La millonaria, el mayordomo, el dandi y el ministro
Tormenta política por unas grabaciones a la mujer más rica de Francia que salpican a la esposa del ministro de Trabajo
Durante casi un año, desde mayo de 2009 hasta abril de 2010, uno de los mayordomos de Lilliane Bettencourt, la mujer más rica de Francia, sirvió el té y recogió la mesa con una pequeña grabadora escondida en el forro de la chaqueta y registró muchísimas horas de conversaciones privadas. No son conversaciones cualesquiera y ahora, de carambola, amenazan con desestabilizar al Gobierno de Nicolas Sarkozy dado las jugosas revelaciones que contienen: la primera, que Florence Woerth, la esposa del ministro de Trabajo, Éric Woerth, trabajaba como asesora económica de la millonaria de la que además se ha sabido (gracias al mayordomo grabador) que escondía en Suiza varias cuentas opacas y que poseía nada menos que una isla en las Seychelles sin declarar. La mujer de Woerth ya ha dimitido, pero da la impresión de que el culebrón no ha hecho sino comenzar, dada la cantidad de grabaciones acumuladas.
Lilliane Bettencourt, de 87 años, única heredera del creador y fundador del imperio L'Oréal, disfruta de una fortuna de 16.900 millones de euros. Desde hace más de un año y medio, esta mujer discreta se encuentra en el ojo del huracán debido a que su hija ha pedido que quede inhabilitada para gestionar su inacabable fortuna. La causa, los regalos de más de 1.000 millones de euros en dinero, obras de arte, posesiones y seguros de vida, entre otros, que la riquísima anciana le ha hecho en los últimos años a un conocido dandi, fotógrafo de profesión y escritor de renombre, llamado Jean-Marie Bannier, de 64 años, famoso en su tiempo por llevar a Dalí de paquete en su moto.
El mayordomo ha explicado al semanario Le Point que actuó por propia iniciativa, aterrado por el ambiente envenenado que vivía en la casa. El abogado de la anciana ya ha acusado al letrado de la hija de estar detrás de todo. El contenido de las grabaciones, en poder de la prensa, ha dejado de pertenecer a la esfera privada de la familia para convertirse en un asunto casi de Estado.
En una de las grabaciones, Patrice de Maistre, gestor de la fortuna de Bettencourt explica a la anciana: "El marido de madame Woerth, a la que usted emplea, una de mis colaboradoras, es el ministro de Presupuesto, es muy simpático y además se ocupa de sus impuestos, lo que encuentro no poca cosa. Es muy simpático, un amigo". Otro día, Maistre advierte a Bettencourt que se va a ocupar "de cierta cuenta de 65 millones de euros que tiene en Suiza" debido a los acuerdos antifraude con Francia. "Hay que llevarla a Hong Kong, Singapur o Uruguay. Si la devolvemos a Francia, va a ser complicado. Así estará usted tranquila".
De las conversaciones no se desprende que la mujer del ministro Woerth hiciera algo delictivo. Pero ¿estaba al corriente de las finanzas oscuras de Bettencourt? ¿Alertó a su marido, por entonces el ministro encargado de luchar contra el fraude fiscal?
Por lo pronto, su dimisión como asesora de la millonaria es, según líderes de la oposición, una especie de reconocimiento de que no actuó bien al aceptar el cargo. El diputado socialista Arnaud Montebourg ha ido más lejos: "Tenemos a un ministro de Presupuesto
[cargo que tenía el año pasado, cuando se grabaron las conversaciones] que al mismo tiempo era el tesorero de la UMP [el partido de Sarkozy] cuya mujer trabajaba organizando el fraude fiscal de la señora Bettencourt".
La millonaria ha anunciado que va a ordenar que todas sus cuentas en el extranjero vuelvan a Francia. ¿Y el mayordomo? Aún protegido por el anonimato, deberá hacer frente a una denuncia por "violación de la intimidad".
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