El 'Liceo francés' contra Le Pen
Miles de escolares toman las calles de París para intentar frenar el auge del líder ultraderechista en las urnas
Parecía que la lluvia iba a votar Le Pen. Unos minutos vaciló entre el voto en blanco y la abstención. Llovía a ráfagas concisas. Pero la climatología se inclinó, al final, por la democracia. La manif de estudiantes de los liceos de París pudo congregarse con un sol apreciable en la Place de la République hacia las dos y media de la tarde para gritar su juvenil non al líder de la extrema derecha.
Durante una media hora la concentración desgranó un dudoso ballet dando vueltas en torno al monumento a la gloria republicana. Pero no cesaban de llegar columnas y columnas, como unas Brigadas Internacionales del anti-racismo, que engrosaban la kermesse adolescente. Hacia las tres el cortejo se puso, por fin, en marcha para recorrer los cuatro kilómetros hasta la Place de la Nation, términos sin duda muy queridos por la protesta de la infancia, el primero como defensa institucional, y el segundo para no dejárselo gratis al candidato que el domingo disputará al saliente Jacques Chirac la presidencia de la República.
Una vez desenroscada la serpiente tendría más de un kilómetro de longitud y no bajarían de 15.000 los estudiantes de entre 15 y 18 años que festivamente desplegaban desde pancartas para mayores hasta cartones improvisados con cualquier leyenda garabateada en rotulador. Había los ya clásicos No pasarán, en español en el original, junto a numerosas y escasamente sutiles combinaciones con Front National, Front de la Haine (Frente Nacional, Frente del Odio). La chiquillería salmodiaba eslóganes elementales con intensidad de ripio. 'Abajo Le Pen' era el cuerpo central y más elaborado de todos ellos. La escuela pública francesa debe estar también en decadencia. Pero las maneras de la audiencia eran irreprochables. En España, una mani contra algo tan poco ornamental como Le Pen habría cultivado la palabra soez y la cruda referencia al árbol genealógico. Estos niños, obviamente generosos, parecían preparados para, el día de mañana, votar a los mismos partidos que sus padres. Ni una procacidad, ni un corte de mangas barriobajero. Los manifestantes, de tantos colores como Francia tuvo imperio, carecían de ira. Su oposición al xenófobo Le Pen era más un test de aptitud nacional que una auténtica demostración de rabia.
La policía, increíblemente numerosa para cuidar de un sosiego público que sólo sufrió agresiones de volumen auditivo, formaba cordones impenetrables que nadie trataba de penetrar. Apenas alguna nota discordante, sin duda, de un agitador infiltrado. En una pared un póster proclamaba un Chirac por la Juventud, y una mano había intercalado un prometedor 'en prison' entre Chirac y la Jeu-nesse.
A las 4.15 el clima, visiblemente cansado de portarse bien, descargó un chaparrón disuasivo sobre el cortejo. Visto y no visto. Con sólo la vidriera rota de un establecimiento inocente, la multitud se recogió para salir de nuevo, como los caracoles, al volver el sol. La concentración, cariñosa, había sido una especie de prolongación de estudios, casi un trabajo de campo. Al final, en la Nation hubo discursos y muchas risas. Esto también es un non.
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