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'No quiero mujeres ni impíos en mi funeral'

El testamento de Mohamed Atta, dictado en 1996 y hallado entre sus papeles, revela su integrismo religioso

'Aquellos que amortajen mi cadáver, deben cerrarme los ojos y rezar para que vaya al cielo, deben vestirme con nuevas ropas y no dejarme con aquellas con las que muera'. El 11 de abril de 1996 Mohamed Atta hizo testamento en presencia de dos testigos en Dhu Al Kada. El terrorista egipcio que el 11 de septiembre de 2001 estrelló un Boeing 757 de American Airlines contra una de las Torres Gemelas dejó constancia en 18 detallados puntos de su fervor religioso islámico y dio precisas instrucciones para su amortajamiento y para su entierro. En 1996, uno de los estrategas del atentado terrorista más sangriento de la historia estaba lejos de imaginar que su cuerpo iba a estallar en pedazos en el centro de Nueva York.

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Su testamento, que comienza con la frase ritual de En nombre de Dios todopoderoso fue hallado en la bolsa de viaje de Mohamed Atta, descubierta por el FBI en el aeropuerto de Boston, de donde partieron varios terroristas, y ha sido difundido por la revista alemana Der Spiegel en su número de esta semana.

'Nadie debe llorar, ni gritar, ni rasgarse las vestiduras, ni abofetearse la cara [en mi funeral] porque son gestos necios'. 'Las mujeres no deben acudir a mi funeral ni visitar más tarde mi tumba'. 'Rechazo que mujeres embarazadas o personas impuras se despidan de mí'. 'Nadie que, en el pasado, se haya llevado mal conmigo, debe visitar [mi tumba] ni besarme ni despedirse de mí'. 'Aquellos que laven mi cadáver deben ser buenos musulmanes. No debe ser mucha gente, a menos que sea totalmente necesario'. 'Aquel que lave la parte de mi cuerpo cercana a los genitales debe llevar guantes para que yo no sea tocado en esa zona'.

Junto a estas rígidas normas morales, el testamento de Mohamed Atta incluye otras instrucciones de carácter social en lo que se refiere, por ejemplo, al destino de sus bienes y pertenencias, al sacrificio de un animal o al rechazo de supersticiones. De este modo, el terrorista islámico dictó en el punto 15 de su testamento que se debía sacrificar un animal, sin especificar cuál, y que 'la carne debía ser repartida entre los necesitados'. Rechaza Mohamed Atta que su tumba sea visitada cada 40 días o que se celebre una ceremonia conmemorativa de su muerte cada año, como es costumbre entre algunos musulmanes. 'No quiero eso que no se corresponde con los preceptos islámicos'.

En cuanto a su herencia deja escrito que un tercio de sus bienes se repartan entre los pobres, al tiempo que muestra su deseo de que sus libros sean entregados a una mezquita. En un tono solemne y amenazante, Mohamed Atta hace responsables de los incumplimientos a todos aquellos que hayan leído su testamento y hayan organizado sus exequias. La minuciosidad de las últimas voluntades de Mohamed Atta llega al extremo de aclarar que desea que su mortaja esté compuesta por tres capas de algún tejido blanco, 'pero no seda ni otro material caro'. 'Aquellos que dejo atrás', concluye el testamento, 'deben ser temerosos de Dios, no deben dejarse embaucar por las cosas materiales de la vida y, en su lugar, deben rezar y ser buenos creyentes'.

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