En la guerra civil del Islam, reforcemos a los buenos
Si este ataque perpetrado contra Estados Unidos por una extensa célula terrorista es el equivalente a la III Guerra Mundial, no es demasiado pronto para empezar a pensar en cuáles podrían ser sus consecuencias geopolíticas a largo plazo.
Al igual que la I y la II Guerras Mundiales produjeron nuevos órdenes y divisiones, también podría hacerlo esta guerra. ¿Cuáles podrían ser?
El ministro de Exteriores israelí, Shimon Peres, ofrecía la siguiente posibilidad: hace varias décadas, señaló, descubrieron que fumar produce cáncer. Poco después de eso, la gente comenzó a solicitar secciones para fumadores y no fumadores. 'Bien, el terrorismo es el cáncer de nuestra era', dijo Peres. 'Durante la última década, muchos países querían negarlo o justificar por qué podían seguir tratando con los terroristas. Pero después de lo que ha sucedido en Nueva York, todo el mundo lo sabe. Esto es un cáncer. Es un peligro para todos nosotros. De modo que cada país debe ahora decidir si quiere ser fumador o no fumador, un país que apoya al terrorismo o uno que no'.
Peres tiene cierta razón -este tipo de división va a emerger-, pero debemos ser muy, muy cuidadosos respecto a cómo se hace, y a quiénes asigna Estados Unidos al sector de fumadores y de no fumadores.
Como ha señalado el propio Peres, éste no es un choque de civilizaciones: el mundo musulmán contra los mundos cristiano, hindú, budista y judío.
El verdadero choque actual no es realmente entre civilizaciones, sino dentro de ellas: entre aquellos musulmanes, cristianos, hindúes, budistas y judíos con una visión moderna y progresista, y aquellos con una visión medieval. Cometemos un gran error si nos limitamos a rechazar el mundo musulmán, sin comprender que muchos musulmanes se sienten atrapados en Estados problemáticos y que miran hacia Estados Unidos como modelo e inspiración.
'El presidente Lincoln dijo del Sur después de la Guerra Civil: `Recuerden, ellos rezan al mismo Dios´, señalaba el experto en Oriente Próximo Stephen Cohen. 'Lo mismo se puede decir de muchos, muchos musulmanes. Debemos combatir a los que entre ellos sólo rezan al Dios del Odio, pero no queremos ir a la guerra con el Islam, con todos los millones de musulmanes que rezan al mismo Dios que nosotros'.
Los terroristas que atacaron Estados Unidos el 11 de septiembre son personas que le rezan al Dios del Odio. Su atentado no tiene como objetivo cambiar una política estadounidense determinada, no plantearon ninguna exigencia. Su atentado está movido por el puro odio y el nihilismo, y sus objetivos son las instituciones en las que se basa el modo de vida estadounidense, desde nuestros mercados hasta nuestro ejército.
Es necesario desarraigar y destruir a estos terroristas. Pero no debe hacerse de manera que nos convierta en los principales captadores de seguidores de Osama Bin Laden.
Porque estos terroristas musulmanes no sólo querían matar estadounidenses. Ésa no es toda su misión. Esta gente piensa estratégicamente. También quieren provocar el tipo de represalia masiva estadounidense que no distingue unos musulmanes de otros.
Ésa sería su victoria suprema, porque conciben el mundo como un choque de civilizaciones, y quieren que todo musulmán lo vea de esa manera y se una a su yijad.
Los estadounidenses sólo consiguieron realmente derrotar a las grandes tabacaleras cuando personas de dentro hablaron públicamente y admitieron que su propio sector, y sus propios jefes, eran vendedores de cáncer.
De manera similar, la única oportunidad real de derrotar a estos terroristas nihilistas no es sólo bombardearlos. Eso es necesario, pero no suficiente, porque otra generación brotará después de ellos y tomará su puesto. Sólo sus propias comunidades religiosas y sus propias sociedades pueden realmente frenarlos y deslegitimarlos. Y eso sólo sucederá cuando la mayoría musulmana reconozca que los Osama bin Laden están conduciendo a la destrucción y a la denigración de su propia religión y de sus sociedades.
Esta guerra civil dentro del Islam, entre los modernistas y los medievalistas, lleva en realidad años librándose, especialmente en Egipto, Argelia, Arabia Saudí, Jordania y Pakistán. Necesitamos fortalecer a los buenos de esta guerra civil. Y eso requiere una estrategia social, política y económica tan avanzada y generosa como la militar.
El no aplicar una represalia feroz a este ataque es sencillamente invitar a que se produzca otro peor mañana, y una interminable guerra contra los terroristas. Pero llevar a cabo una represalia que no distinga entre aquellos que rezan al Dios del Odio y aquellos que rezan al mismo Dios que nosotros es invitar a que se produzca una interminable guerra entre civilizaciones, una guerra que nos pondría a todos en la sección de fumadores.
Thomas L. Friedman es periodista y columnista político.
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