El presidente brasileño, Cardoso, pide que Europa no se obsesione por la seguridad
'No queremos que las potencias sustituyan la agenda de la esperanza por la del miedo'
Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil, puso ayer la voz de América Latina en la conferencia de Madrid para lanzar un apasionado llamamiento a fin de que los sucesos del 11 de septiembre no ofusquen la capacidad de los líderes de buscar un desarrollo equilibrado. 'Comprendemos las reacciones más que justificadas a las amenazas del terrorismo y del uso de armas de destrucción masiva. Pero no queremos que, movidas por el miedo, las grandes potencias sustituyan la agenda de la esperanza, obsesionándose únicamente con el tema de la seguridad'.
Para el presidente del mayor país latinoamericano, con 170 millones de habitantes y uno de cada cinco de ellos pobre, la 'agenda de la esperanza' se cifra en lograr 'el comercio abierto, una nueva arquitectura financiera, la lucha contra la pobreza y la exclusión social y cultural'. Son prioridades distintas de las de la agenda europea, que, según expuso el presidente de turno de la Unión Europea, José María Aznar, al inaugurar la conferencia, destaca al terrorismo como el mayor reto que tiene el mundo.
Cardoso, socialdemócrata, profesor universitario en Francia durante años, intervino también en la sesión inaugural por haber sido el anfitrión de la primera edición de esta cumbre eurolatinoamericana, hace tres años, y dijo: 'Hoy, las cuestiones de seguridad, la búsqueda de mecanismos de gobernación en el contexto de la globalización, el tratamiento de temas de alcance universal imponen que no pensemos exclusivamente en los intereses de los propios Estados, sino también, y fundamentalmente, que pensemos en la humanidad. Tenemos ante nosotros la tarea de construir una ciudadanía planetaria. Puede que sea un sueño, una utopía. Sin embargo, es una utopía necesaria. Es un incentivo y una inspiración'.
Globalización
El presidente brasileño quiere que el orden internacional en el siglo XXI 'sea plural, policéntrico, sin monopolios de poder o de riqueza', algo que no parece realizable a través del proceso de globalización.'Hay una preocupación respecto a la sinceridad del compromiso de la comunidad internacional con el libre comercio y con la construcción de un orden propicio al progreso de todos. Hay una percepción de que el proteccionismo ha sido condenado como instrumento de desarrollo de los más pobres tan sólo para convertirse en instrumento de defensa de los privilegios de los más ricos', añadió. Más claro no se puede decir en una conferencia internacional que los ricos exigen a los pobres que abran sus mercados mientras les siguen cercando con toda suerte de 'barreras insalvables' como 'subvenciones agrícolas, sobretasas industriales, picos y escaladas arancelarias, medidas discriminatorias, cuotas'.
'El comercio no es un fin en sí mismo. Debe generar empleos, eliminar las iniquidades, transferir tecnología', proclamó Cardoso frente a tanto apologeta de un liberalismo interesado.
Pero el discurso de Cardoso tiene otros vuelos que se manifiestan cuando dice que 'la eficacia que nos interesa no es la de la fuerza, sino la que proviene de la libre unión de voluntades. Esta eficacia no existe sin la legitimidad'. O que 'tampoco es cosa del pasado la acción ilustrada a favor de una cultura universal de la libertad, acción que, por otra parte, se ve facilitada por las conquistas tecnológicas de la informática y de las telecomunicaciones'.
Cardoso cree que 'Europa puede contribuir a que el sistema internacional se vuelva más solidario, más representativo, y, por ende, más legítimo y eficaz'. De ahí su llamamiento a la cumbre, en un momento en el que, dijo, 'hay en curso una especie de redescubrimiento de América por parte de Europa Latina, especialmente de España'.
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