El poder, sólo el poder
Rajoy arbitra una guerra de ambiciones del PP tras la que no hay debate político alguno
Lo que ha ocurrido es inaceptable, y no habrá próxima vez, dijo el presidente del PP, Mariano Rajoy, ante los 80 miembros del Comité Ejecutivo de su partido, reunido ayer para intentar poner orden en el desorden imperante en su interior. Lo ocurrido: la corrupción Gürtel y la batalla por el poder entre Gallardón y Aguirre; lo que no volverá a ocurrir: que tolere esos comportamientos. Pero ya ocurrió ayer: Aguirre ni siquiera acudió.
La opinión pública perdona más fácilmente la corrupción que la falta de reacción ante ella. Rajoy ha reaccionado pobre y contradictoriamente ante los enredos en la trama Gürtel, y con parsimonia ante las batallitas madrileñas: él mismo aludió a la imagen del santo Job, que es un perfil incompatible con el de un jefe de la oposición con aspiraciones de gobernar. Por eso ha reconocido que lo sucedido era grave y que en adelante no lo admitiría.
Pero las medidas planteadas ayer respecto a la corrupción son etéreas: un (nuevo) código de conducta y un (gran) pacto anticorrupción; y sobre las batallas madrileñas, consideró tan inadmisible hacer declaraciones públicas sobre asuntos internos (en referencia a las del vicealcalde Cobo sobre Aguirre) como presionar a órganos internos y representantes públicos para que se pronuncien contra dirigentes (en referencia a la movilización por Aguirre de alcaldes madrileños frente a Cobo).
Esta doble condena le ha parecido a la presidenta una forma de equidistancia entre agresor y agredida, por lo que estuvo ausente, a la espera de que el partido sancione al vicealcalde. Planteamiento que deja fuera la consideración de si las críticas tenían fundamento. La Comisión de Derechos y Garantías tendrá ocasión de pronunciarse hoy tanto sobre si criticar fuera de los órganos del partido vulnera los estatutos como sobre si existe el atenuante de la veracidad de lo dicho.
La actitud de Cobo fue digna: puso todos sus cargos a disposición del partido (reconociendo implícitamente lo primero), pero se reafirmó en sus declaraciones como expresión de la verdad. Es el único atisbo de política de este enredo: todo lo demás es lucha por el poder. Tal vez Cobo no calculó el alcance de lo que decía, pero denunciar que Aguirre estaba interviniendo en Caja Madrid como parte de su batalla personalista de poder, y que su liberalismo, en éste como en otros asuntos, era de cartón piedra contiene más verdad política que la mayoría de los discursos de los otros actores del drama, incluyendo el jefe de los socialistas madrileños que se alió con Aguirre para participar en el reparto.
Rajoy recibió en la reunión el masaje de la encuesta del CIS, que da más de tres puntos de ventaja a su partido sobre el PSOE. Sin embargo, la letra pequeña indica que la desafección toca tanto a Gobierno como a oposición, y que el PP gana menos de un punto de los casi seis que pierden los socialistas. Y sin trasvase de uno a otro, lo que depende en buena medida de la autoridad que demuestre frente a corruptos y rasputines, Rajoy no llegará a La Moncloa.
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