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La inmigración en Europa

Sarkozy descarta quitar la nacionalidad a quienes practiquen la poligamia

Perderá la ciudadanía quien atente contra la vida de gendarmes y policías

Antonio Jiménez Barca

En una reunión celebrada ayer el presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, acompañado de varios de sus ministros más relevantes, zanjó un espinoso y polémico asunto: si se debe o no retirar la nacionalidad a los franceses de origen extranjero y por qué. Sarkozy, envuelto en su particular cruzada por la seguridad ciudadana y la lucha contra lo que él denomina la inmigración ilegal -cuestiones a las que apela siempre que los sondeos cabecean hacia abajo-, ya anunció, hace un mes, en Grenoble, que unos firmes candidatos a perder la nacionalidad eran aquellos que asesinaran policías.

El ministro del Interior, Brice Hortefeux, era partidario de extender la medida a los franceses de origen extranjero que practicaran la poligamia y que se aprovecharan de ello a la hora de arañar ayudas estatales. También se especuló con la posibilidad de retirar la nacionalidad a menores condenados a prisión nacidos en Francia de padres no franceses.

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Al término de la reunión, un comunicado emitido por El Elíseo especificó que, mediante una enmienda gubernamental a la nueva Ley de Inmigración que se debatirá en la Asamblea antes de finales del mes, podrán perder la nacionalidad todos aquellos franceses de origen extranjero que, en los 10 primeros años tras adquirir este título, cometan un crimen "contra la vida de una autoridad pública, especialmente un policía o un gendarme".

El ministro de Inmigración, Éric Besson, uno de los asistentes a la reunión -junto con Hortefeux y el primer ministro, François Fillon-, explicó que retirar la nacionalidad a los polígamos no contaba con todas las garantías legales y que era posible que el Consejo Constitucional, encargado de garantizar la constitucionalidad de las leyes francesas, rechazara la enmienda.

Con respecto a los menores, Besson dijo que, dada la "delicadeza" del asunto, Sarkozy y sus ministros decidieron que una comisión de expertos analice el tema. "Esto no quiere decir que se vaya para atrás o que se entierre el tema. Quiere decir, simplemente, que tocar el derecho de los nacidos en Francia merece un análisis muy profundo".

Besson no quiso entrar en la lectura política del asunto: el ministro Hortefeux, partidario de castigar la poligamia, salía derrotado delante de Sarkozy frente a él, que optaba solo por castigar a los asesinos de policías. "No se trata de una línea o de otra. Todos jugamos con la misma camiseta. Y todos estamos contra la poligamia. Pero, jurídicamente, era imposible despojar a alguien de la nacionalidad francesa por eso", dijo. También especificó que las penas previstas en el Código Penal contra la poligamia se endurecerán.

La cruzada de Hortefeux contra la poligamia comenzó hace meses, cuando una mujer de Nantes denunció que un policía le había multado por conducir con el niqab, prenda musulmana que tapa el rostro pero no los ojos. Hortefeux no tardó en denunciar a su vez que el marido de la mujer, francés de origen argelino, vivía con varias esposas y se aprovechaba de varias subvenciones estatales.

La extensión de la retirada de la nacionalidad, hasta ahora prevista solo para terroristas, ha sido contestada por asociaciones de defensa de los derechos humanos, intelectuales y por los partidos de la oposición. La principal crítica es que crea franceses de primera y de segunda división, que parecen quedar a prueba 10 años. Muchos recuerdan que la ley es inoperante desde el punto de vista práctico y que no disminuirá la delincuencia.

También en sus propias filas, el presidente de la República se ha topado con personalidades contrarias a la enmienda: el ex primer ministro Alain Juppé, de la Unión para un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy, aseguraba que las medidas "no iban a aportar gran cosa".

El escritor Tahar Ben Jelloum, con doble nacionalidad, escribió hace unos días en el diario Le Monde un artículo que empezaba así: "Soy marroquí y francés desde 1991. Soy feliz por pertenecer a dos países, a dos culturas, a dos lenguas (....). Pero desde sus declaraciones en Grenoble sobre la posibilidad de despojar de la nacionalidad francesa a alguien que cometa un delito grave, siento mi parte francesa amenazada. Y no porque tenga la intención de caer en la delincuencia (...), sino porque veo un ataque a una base fundamental del país y de la Constitución".

Dos mujeres con <i>burkas</i>, en una calle de Marsella
Dos mujeres con burkas, en una calle de MarsellaAFP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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