Los indignados del Movimiento 15-M reconquistan la Puerta del Sol
Llegan a Madrid los cientos de personas que han llevado el ideario por España
Una locutora de radio acerca su boca al micrófono: "Estamos en el aire". Es Ágora, la radio del movimiento 15-M, que vuelve a emitir en directo desde la Puerta del Sol. Prueba de que los indignados han tomado de nuevo la plaza. Cientos de ellos, que han recorrido el país pueblo a pueblo, hicieron su entrada ayer en el que fue epicentro del movimiento hasta hace unas semanas. La imagen del kilómetro cero invadido hace dos meses por carpas y tiendas de campaña dio la vuelta al mundo. Y ese mismo espíritu reivindicativo volvió ayer a tomar Sol. En cada acceso, una pancarta esperaba a los caminantes: "Bienvenida, dignidad". Exhaustos, muchos llegaron con llagas en los pies después de andar cientos de kilómetros.
La miniciudad del kilómetro cero toma de nuevo forma
Las protestas han logrado paralizar 52 desahucios en toda España
La república de Sol, como se conocía a esta miniciudad que pusieron en pie los indignados, volvió a tomar forma desde primera hora de la mañana. Con maderos, clavos y tuberías se levantaron carpas y tenderetes. La sección de Alimentación fue la primera en ponerse en marcha para poder dar de comer a este regimiento. "Bienvenido sea todo lo que la gente quiera traer", explicaba Daniel. A su espalda se amontonaban paquetes de arroz, pasta y sacos de patatas y tomates. Unos agricultores descargaban de sus furgonetas kilos de sandías, melones, pimientos y naranjas. Colaboradores espontáneos hacían la compra en supermercados cercanos y dejaban ahí bolsas repletas de comida. Y un poco más allá se abría de nuevo la biblioteca para intercambiar libros de texto de cara al nuevo curso o tomar prestados ejemplares.
A mediodía, la ciudad de los indignados ya era otra vez realidad. En la radio discutían sobre la agresividad del sistema financiero y la necesidad de "enterrar" el discurso político actual. Al lado se había instalado un plató de televisión en el que se discutían temas parecidos. Todo volvía a recobrar vida. El periódico 15-M news, en blanco y negro y anunciando en su portada la llegada de las columnas, pasaba de mano en mano. Las paredes y las bocas de metro se empapelaron de folletos reivindicativos, algunos de ellos acordándose de Francisco Camps, el dimitido presidente de la Generalitat valenciana por su implicación en el caso Gürtel de corrupción.
En el punto de información, el único que ha permanecido en pie desde que fue desmantelado el campamento, se informaba de los actos que se llevarán a cabo este fin de semana. Estaba previsto que se celebrase a última hora de ayer una asamblea en la que los caminantes pusieran en común sus experiencias de las marchas. Para la tarde de hoy está convocada una marcha que se espera multitudinaria. Saldrá a las seis y media desde Atocha y llegará a Sol. Siempre Sol, el lugar que vio nacer a los indignados.
A media tarde las comisiones ya trabajaban a pleno rendimiento. En una carpa, unos archivadores colocados en un estante guardaban más mil casos de desahucios pendientes de ejecutar. Los voluntarios dan prioridad en los que implican a ancianos, niños o enfermos. Víctor Horcajo, uno de los organizadores, de 27 años, contabilizó solo ayer 142 peticiones de ayuda. Una mujer divorciada, Norma Moreno, madre de un hijo acudió a solicitar asesoramiento porque su vivienda en Móstoles (Madrid) acaba de salir a subasta después de meses de impagos. Tras escuchar su historia, Horcajo apuntó sus datos en una libreta y prometió llamarla en unos días. El 15-M ha conseguido paralizar por ahora 52 desahucios en toda España.
Mientras, un comerciante de Sol se asomaba a la puerta de su tienda para observar cómo se anclaban las carpas al suelo. Miraba con desconfianza el jaleo. "Así visto es bonito, pero ojalá que se vayan al acabar el fin de semana", decía. Nadie de la organización aclara si, acabado el domingo, levantarán el campamento. Al fin y al cabo son los indignados, y se sabe cuándo llegan pero no cuándo se marchan. Iván, uno de los tres quiosqueros de la plaza, lo tiene claro: "Abro el lunes y como vea que este tinglado sigue en pie saco una garrafa de gasolina. No tienen derecho a hundir nuestros negocios".
Una de las incógnitas era dónde iba a dormir tanta gente. En Sol no hay sitio para todos. Un buen número de ellos se planteaba acampar en las inmediaciones del museo del Prado, pero no tenían permiso de la Delegación de Gobierno.
A las nueve de la noche las primeras marchas entraron en la plaza. De repente, Sol se llenó de gente cantando y bailando. Se abrazaban. Había quien lloraba. Todo estaba preparado para ellos, llevaban todo el día esperándoles. El movimiento terminaba por reconquistar Sol. Los indignados, según se lee en una sábana colgada en la entrada del metro, tienen su propio punto de vista sobre esto: "En realidad es que nunca nos hemos ido".
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