aumento del número de entrenamientos, controlar la dieta de los jugadores, cuidar su calendario escolar. La opción de repartir a los niños en pensiones de la ciudad o de ir y venir cada dos días de su localidad no funcionaba y, con el tiempo, se ampliaba el radio de acción. No solo había chicos prometedores en los barrios de Barcelona, sino en los pueblos de Cataluña y más adelante en Aragón, Castilla, en toda España, en el mundo.
Había que racionalizar la faena. El dominio de la cantera catalana queda expresado en Xavi Hernández. Xavi simbolizaría el triunfo de Tort, el técnico que veía lo que no veían los demás, como pasó con Guardiola; que adivinaba en un calentamiento lo que los otros constataban en el partido, y así fichó a Sergi López, un libre imponente, talentoso, al que las lesiones crucificaron; que prestaba especial atención a los niños que se rebelaban contra la derrota, como cuando se llevó a Pujolet después de que su equipo perdiera 8-0; y que naturalmente adivinaba lo que todos con la diferencia de que lo sabía antes: quiso que Xavi ingresara en La Masia con seis años tras el sobreaviso del colaborador Carmona.
A Iniesta le vieron en el Torneo de Brunete y simboliza mejor que ninguno el éxito de los niños que el Barcelona ha incorporado de las distintas zonas de España. Iniesta lleva el testigo de futbolistas como Guillermo Amor, hoy coordinador del fútbol base del club después de ser el primer niño no nacido en Cataluña que entraba en La Masia desde Benidorm, y también del turolense Milla, elegido por Johan Cruyff como modelo para implantar la tesis del 4 nada más llegar al Camp Nou; y evidentemente del cántabro Iván de la Peña, cuya impronta nunca desparecerá como queda probado en la figura de Thiago. Laureano Ruiz, siempre asociado a Lo Pelat, le dio amplitud de miras al fútbol base del Barça.
Y Messi llegó con 12 años desde Rosario. La Pulga corona la Masia como una obra de impacto mundial, única en el fútbol. La voz de que el Barça tenía una residencia para los niños elegidos para el fútbol se fue corriendo de Europa hasta América, y personajes tan bien conectados como Minguella facilitaron incorporaciones como la del fenómeno Leo, un caso entre 20.000, un niño que necesitaba colaboración económica para ser tratado con la hormona del crecimiento. Y después, claro está, hubo que superar multitud de interferencias de los propios celadores del club, conseguir que una servilleta de papel sirviera como contrato para retener al argentino, tener un punto de suerte, saber que la diferencia la marca ser especial y no lo común.
No hay mejor trofeo para cuantos han edificado La Masia y creado un estilo de juego único para el Barcelona que el podio del Balón de Oro de hoy. La presencia de Xavi, Iniesta y Messi cuadra el círculo y remata el relato de més que un club al tiempo que extiende la marca Barça. No hace falta ser la entidad más rica para tener el mejor equipo, sino que alcanza con actuar en consonancia con una manera de entender la vida y el juego. Y es que los chicos de Guardiola se muestran en la cancha tal y como se comportaban de críos en La Masia. "La clave está en la pedagogía", repite Joaquín Hernández, padre de Xavi. "Aprender a jugar más que a ganar, perseverar en la idea de que el Barça enseña y educa, y no vende títulos de futbolista".
Fichaje del profesor Tort y discípulo aventajado de Cruyff, la piedra filosofal del fútbol azulgrana, Guardiola ha dado con la idea de equipo que seguramente siempre soñó el fundador del club, Joan Gamper, un suizo protestante que necesitó de su mejor poder de seducción y carácter de sportman para convencer a la sociedad catalana y a la española de que se imponía crear una entidad como el FC Barcelona, muy diferenciada del Español y del Catalunya, club con el que los azulgrana rivalizaron a la hora de resolver cuál había nacido antes. Gamper siempre quiso que su entidad fuera integradora, progresista y nacionalista y no paró hasta conseguir que su equipo, una vez campeón de Cataluña y España, jugara tan bien como el MTK de Budapest.
El entonces presidente barcelonista estaba hipnotizado por la técnica de los centroeuropeos, equipos como el Spartak de Praga, el Honved o el MTK, a los que invitaba al partido anual de Navidad, para convencer a su hinchada de que frente a la montonera y el fútbol directo se imponía el juego de pases y triángulos. Así se explica el fichaje del entrenador húngaro Jesza Poszony para organizar a los cuartos equipos del club, como se denominaba a los amateurs, reservas y juveniles, y también la contratación de Ferenc Platko, el oso dorado, el portero al que dedicó una oda Rafael Alberti por su actuación en la final de Copa de 1928 y cantó más de un tango Carlos Gardel.
Tiempos también del admirado Pepe Samitier, años en que se fragua la mística del Barcelona como club popular y se establece su sintonía con Cataluña, considerada por muchos historiadores la fábrica de España. Quedó probada la clara vocación europeísta, interclasista y de identificación con el país de una entidad que entendía el fútbol como una expresión realista de la modernidad urbana, perfecta para abrirse al extranjero. Ramon Llorens, suplente de Platko, hombre de club por excelencia, tanto que llegó a trabajar gratis, continuó a su manera la obra, incluso tras la guerra civil, siempre pendiente de las promesas en barrios como Poble Sec o Sants, obsesionado con la base.
