El general erudito coge el mando en Afganistán
La Casa Blanca vuelve a confiar en David Petraeus, el hombre que cambió el rumbo de la guerra de Irak y el más político de sus generales
Por segunda vez en menos de cuatro años, un presidente de Estados Unidos pone en las manos -y en el extraordinario intelecto- del general David Petraeus una misión al borde de lo imposible y al mismo tiempo de trascendental importancia para Washington. En enero de 2007, el republicano George W. Bush, confió a Petraeus el mando de la guerra en un Irak martirizado por un conflicto civil devastador y una insurgencia violentísima. Ayer, el demócrata Barack Obama recurrió al mismo hombre para sustituir al jefe militar en Afganistán, el general Stanley McChrystal, responsable de haber faltado al respeto al mando político en declaraciones a la prensa.
La confianza bipartidista en el talento de Petraeus cristaliza la extendida admiración por el hombre cuyo genio militar y habilidad política sacó a Irak del abismo. El comandante que había liderado la entrada de la 101ª división aerotransportada en Bagdad en 2003 -un militar que quienes le conocen describen habitualmente como culto, diplomático, agudo- cambió radicalmente la estrategia del mando anterior. Pidió y obtuvo más efectivos para fortalecer el control del territorio; tejió un productivo diálogo con las distintas facciones del conflicto. Ese diálogo logró sacar de la bolsa de la insurgencia a amplios sectores de la comunidad suní y reducir progresivamente el nivel general de violencia en el país.
La idea de fondo de su estrategia, hoy generalmente aceptada pero entonces bastante revolucionaria, fue poner como objetivo de la batalla la conquista de los "corazones" y de las "mentes" de la población civil. Los resultados logrados con ese cambio de enfoque estratégico y decenas de ajustes tácticos elevaron Petraeus al estatus de leyenda militar.
Hoy el reto es quizá más complejo todavía. El general asume el mando de una operación que sigue un boceto que él mismo dibujó en concertación con McChrystal. Petraeus, en calidad de jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas de EEUU, que es competente para Oriente Próximo, trabajó codo a codo con el militar destituido en la delineación de la estrategia afgana.
Así, por un lado no hay ningún radical cambio de estrategia en el que esperar para mejorar las cosas. Por el otro, programas como el "amanecer suní", que sacó de la insurgencia a miles de personas en Irak, son difícilmente trasladables a Afganistán. Frente al Irak urbano, fundamentalmente desértico, dotado de una clase media cultivada se yuxtapone un Afganistán rural, montañoso, y prácticamente sin clase media.
Sin embargo, Petraeus -que tras estudiar en la academia de West Point logró un doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Princeton - cuenta con unas excepcionales dotes de negociador y un olfato político ampliamente reconocido. Tanto, que sectores demócratas estadounidenses ven en él un peligroso competidor para futuras elecciones presidenciales. Petraeus estuvo en el pasado registrado como votante republicano, según informa Reuters, aunque desde hace tiempo ya no lo es y afirma su independencia y no haber acudido a votar en recientes elecciones.
Las dotes de negociador podrán ofrecer resultados en un Afganistán fracturado por decenas de etnias y facciones. Las excelentes relaciones forjadas con el mando político estadounidense en los últimos cuatro años, también.
Es probable que pronto Petraeus especifique sus prioridades dado el estado actual de la campaña afgana. Tendrá que estrechar lazos con las capitales europeas que mantienen desplegados en Afganistán a decenas de miles de soldados. Hasta entonces, extremadamente interesante resulta un discurso que ofreció en 2009 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, poco después de ser nombrado jefe del Comando Central. Entonces, el general describió así sus prioridades para Afganistán:
1. Ganar el apoyo de la población. "En primer lugar, nuestras fuerzas tienen que esforzarse para proteger y servir a la población. Tenemos que reconocer que el pueblo afgano es el terreno de batalla decisivo. Tenemos que protegerles, respetarles, ayudar a la reconstrucción, promover la economía y el establecimiento de una forma de gobierno que incluya relaciones con los líderes tradicionales de la sociedad".
2. Despliegues más inteligentes. "Hay que ser buenos vecinos. Es esencial elegir con cuidado dónde ubicamos nuestras fuerzas, consultando con los líderes locales. Debemos desplegarnos con inteligencia para afectar lo menos posible la vida de la gente, no molestar a quienes van a trabajar, y a la vez de manera oportuna para entender a la población, comprender su cultura, tradiciones, y distinguir los buenos de los malos. Eso requiere escuchar. Requiere tomar muchas tazas de té".
3. Promover la reconciliación. "Habrá que hacerlo en el respeto de los valores de la Constitución afgana. Junto con los socios afganos, tenemos que identificar a los elementos reconciliables y separarlos de los irreconciliables. Tenemos que crear las condiciones para que los reconciliables se conviertan en parte de la solución, en lugar de perpetuar el problema. Hay que fracturar a la insurgencia e inducir a grupos a abandonar las armas".
4. Batalla de la información. "Debemos derrotar a la insurgencia en la batalla de los titulares. Sólo podremos conseguirlo recopilando información rigurosa, comunicándola a los mandos, a los socios afganos y a la prensa en cuanto sea posible. La integridad es esencial en esta batalla. Por tanto, cuando tengamos malas noticias habrá que admitirlas y evitar la tentación de manipularlas. Al contrario, es oportuno describirlas y aprender de nuestros errores".
5. Policía eficaz. "Necesitamos una reformada y eficaz policía afgana. Es un imperativo".
6. Perseguir al enemigo con tenacidad. "Habrá que seguir capturando, matando y persiguiendo a los enemigos. No podemos retroceder. Tendremos que limpiar áreas, pero también asegurarnos de poderlas mantener. Necesitamos que la población sepa que lo haremos, que no la abandonaremos. Y tenemos que asegurarnos de que la población participe de los éxitos".
7. Legitimación de las autoridades locales. "Tenemos que asegurarnos de que la población reconozca la legitimidad de las autoridades gubernamentales. Por eso, tenemos que respaldarlas para que den respuestas afganas a problemas afganos. Tenemos que dar a la población razones para apoyar al Gobierno".
8. Unidad de esfuerzos. "Necesitamos coordinarnos mejor, entre nosotros, con las fuerzas afganas, pero también con las paquistaníes, las embajadas, los líderes locales, las ONG".
9. Fidelidad a los valores. "Tenemos que ser fieles a nuestros valores, que son lo que nos distingue de nuestros enemigos. No tendremos que dudar en enfrentarnos al enemigo, pero reduciendo al máximo posible las víctimas civiles".
10. Adaptación constante. "Finalmente, tenemos que esforzarnos siempre por aprender y adaptarnos. Lo que funciona hoy en un área, puede no funcionar mañana, y lo que funciona en un área puede no funcionar en otra".
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