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Hazaña del Barcelona, con un desconocido espíritu de lucha

El Barcelona consiguió hacer, ante el Anderlecht, lo que nadie esperaba. Para ello puso en juego, aparte de su reconocida calidad, un desconocido espíritu de lucha, que habitualmente le falta. El Anderlecht. desconcertado como un equipo novato por el tremendo ambiente en que se disputó el partido, navegó a la deriva todo el encuentro y sólo la suerte le permitió mantener esperanzas hasta la prórroga y los penalties, porque el Barcelona, en el curso de los noventa minutos regIamentarios había hecho méritos más que suficientes para clasificarse, llegando a estrellar dos tiros en el palo.El partido comenzó, según estaba previsto, con un ambiente cargadísimo y el Barcelona lanzado al ataque. Heredia y Krankl eran los hombres más en punta, en el centro del ataque, aunque con libre movilidad: Sánchez y Asensi ejercían misiones de extremos muy ligeramente retrasados y Rexach era el hombre organizador en la media punta, arrancando siempre de una de las dos bandas. De ahí para atrás, el poder de Neeskens y Migueli y el tenaz trábalo de Zuviría -extraordinario partido el de éste- Olmo y De la Cruz, eran lo suficiente como para no dejar salir al Anderlecht del medio campo.

Del equipo belga sorprendió su capacidad para sobreponerse al tremendo ambiente a la fogosidad, traducida muchas veces en excesiva dureza de los azulgranas. No dio el Anderlecht la imagen de ser un equipo que ha tomado parte en las tres últimas finales de esta competición. Más bien pareció un equipo formado por hombres novatos fácilmente desconcertables ante una situación como la de anoche. Al Barcelona esto le permitió crecerse y le facilitó el dominio del partido que ejerció de una forma absoluta.

El primer gol llegó muy pronto por obra de Krankl en extraordinaria jugada. Este tanto terminó de encoger al Anderlecht en su área y todo lo que siguió fue un abrumador dominio del Barcelona y una sucesión de balones con más o menos peligro sobre el área belga, donde Krankl no volvió a acertar, pero donde Heredia y Neeskens se mostraban especialmente peligrosos. El primero de ellos consiguió, al borde del descanso, un segundo gol que encarrilaba realmente las esperanzas.

En la segunda mitad, mientras se esperaba el tercer gol, el ambiente siguió cangándose y llegó a su punto máximo en el minuto 75, en el que coincidieron la expulsión de Broos y la entrada por el Barcelona de un nuevo delantero, Bío, en lugar del líbero Olmo. El Barcelona jugó ya crecido y las ocasiones de gol se sucedieron hasta producir el extraordinario tanto de Zuviría, que se ha ganado un puesto en la historia del club blaugrana por este gol. En la prórroga los dos equipos acusaron cansancio, pero el Barcelona siguió rozando continuamente el gol, y se llegó a la serie de penalties con el equipo de Muller aún crecido y el Anderlecht moralmente hundido y sin fe en sí mismo, lo que tuvo indudable reflejo en los lanzamientos que corroboraron el triunfo del equipo que lo había merecido de punta a punta.

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