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LA GUERRA DEL SIGLO XXI

Uzbekistán, primer aliado de EE UU en Asia Central

El presidente uzbeko actuó sin consultar a Moscú para pactar con Washington

Pilar Bonet

Al prestar sus instalaciones a Estados Unidos para una acción bélica contra Afganistán, Uzbekistán ha abierto el espacio postsoviético a la potencia militar norteamericana. Washington se convierte así por primera vez en un factor militar activo en la antigua Asia Central soviética desde las mismas bases que Moscú utilizó en defensa del régimen prosoviético de Kabul.

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Las circunstancias excepcionales de la operación y la sintonía antiterrorista entre Moscú y Washington suavizan -o tal vez enmascaran- las tensiones que la presencia militar norteamericana en Asia Central hubiera producido de otro modo en Moscú, dadas las concepciones geoestratégicas del Kremlin y la sensación de acoso con la que han reaccionado los dirigentes políticos y militares rusos ante la extensión de la presencia norteamericana en el mundo.

El 24 de septiembre, Moscú anunció que iba a prestar una amplia ayuda a Washington, incluidos corredores aéreos para transportes humanitarios. La cronología de los acontecimientos significativos ocurridos antes de que Moscú elaborara su posición (visitas de altas delegaciones norteamericanas a Tash-kent, la capital de Uzbekistán, aterrizajes de aviones estadounidenses en bases militares uzbekas) indican que Rusia tomó sus decisiones cuando Uzbekistán ya se había puesto de acuerdo con los norteamericanos para ir mucho más lejos.

Islám Karímov, presidente de Uzbekistán desde 1991 y antes, en época soviética, jefe del partido comunista de la República Socialista de Uzbekistán, conversó por teléfono con el presidente norteamericano George W. Bush el 19 de septiembre. Después, ambos países comenzaron a elaborar planes bilaterales. Las instalaciones aéreas de Tuzel, en las cercanías de Tashkent, las de Kukaida, y la base de Termez, en la frontera con Afganistán, son lugares familiares para los pilotos soviéticos que durante 10 años hicieron la guerra en Afganistán (1979-1989). Uzbekistán es miembro de la CEI (Comunidad de Estados Independientes u organización de países ex soviéticos liderada por Rusia), pero no de la alianza militar dentro de esta organización, y por lo tanto no está vinculada a ningún compromiso militar internacional con Rusia. Uzbekistán, sin embargo, pidió ayuda a los rusos para reforzar su deficitario sistema de defensa antiáerea y es también miembro del grupo de Tashkent, que prevé la colaboración en temas de antiterrorismo entre Rusia y otros cinco Estados asiáticos (incluida China). A mediados de los años noventa, Uzbekistán, Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia crearon el GUUAM, una organización paralela a la CEI, que simpatiza con la OTAN y que es percibida desde Moscú como parte de los esfuerzos norteamericanos para sitiar a Rusia y a sus aliados. El GUUAM ha tenido poca incidencia práctica, pero existe en tanto que estructura susceptible de ser activada en caso de necesidad y también como diseño o columna vertebral de una alternativa a Moscú y sus aliados.

Islám Karímov, que compite con el dirigente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáiev por ser reconocido como líder de Asia Central, ha actuado sin consultar a nadie a la hora de pactar con Washington y lo ha hecho sigilosamente. Observadores políticos creen que Karímov ve en los norteamericanos una gran oportunidad para afianzarse frente a sus adversarios internos, a los que persigue implacablemente. En su último informe sobre derechos humanos, el Gobierno de Estados Unidos criticaba duramente la falta de libertades políticas y religiosas en Uzbekistán, y denunciaba la desaparición de adversarios políticos, la tortura y la represión en aquel país. Los musulmanes, afirmaba un documento difundido por el Departamento de Estado, han sido los grupos más perjudicados por los abusos del Gobierno uzbeko contra el derecho de religión. Los cinco atentados terroristas que tuvieron lugar en Tashkent en febrero de 1999 sirvieron a Karímov para endurecer su persecución contra los islamistas.

Alianza postsoviética

De querer entenderse, los líderes de la Confederación de Estados Independientes (CEI), que este año celebra su décimo aniversario, tienen mucho que aportarse mutuamente. Sobre el telón de fondo del deshielo ruso-norteamericano cunden los ejemplos positivos. Así, el presidente de Georgia, Edvard Shevardnadze, ha dicho que está dispuesto a participar en conversaciones de paz entre Moscú y el líder checheno, Aslán Masjádov. En contrapartida, se aclaran las nubes sobre el conflicto entre Georgia y Abjasia, la región secesionista de Georgia, donde Rusia tiene una gran influencia. Tras dos años de ausencia, los abjasos han anunciado que a principios de octubre participarán en las sesiones del consejo coordinador de la ONU dedicadas a la regulación del conflicto. Kazajistán, por su parte, ha cortado la comunicación férrea entre Dushambé y Astraján. El tren que cubre este trayecto es la única comunicación entre Tayikistán y Rusia, y también una fuente de refugiados y de narcóticos. El presidente Vladímir Putin ha dicho que la heroína de Afganistán supone un 28% del consumo de narcóticos en Rusia. Según Putin, hay 269.000 consumidores de droga registrados en Rusia y uno de cada cinco reclutas consume narcóticos, un negocio que en Rusia supera los 1.000 millones de dólares, según aseguró el presidente.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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