El fútbol de calle mezclado con el juego de toque del Barça, mejor o peor resuelto, duró hasta la contratación de Helenio Herrera. La velocidad, la anticipación y la marca sustituyeron al pase, a la precisión, al golpeo con el interior del pie, un estilo tan agradable como estático, a veces excesivamente cadencioso y académico. HH cambió el ritmo y el Barça pasó a ser un equipo dinámico y directo, muy bien desplegado a partir de un medio defensivo, dos extremos retrasados y un organizador de nombre Luisito Suárez, el único Balón de Oro español. Los azulgrana compitieron bien hasta la final de Berna 1961 ante el Benfica y, sobre todo, hasta que el Madrid fichó a Di Stéfano, dos tragedias a partir de las que el Barça construyó el victimismo.
A pesar del empeño de Josep Boter por encontrar jóvenes jugadores, el extravío duró hasta la llegada de Michels y, por extensión, hasta que se presentó Cruyff, dos holandeses que confirmaron, como aseguraba Manolo Vázquez Montalbán, que Cataluña tiene algo de país norteño, pero que al mismo tiempo se beneficia de una latitud sureña, con más sol, calor e imprevisibilidad que en la Europa del Norte. Alrededor de Michels y de Cruyff, de Rodri y de Rexach, nació El Muntanyà y se empezó a dibujar La Masia con el nervio de Pujolet, la máquina de escribir de Olivé, la silla de Tort, las ideas de Laureano, el empeño de García Vila y luego Mussons, la visión empresarial de Núñez y finalmente la ambición de Laporta.
Laporta se la jugó con Guardiola y Guardiola se desdijo de que Xavi le jubilaría para después ser sustituido por Iniesta. El entrenador juntó a los dos, tras triunfar en el filial con Pedro y Busquets, y se encomendó a Messi. Nadie ha hecho más caso a los canteranos que Guardiola y su equipo técnico, Tito Vilanova y Aureli Altimira, quizá porque también compartieron vida y peña en La Masia cuando les llamaban los golafres (glotones). Guardiola les dio el liderazgo, el protagonismo que se les negó en tiempos del abandono de Ronaldinho, cuando Xavi y Puyol denunciaron il dolce far niente. Guardiola interpretó mejor que nadie el legado de técnicos como Luis, Cruyff, Robson, Van Gaal, Antic, Rexach y Rijkaard.
El juego se ha expandido con Guardiola y la figura del 4 es ahora tan importante como la del 8 o del 6 o del 10. El fútbol del Barça fluye por distintas posiciones, el filial ha ascendido a Segunda y los alevines han vuelto a ganar el torneo de Canal +. Aunque no hay clónicos de Xavi, Messi e Iniesta, se distinguen promesas como Thiago, Fontàs, Bartra, Rafa, Sergi Roberto, Espinosa, Martí Riverola, Samper o Deulofeu. Técnicos como Miquel Puig y Albert Benaiges siguen el maestrazgo de Tort y la estirpe de predecesores como Joan Vilà, Quique Costas o el recién fallecido Ángel Pedraza -primero jugador y después entrenador-. Amor hace las funciones de Olivé y el eficiente Carles Folguera dirige una Masia con una docena de universitarios.
Muchos son pequeños, aparentemente poca cosa, pero tienen la cabeza de Guardiola y se portan igual de bien que en tiempos de Olivé, obsesionado con la disciplina, la puntualidad, la uniformidad. "Jugadores de granja los ha habido siempre", interviene Olivé. "Futbolistas que aprenden a base de repetición, y en el Barça empiezan a los 12 años y siguen igual hasta el plantel profesional. Todos tienen una misma base. El éxito depende luego de cada uno, de su singularidad, de saber hacer lo de todos y algo más", añade.
El Barcelona prefiere los niños rápidos e inteligentes, buenos técnicamente y de buen carácter, siempre con mucha cabeza, a los que son fuertes y polivalentes, quiere jugadores que se junten alrededor de una pelota y se la repartan, como contaba Di Stéfano cuando dirigía a las selecciones mundiales en los amistosos, señal de compañerismo y asociacionismo. A veces ha sido el egoísmo, e incluso las purgas ideológicas, las que han estropeado excelentes camadas, como pasó con la Quinta del Mini o de Lo Pelat. Los presidentes riñen en función de su relación con Núñez o con Cruyff. Y cada junta directiva cambia el nombre del filial nada más llegar al palco y tomar posesión del club: ahora se llama Barcelona B y antes Barcelona Atlètic. No habría que olvidar que el Barcelona Atlètic nació en 1970 como resultado de la fusión de dos filiales, el Club Deportivo Condal (1956) i el Atlètic Catalunya (1965) y que el Barça B se fundó en 1991, igualmente por exigencias de la normativa, de la misma manera que antes que el Comtal estuvo el España Industrial (1945). Ante tanto cambio y murga, mejor mirar a la cantera de tantos equipos, a Segarra, Biosca, Rodri, Olivella, Basora, Gràcia, Rexach, Pujol, Martí Filosia, ver La Masia, el hilo conductor de la historia del Barça. Adquirida con el Camp Nou, inaugurado en 1957, ha funcionado como oficina, residencia de la cantera y como escenario de la toma de posesión de Sandro Rosell.
Hasta el mismo Samitier llegó a ser conserje de La Masia. Olivé recuerda con añoranza a Samitier y a Tort. "El profesor tenía un gran poder de concentración", remacha. "Fumador empedernido, había un momento en que su profunda calada se comía al pitillo, era cuando acababa de ver un niño futbolista". Así le vieron fumar cuando descubrió a Guardiola. Bendita cabeza.
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