Viaje al corazón del régimen
Los talibanes aseguran no temer la muerte de su líder, el mulá Omar, porque cualquier otro musulmán puede reemplazarlo
Los talibanes no temen que la eventual muerte de su líder Mohamed Omar pudiera provocar la desintegración del régimen fundamentalista que gobierna Afganistán. Otro musulmán podría reemplazarlo, según indicó ayer Hasan Rehmani, gobernador de Kandahar, la ciudad fortaleza del guía espiritual de los talibanes. 'Somos musulmanes. Somos una organización. Estas cosas pasan, pero una persona puede ser reemplazada por otra', aclara el gobernador.
En la ciudad bombardeada de Kandahar, donde los escombros procedentes de casas derribadas ensucian las calles, los habitantes se muestran orgullosos del mulá Omar y de su invitado, Osama Bin Laden, a quien protege de los ataques estadounidenses. Los vecinos de Kandahar realizaron estas declaraciones a los periodistas durante una visita guiada a la zona organizada por los talibanes.
Los talibanes aseguran disponer de 'una gran reserva de armas' para afrontar los ataques
'Muerte a Bush, muerte a Musharraf', gritan los ciudadanos de Kandahar
'No cundirá el pánico', afirmó desafiante el gobernador de Kandahar en una conferencia de prensa cuando se le preguntó por los ataques estadounidenses que habían alcanzado objetivos talibanes. Rehmani confirmó que el líder espiritual Omar está cerca de Kandahar, aunque dijo desconocer el lugar exacto: 'Está sano y salvo. Permanecemos en contacto con él continuamente'.
El mulá Mohamed Omar, hijo devoto de un granjero, creó el movimiento talibán en 1994 y sirvió de inspiración a los muyahidin de turbante negro para alcanzar la victoria y conquistar el Gobierno de Afganistán dos años después, en 1996.
Además de guardar a Omar, los talibanes almacenan armas en Kandahar. Los reporteros que visitaron la ciudad pudieron ver a guerreros talibanes armados con lanzacohetes y rifles de asalto dispersos por la zona. No se les mostró, sin embargo, ningún silo, aunque el gobernador de la ciudad zanjó cualquier duda sobre su munición de forma tajante: 'Tenemos una gran reserva de armas. Estamos seguros de que no habrá desabastecimiento'. Las armas proceden de la 'era muyahidin', dijo Hasan Rehmani refiriéndose a la guerra de resistencia al poder soviético librada entre 1979 y 1989. Fue Estados Unidos el país que entonces les suministró el armamento para acabar con la ocupación de la Unión Soviética.
El gobernador de Kandahar quiso dar la bienvenida a todos aquellos musulmanes que quieran unirse a su guerra santa. Al contrario de lo manifestado por otros representantes del régimen, como el embajador talibán en Afganistán, Abdul Salam Zaif, Hasan Rehmani dijo que los talibanes no rechazarán a nadie que quiera luchar por su causa en línea con la yihad que declaró el mulá Omar contra las naciones que han apuntado hacia ellos. 'Todo musulmán está obligado por la yihad a sacrificar su vida y su riqueza para ayudarnos', aclaró. Tan sólo un día antes, varios centenares de paquistaníes lograron permiso de las autoridades talibanes en la provincia oriental de Nangarhar para cruzar la frontera y sumarse a su guerra.
En lo que aparentemente se constituyó como una multitud espontánea al paso de los periodistas que visitaban Kandahar, se alzaron voces que gritaban: 'Muerte a Bush'. 'Muerte a Musharraf [presidente de Pakistán, que apoya los bombardeos estadounidenses]'. Otros exclamaban: 'Larga vida a Osama'. 'Estamos con el mulá Omar'. No fue posible averiguar si el espectáculo había sido organizado.
Frente a la adhesión hacia Bin Laden y los talibanes, los ciudadanos de Kandahar mostraban poco apego al ex rey Zahir Shah, obligado a dejar el poder tras un golpe de Estado en 1973 y al que Occidente considera una pieza clave en la reconstrucción del Afganistán postalibán. 'No queremos a Zahir Shah', sentenció un comerciante en el bazar del centro urbano. 'Dirigió el país durante 25 años y cuando los soviéticos invadieron el país se marchó fuera. No aceptamos a ninguna persona impuesta por fuerzas extranjeras'.
Como refugio del mulá Omar, la ciudad de Kandahar y sus instalaciones militares son uno de los principales objetivos de los ataques lanzados por Estados Unidos. Pero los residentes muestran desafiantes su apoyo al régimen: 'Son musulmanes, son nuestros hijos', concluye un vendedor del bazar.
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