El primer ministro indio acepta visitar Pakistán como prueba de distensión
El conflicto de Cachemira sigue enfrentando a Nueva Delhi e Islamabad
El roce que surgió respecto al territorio que India y Pakistán se disputan desde hace 54 años no surgió en las dos entrevistas mantenidas por los mandatarios, sino por las declaraciones que siguieron a la reunión, lo que muestra la intensa susceptibilidad presente en la cumbre. La ministra india de Información, Sushma Swaraj, declaró que los dirigentes hablaron sobre terrorismo transfronterizo, reducción del riesgo nuclear, relaciones comerciales y prisioneros de guerra, y no hizo referencia al conflicto territorial, que, según la delegación pakistaní, fue tratado en la conversación.
Como respuesta, la delegación pakistaní emitió un comunicado recordando que la clave del conflicto está en que la mayoría de los habitantes cachemires es musulmana, y que no se podrá avanzar hacia la normalización de la zona a menos que se respeten los deseos de la mayoría de esa población, en referencia velada a los derechos de Pakistán sobre la zona. No obstante, estaba prevista para hoy una nueva reunión entre los dos dirigentes que podría producir alguna declaración conjunta que apueste por continuar el diálogo.
India dejó claro antes de la cumbre que deseaba abordar varios asuntos, no sólo el de Cachemira, un territorio donde la guerrilla busca desde 1989 la secesión a través de la violencia y que ha desatado dos de las tres guerras entre ambos vecinos desde su independencia del Reino Unido en 1947.
Sin felicidad
"El legado del pasado no es de felicidad", manifestó la noche anterior Musharraf. "Se ha derramado sangre; se han perdido vidas valiosas. Tenemos la obligación para con las futuras generaciones de hacer todo lo que podamos para abrir un nuevo capítulo de buena voluntad y cooperación". "Creo que no puede haber solución militar a esta disputa. Puede y debe ser resuelta de forma pacífica", declaró el general.
Ese clima de entendimiento no se ha trasladado aún sobre el terreno. Las fuerzas indias informaron ayer de que en las últimas 24 horas habían abatido a 38 musulmanes separatistas, la mayoría de ellos cuando intentaban cruzar la Línea de Control, que separa la Cachemira india de la paquistaní, para infiltrarse en territorio indio. El intercambio de fuego en ese punto se reanudó en la víspera del viaje de Musharraf tras casi seis meses de calma. Estos datos elevan a 177 el número de muertos en Cachemira desde el pasado 4 de julio.
Por otra parte, el Ejército indio desmintió ayer haber iniciado la retirada de 20.000 soldados estacionados sobre la citada Línea de Control. La medida había sido filtrada por fuentes del Ministerio de Defensa el día anterior. India tiene 200.000 hombres desplegados en Cachemira para hacer frente a la insurrección que ha causado más de 30.000 muertos desde 1989. Uno de los grupos guerrilleros que combaten la soberanía india aseguró ayer haber matado a 11 soldados indios en dos emboscadas. Un portavoz policial indio sólo se hizo eco de un ataque con granadas que dejó un herido.
Descontentos con la visita de Musharraf, los extremistas hindúes -que ven al Pakistán musulmán como un enemigo irreconciliable- procedieron ayer a "purificar" con orina de vaca y agua del Ganges el memorial a Gandhi, en Nueva Delhi, que el presidente paquistaní había visitado el día anterior en compañía de su esposa, Sehba.
Musharraf volvió ayer a ejercer de turista y visitó el Taj Mahal, un mausoleo de mármol erigido en el siglo XVII por el emperador Shahjahan en memoria de su seguda esposa. Un grupo de indios aprovechó para pedir, frente al hotel en el que se celebran las reuniones, la liberación de 54 prisioneros de guerra que Nueva Delhi asegura están en manos de Pakistán desde su conflicto de 1971, que llevó a la creación de Bangladesh. Islamabad lo niega.
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