El martes y 13 de Ahmad Mardini
Uno de los detenidos en España en la redada contra Al Qaeda sufre una verdadera pesadilla tras su puesta en libertad
Ahmad Mardini Dakichly, de 50 años, no era supersticioso hasta el pasado 13 de noviembre, martes, en que su vida dio un giro radical: fue detenido como presunto miembro de la red de Al Qaeda (La Base) en España, estuvo incomunicado cinco días en una celda del cuartel madrileño de Canillas, bloquearon su cuenta en Caja Madrid y perdió su trabajo. 'Me han dicho que me seguirán pagando, pero que no vuelva', dice. Para colmo, su fotografía salió por error en cuatro cadenas de televisión como uno de los ocho colaboradores de Osama Bin Laden que finalmente ingresaron en prisión, cuando en realidad estaba libre y sin cargos.
La pesadilla de este sirio, nacionalizado español, casado con una zamorana y padre de tres hijos, empezó a las 7.30. Un policía de paisano le abordó frente a la puerta de su casa en San Martín de la Vega, localidad situada a las afueras de Madrid, cuando iba a tomar su coche, con el que repone productos de Coca-Cola en los centros comerciales de la zona. Varias furgonetas de policía rodeaban la zona. 'Me dijo que estaba detenido por pertenencia a banda armada e instintivamente pensé en ETA o en los GRAPO', recuerda.
'Mañana no vengas a trabajar. Los de Coca Cola no quieren que sigas repartiendo'
A las 9.30, cinco agentes registraron su casa durante tres horas en presencia de la secretaria judicial de Valdemoro, una localidad próxima. Una cuchilla con la que corta las cajas de bebidas, un curso de simulación de vuelo de Planeta Agostini de uno de sus hijos -que hizo el servicio militar en aviación-, y una foto de las Torres Gemelas avivaron las sospechas de los policías que leyeron a Mardini la orden de detención en la que se le acusaba de pertenecer a Al Qaeda, falsificar documentos y enviar dinero a Bin Laden. '¿Cómo voy a mandar dinero a ese malnacido si hasta tengo deudas con la Seguridad Social?', espetó el detenido a sus captores.
A la una de la tarde, Ahmad fue fichado en dependencias policiales de Moratalaz. Le hicieron fotos de frente, del lado derecho y del izquierdo; le tomaron sus huellas y pasó un reconocimiento médico. Una hora más tarde entraba en el cuartel policial de Canillas, donde le filmaron en vídeo y le quitaron los cordones de los zapatos y el reloj. Allí permaneció cinco días incomunicado en aplicación de la Ley Antiterrorista. Ni María, su mujer, ni sus tres hijos tuvieron noticias de su estado ni de su paradero.
Traspaso de negocio
El jueves 15, Mardini respiró cuando una delegación del juzgado instructor de la Audiencia Nacional le visitó en el cuartel. 'No hacía más que preguntarme una y otra vez qué hacía allí hasta que vinieron a interrogarme y me preguntaron si conocía a Osama Darra, uno de los detenidos. Entonces me tranquilicé y comprendí que todo era producto de una confusión. Que aquella pesadilla tenía su origen en el traspaso de mi negocio en Madrid'.
Ahmad Mardini vendía decomisos en una tienda en el número 7 de la madrileña calle de los Hermanos Machado hasta que en 1996 decidió trasladarse con su familia a San Martín de la Vega, a media hora en coche desde la capital. 'Comenté en la mezquita de la M-30 que quería vender el negocio y se presentaron dos personas. No les pregunté cuál era su ideología. Llegamos a un acuerdo, me pagaron y les dí mi teléfono por si necesitaban contactar con proveedores o tenían problemas con la alarma del local', explica.
Osama Darra y Mohamed Needl, los que se hicieron cargo de su negocio de decomisos, eran muyahidin y defraudaron con tarjetas de crédito falsas dos millones de pesetas que enviaron a Abu Salah, destacado miembro de Al Qaeda. Presuntamente, su función era prestar apoyo financiero e infraestructura a la yihad. Ese mismo jueves 15 de noviembre estaban los dos en otra celda del cuartel de Canillas sin que Mardini lo supiera.
