"La UE debe ser más ambiciosa contra la contaminación"
Estudio tras estudio, publicación tras publicación, Julio Díaz comprueba cómo a mayor concentración de partículas PM2,5 en el aire que respiramos, más muertes y más ingresos hospitalarios se registran. Y es así para todas las causas de muerte y para todas las edades. No es casualidad; es estadística. Precisamente en eso, en series estadísticas, está especializado este físico, investigador de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III que lleva años estudiando la asociación entre estas diminutas partículas, procedentes de los vehículos diésel que circulan por Madrid, y los efectos adversos en la salud.
Pregunta. Su último trabajo relaciona las partículas PM2,5 con las muertes por ictus, infartos, cardiopatías isquémicas... ¿Cuánto mayor es el riesgo a mayor contaminación?
"La exposición a 10 microgramos más sube un 6,6% las muertes por infarto"
"Madrid tiene que reducir el tráfico y mejorar el parque automovilístico"
Respuesta. Los modelos estadísticos con los que trabajamos muestran que, si comparamos dos poblaciones, la que está expuesta a 10 microgramos por metro cúbico de partículas más que la otra tiene un 6,6% más de muertes por infarto.
P. ¿Se puede afirmar entonces que una cosa es la causa de la otra?
R. No puedo decir que una persona ha muerto por un empacho causado por partículas PM2,5. Tendría que hacer una autopsia o un estudio toxicológico. Lo que nosotros hacemos es un análisis estadístico. Lo único que podemos afirmar es que, cuando sube la contaminación, hay más muertes. Y, de todos los contaminantes que estudiamos, el más significativo, el que aparece en todos los modelos estadísticos son siempre las PM2,5.
P. A buen entendedor...
R. La asociación entre PM2,5 y mortalidad está ahí. Otros estudios, en otros lugares han obtenido resultados similares y existe el mecanismo biológico que explica cómo estas partículas penetran en las vías respiratorias, producen inflamación y acaban afectando a las arterias y provocando trombosis. Es blanco y en botella, sí, pero en estadística hay que ser cautos.
P. El estudio deja clara esa asociación, pero resulta que Madrid, como aseguró ayer el alcalde Ruiz Gallardón, cumple la legislación europea.
R. La Unión Europea tiene que ponerse unos objetivos más ambiciosos. Sabe que hay ciudades, como Madrid, que están en los 20 microgramos que permite y en las que existe asociación entre infartos y enfermedades cardiovasculares y PM2,5. Está claro que tiene que bajar esos niveles máximos. La OMS, por ejemplo, tiene comprobado que a partir de 10 microgramos hay afectación para la salud.
P. ¿Qué debería hacer el Ayuntamiento de Madrid?
R. Mi recomendación, desde el punto de vista de la salud pública, es que tiene que tomar medidas para reducir la contaminación. No sé cuáles: plantar más árboles, reducir el tráfico, mejorar el parque automovilístico.
P. ¿Está Madrid peor que otras ciudades?
R. El problema aquí no es el numerito. Qué más nos da si en otro sitio están peor. Es una tontería consolarse con eso. El problema de salud ya lo tenemos, por más que se cumpla la normativa.
Madrid ya no mide las zonas de aire más sucio
Madrid lleva años superando ampliamente los límites de contaminación que marca la Unión Europea. Especialmente en el caso del dióxido de nitrógeno (NO2), un gas tóxico que irrita las vías respiratorias y que procede básicamente del humo de los tubos de escape. La capital registró en 2005 y 2006 una media anual de 61 microgramos por metro cúbico, que posteriormente fue descendiendo hasta los 54 de 2009. Buena noticia, de no ser porque el límite fijado por la directiva europea de calidad del aire estaba en 42 microgramos por metro cúbico. Ese límite era entonces orientativo, pero en 2010 pasó a ser obligatorio y se redujo en dos puntos, hasta 40.
Sorprendentemente, sin tomar medidas de envergadura -otras ciudades europeas han restringido el tráfico en los días de mayor contaminación, han creado zonas de bajas emisiones, han reducido la velocidad de entrada al centro o han impuesto peajes disuasorios- el Ayuntamiento de Madrid ha reducido en 2010 su concentración de NO2. Al menos, según los últimos datos disponibles, de enero a septiembre. En ese periodo, la concentración media fue de exactamente los 40 microgramos que pide Europa.
La explicación a esa súbita mejora de la calidad del aire en la capital tiene mucho que ver con el cambio de la red de estaciones que miden la contaminación. En enero, el Ayuntamiento eliminó algunas estaciones, cambió de sitio otras y añadió alguna más. Casualmente, o no, las que suprimió eran las situadas en las zonas con más contaminación. La de la glorieta del Doctor Marañón, en plena Castellana, fue una de las liquidadas. En 2009 registró, de media, 82 microgramos. Luca de Tena, plaza de Salamanca, Isaac Peral, Paseo de Extremadura... Todas superaron los 60 microgramos. Pero ya no miden nada.
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