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El percusionista Manuel Soler recupera su faceta de bailaor con tres montajes

El artista coreografía un filme austríaco-español sobre flamenco

Margot Molina

Manuel Soler (Sevilla, 1943) ha conseguido que la percusión tenga el sitio que merece en el flamenco. Lleva 47 años por escenarios de todo el mundo al lado de Manolo Caracol, Paco de Lucía o Lola Flores y ahora ha recuperado su faceta de bailaor y coreógrafo. María Pagés, Juana Amaya y Manuela Carrasco son algunas de las figuras para las que está creando esta temporada. Además, firma la coreografía de la película Flamenco del amor, una producción austríaco-española que se está rodando en Sevilla.

Por aquí te quiero ver, el primer espectáculo flamenco en el que la percusión era la protagonista absoluta, marcó un giro en la carrera de Manuel Soler. Con esta producción, que se estrenó en La Bienal de Flamenco de 1996, consiguió que artistas y público comprendieran que la percusión no es sólo acompañamiento en el escenario y que un buen compás hace maravillas. Ahora está recogiendo los frutos: se lo rifan.

Las bailaoras Juana Amaya y Manuela Carrasco le han pedido que coreografíe para sus respectivos espectáculos que estrenarán en la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla, que se celebrará el próximo septiembre; intervendrá como bailaor y percusionista en el montaje que Israel Galván está preparando sobre Federico García Lorca y, además es el coreógrafo de una película austríaco-española que se está rodando en Sevilla.

Flamenco del amor, un largometraje para televisión que dirige Bodo Fürneisen, es una tórrida historia de amor entre una joven ejecutiva vienesa y un bailaor sevillano. La producción, que emitirá TVE, cuenta con la coreografía de Manuel Soler.

'Me da mucha vergüenza, no me gusta alardear de nada, pero si es verdad que tengo mucho trabajo', comenta Manuel Soler, un hombre que vive a compás. El bailaor, que da clases de percusión y compás en la Fundación Cristina Heeren de Sevilla, se marcha esta semana a la Universidad de Albuquerque en Nuevo México (Estados Unidos) y, en julio, impartirá otro taller en Canadá. Además, continúa con un papel en dos montajes de María Pagés. 'El compás se puede aprender, aunque a los extranjeros le cuesta más trabajo. No es como nosotros que lo mamamos desde chiquititos. De todas formas, cuando se lo explicas bien lo hacen perfectamente', asegura.

Sus colaboraciones con el bailaor Israel Galván han sacado su faceta más innovadora. Trabajan juntos desde 1998 con el espectáculo ¡Mira!, con el que Soler recuperó su faceta de bailaor que había abandonado a mediados de los ochenta por un problema de corazón.

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'Voy a salir de guardia civil. Soy capaz de ponerme hasta un tricornio y liarme a guantazos con el mundo', dice con guasa Soler para explicar su papel en el nuevo montaje de Galván.

'La culpa de que no se le preste la devida atención a la percusión la tienen los que se dedican a esto. Hay chavales tocando el cajón que hacen divinamente un tanguito o una rumba, pero no conocen bien los cantes grandes y no pueden hacerlo. Hay que saber parar y escuchar', recomienda el artista quien popularizó el cajón peruano en el flamenco a principio de los ochenta.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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