Todo o nada para los islamistas en las elecciones de Egipto
Los Hermanos Musulmanes se juegan su puesto de primer partido opositor
Arrestos masivos, choques violentos con la policía, denuncias de intento de asesinato... No corren buenos tiempos para los Hermanos Musulmanes de Egipto, que hoy se juegan en las urnas su privilegiada posición en el Parlamento. 88 escaños que les convirtieron en 2005 en la principal fuerza opositora, frente al gobernante Partido Nacional Democrático de Hosni Mubarak, el octogenario faraón en el poder desde 1981.
La formación islamista, ilegalizada desde 1954, logró ocupar un 20% de la Cámara Baja presentando a candidatos independientes. Pero pocos son los que confían en que puedan repetir la hazaña en vista de la fuerte persecución a la que han sido sometidos sus integrantes (más de 1.200 de sus miembros han sido detenidos en el último mes) durante la campaña electoral. Cinco de los más relevantes políticos de la Hermandad fueron eliminados de la lista de candidatos en El Cairo. Y de nada sirvió a los aspirantes manifestarse ante la oficina del portavoz de la Asamblea Popular, ni acusar a las fuerzas de seguridad de actuar como el "ala militar del Partido Nacional Democrático".
A pesar de la represión, muchos analistas, sin embargo, apuntan a los propios islamistas como responsables de una posible derrota en los comicios. En los últimos cinco años no han hecho ningún esfuerzo real para transformarse de una asociación religiosa en partido político, y tampoco han solicitado formalmente al Gobierno que legalice su partido, como han hecho otros. Desde que el profesor de árabe Hasan al Banna fundara la Sociedad de los Hermanos Musulmanes en 1928, el grupo insiste en un Estado gobernado por la aplicación estricta de la ley islámica (sharia). Durante esta campaña, los hermanos han permanecido fieles a su eslogan -"El islam es la solución"- a pesar de que desde 2007 una enmienda de la Constitución prohíbe el uso de lemas electorales religiosos.
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