EE UU asume su condición de imperio global
La seguridad es la palabra clave de la nueva doctrina estratégica de la única superpotencia
'El triunfo de la libertad y el futuro del mundo civilizado dependen ahora de nosotros'. Esta frase fue pronunciada el pasado martes por el vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, en una base norteamericana en Egipto. 'Nada es más importante que nuestro presupuesto militar', dijo George W. Bush en su visita, el viernes, a un cuartel de Carolina del Norte. Ambas afirmaciones reflejan el ánimo con el que Washington afronta la 'segunda fase' de la guerra contra el terrorismo y, sobre todo, demuestran que EE UU ha asumido sin reparos, tras el 11 de septiembre, su condición de imperio mundial.
En la nueva doctrina geoestratégica de Estados Unidos, la palabra clave es 'seguridad'. La paradoja consiste en que el país más poderoso de la historia actúa a partir del miedo a nuevos atentados, y en que su agresividad, percibida como arrogancia en gran parte del planeta, esconde un cierto pánico ante el vacío. Europa critica a EE UU por no contar con sus aliados, mientras Washington se queja de carecer de interlocutores válidos. Desde su punto de vista, la caída de la URSS y la incapacidad europea para erigirse en potencia han dejado a EE UU como responsable único del mundo.
'No queremos este papel. No estamos hechos para la función imperial. Pero alguien tiene que resolver los problemas', opina Marc Trachtenberg, profesor de estrategia de seguridad e historia de la diplomacia en la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA). 'Los europeos se quejan y, sin embargo, les resulta muy cómodo que les garanticemos el suministro de petróleo o les solucionemos conflictos internos como el de Kosovo', agrega.
Una parte de la política exterior estadounidense refleja las características de la actual Administración republicana, dirigida por un presidente altamente emocional, cargada de halcones y muy vinculada a la industria militar.También obedece al ansia de justicia y venganza de una gran mayoría de los ciudadanos, expresada de forma diáfana en las encuestas. Casi nadie duda, sin embargo, que cualquier otra administración actuaría, a grandes rasgos, de forma similar. Académicos como Cosimir Yates, director del Centro para la Paz y la Seguridad de la Universidad de Georgetown, se sorprenden de que el resto de Occidente no perciba tan claramente como EE UU 'un peligro que afecta a todos' y consiste en 'la combinación del terrorismo global y armas de destrucción masiva'.
'Es comprensible que algunas potencias regionales teman que el imperio americano aproveche las circunstancias para expandir su dominio global. Pero ese dominio también perjudica a EE UU, cuyo ejército siempre está al límite de sus recursos y cuya presencia en decenas de países provoca animadversión', comenta Yates.
Washington preferiría disponer de aliados que asumieran alguna de sus bases exteriores o alguna de sus funciones en zonas tan inestables como Oriente Próximo o Asia Central. Europa no puede. Incluso en su habitual misión secundaria como fuerza de paz, los países europeos son subsidiarios. 'Si los americanos abandonaran Afganistán, nosotros no podríamos seguir ejerciendo funciones policiales y tendríamos que irnos antes que ellos', comentaba recientemente un diplomático europeo acreditado ante la ONU. ¿Por qué? 'Porque tenemos que irnos con sus aviones. Sin ellos, no podríamos evacuar nuestras fuerzas'.
Estados Unidos ha apostado por un sistema de seguridad internacional basado en la potencia de su ejército. Europa prefiere ofrecer ayudas al desarrollo. La opción europea, quizá más efectiva a largo plazo, se ve dañada por su relativa incoherencia diplomática y 'por su falta de realismo', señala el profesor Trachtemberg, quien advierte de que la falta de contrapesos al poderío americano crea 'resentimiento' y riesgos futuros: 'Podemos llegar a intoxicarnos con nuestra fuerza e impulsar políticas disparatadas, basadas en la imposición de nuestro sistema y nuestra ideología al resto del mundo'.
El desinterés europeo por la fuerza militar asombra a los estadounidenses. Convertir una bomba normal en una bomba inteligente cuesta 18.000 dólares (20.000 euros), pero UE carece de esas armas. Parte de las fuerzas de paz alemanas tienen que volar a Afganistán en aviones alquilados en Rusia y Ucrania, por falta de aviones propios. Mientras el Pentágono gasta en investigación y desarrollo 28.000 dólares por soldado, la media europea es de 7.000. 'Eso sí, cuando nosotros utilizamos la fuerza, nos llaman matones', ironiza Trachtenberg. 'Gracias a Dios', añade, 'hace ya tiempo que los estadounidenses no hacen ningún caso a lo que dicen los europeos'.
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