El sábado 17, Ahmad Mardini salió esposado hasta los calabozos de la Audiencia Nacional, donde esperó su turno para declarar ante Baltasar Garzón, el juez instructor de la causa. Delante de él pasaron los otros 10 detenidos, entre ellos Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, otro sirio de 38 años, nacionalizado español, del que jamás había oído hablar y al que la policía atribuye su presunta participación en los atentados del 11 de septiembre en EE UU que causaron más de 3.700 muertos.
A la 1.30, Mardini salía libre y sin cargos de su interrogatorio judicial. Sus explicaciones al juez del encuentro circunstancial que había mantenido cinco años antes con Darra y Needl y la ausencia de pruebas que le incriminaran en la célula de Bin Laden convencieron al magistrado.
Pero la pesadilla no había hecho más que empezar. Al día siguiente, domingo 18, este sirio, que lleva 31 años en España y ha trabajado como informático, camionero, auxiliar de enfermería y ahora reponedor de Coca-Cola, contempló con estupor desde el sofá de su casa cómo varias televisiones reproducían su fotografía entre las de los ocho presuntos miembros de Al Qaeda que habían ingresado en prisión. La imagen de un hombre con chaqueta roja que sonreía al cámara que le había grabado días antes en el cuartel policial. Un error se sumaba a otro en una cadena de fatalidades interminables. ¿Qué más podría pasarle?, se preguntó en voz alta.
A las 7.30 del lunes 18, Mardini tomó su vehículo y salió a trabajar como si nada hubiera ocurrido. Repuso las bebidas por Pinto, San Martín y Ciempozuelos, aguantó la broma de un compañero que le recibió con el saludo de ¡qué tal, Bin Laden!, y se retiró a descansar a su casa de 80 metros cuadrados. El teléfono perturbó su siesta. Era su monitor de la empresa de repartos. Según su relato, éste fue el mensaje: 'Mañana no hagas la ruta. Se ha enterado la gente de Coca-Cola y no quieren que sigas'. La lectura del auto de Garzón en el que había decretado su libertad no sirvió de nada.
El martes 19 también fue aciago. 'Fui a ver al jefe y estuvo muy comprensivo y amable. Me dijo que lo sentía mucho. Que no podían contradecir a Coca-Cola y que no volviera a trabajar hasta terminar el contrato. Que me pagarían como si estuviera de vacaciones'. Mardini se había quedado sin trabajo. Las 150.000 pesetas que ganaba al mes, con la gasolina y las dietas, se han reducido a 90.000, ya que sólo recibe el sueldo base. Además, la renovación de contrato prometida por la empresa se ha esfumado.
El miércoles 20, sin trabajo y atravesado por las miradas inmisericordes y desconfiadas de algunos vecinos de su barrio, los mismos que hace meses le pedían que les arreglara su televisor, Ahmad Mardini se acercó por su banco, Caja Madrid. Su cuenta había sido bloqueada por Garzón y cuando exhibió el auto de libertad, su certificado de inocencia, para pagar su hipoteca, el empleado de la ventanilla le espetó: 'Si el señor juez no tuviera indicios no le habrían detenido'. '¿Me va usted a juzgar a mí?', contestó el español de origen sirio que se define como una persona alejada de la religión, odia el fanatismo y califica a Bin Laden de asesino: 'Primero fue Hitler. Ahora es Bin Laden. La religión ha hecho mucho daño. A estos fanáticos los metería en el psiquiátrico y sacaría a los locos'.
Mardini intenta reponerse del trance con la ayuda de su familia y de sus amigos. Pero en el camino todavía surgen sorpresas desagradables. Una vecina que blandía un ejemplar de la revista Pronto le abordó esta semana en la calle y le mostró el titular de la publicación: 'Garzón ordena prisión para 8 de los 11 terroristas islámicos'. Ahmad Mardini estaba libre y sin cargos, pero alguien le recordaba que seguía siendo un 'terrorista'. Confiesa que todavía tiene miedo. Que mira a derecha e izquierda cuando sale de su casa. Junto a él fueron puestos en libertad Mohamed Kalaje y Mohamed Arabi.
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