Materias primas amenazadoras
Los precios de las materias primas pueden convertirse en una amenaza adicional a la incipiente recuperación de las economías avanzadas, las más dañadas por esta larga crisis. Tanto los precios de las materias primas industriales como los de las alimenticias están registrando máximos de los últimos años. La intensidad de la demanda de las economías emergentes más dinámicas, China e India de forma destacada, es una de las causas probablemente más importantes, aunque en modo alguno la única. Distorsiones en el funcionamiento de los respectivos mercados o movimientos especulativos por operadores de fondos de inversión especializados pueden también contribuir a esclarecer esas recurrentes tensiones en los precios. En el caso de los alimentos, las malas cosechas registradas el año pasado en los grandes países productores han desempeñado también un papel significativo en la formación de los precios finales. No deja de ser inquietante que el precio del trigo haya subido más del 80% durante el pasado año.
El petróleo es una de esas primeras materias cuyas variaciones en su precio pueden condicionar en mayor medida el asentamiento de la recuperación de las economías más dependientes de las importaciones de energía. Los 95 dólares que ha llegado a alcanzar el barril de Brent en estos días no es una buena noticia para la corrección de los déficits de las balanzas comerciales o para el alejamiento de los incipientes temores inflacionistas en algunas economías, como es el caso de la española.
La trascendencia de las elevaciones en los precios de los alimentos no es solo visible en las tasas de inflación o en la cadena de formación de precios de otros bienes, sino muy directamente en las condiciones de bienestar de importantes segmentos de población, en especial las pertenecientes a economías menos desarrolladas. Las tensiones actuales empiezan a recordar las existentes en el verano de 2008, determinantes de encarecimientos de la alimentación básica de las poblaciones en numerosos países que generaron serios conflictos sociales.
El previsible mantenimiento de esos precios en niveles elevados no favorecerá la recuperación en las economías más débiles, al tiempo que endurecerá las ya deterioradas condiciones de vida de los grupos de población con rentas más bajas, como los desempleados. La inflación ya ha aflorado tímidamente en algunas economías de la mano de aumentos en impuestos indirectos y tarifas, en algunos casos vinculados a la evolución de los precios de algunas materias primas, como los carburantes.
La economía española es una de las más amenazadas si esta tendencia no revierte rápidamente. La elevada dependencia de las importaciones de materias primas, en particular las energéticas, hace que las incipientes señales de reactivación puedan agotarse si el precio del petróleo, por ejemplo, continúa en los actuales niveles. La capacidad de maniobra de las autoridades frente a esas amenazas es reducida. Su persistencia puede llegar a justificar la reversión de la política adaptativa que hasta ahora mantiene el Banco Central Europeo, empeorando aún más la vuelta a la normalidad de aquellas economías, como la española, con una demanda más anémica, un desempleo elevado y una tasa de inflación ya superior al límite que esa institución monetaria asume como estabilidad de precios.
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