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Columna
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El zar

Vladimir Putin, antiguo agente del KGB y zar a perpetuidad de Rusia, desprende terror. Compruébenlo observando su tenebrosa biografía en ‘Putin: de espía a presidente’

Una imagen de 'Putin: de espía a presidente'.
Carlos Boyero

En la saga que se inventó el magistral Le Carré (o tal vez se limitó a retratar con complejidad y gran literatura lo que había vivido) alrededor del contraespionaje inglés durante la Guerra Fría, existe un personaje misterioso que aparece poco pero flota permanentemente en esas tramas sombrías. Es Karla, jefe del KGB, un fanático brillante y maquiavélico, especializado en infiltrar topos en el Circus, jugando una distante y mortal partida con el reflexivo y taciturno George Smiley. Y Karla gana muchas veces, confundiendo las pistas mentales de Smiley al lograr que su espía más trascendente se líe con la adúltera esposa de su enemigo. Este le devolverá el golpe definitivo chantajeando a Karla mediante su hija, el único punto vulnerable de su implacable rival. Karla provoca mucho miedo, pero también fascinación. Vladimir Putin, antiguo agente del KGB, y zar a perpetuidad de Rusia, solo desprende terror. Compruébenlo observando su tenebrosa biografía en Putin: de espía a presidente, que emite Movistar.

Es probable que Borges le hubiera elegido como uno de los personajes de Historia universal de la infamia si siguiera vivo y decidiera actualizarla. Los nazis intentaron ocultar el Holocausto y Stalin mantener secretas las exterminadoras purgas y el Gulag. Al actual Dios de Rusia le importa una mierda lo que el universo piense de sus transparentes crímenes. Mata a sus reales o presuntos enemigos con la arrogancia y la ferocidad del que se sabe impune ante la ley (él es su única ley) o la condena de los líderes del mundo. En realidad, se lleva muy bien con la mayoría de ellos. Como los Borgia, siente debilidad por la utilización del simbólico y degradante veneno. Asesina a cualquiera que cuestione su poder absoluto: oligarcas que pretenden olvidar quién es el jefe supremo de todos ellos, moscas cojoneras del periodismo, políticos opositores, todos aquellos que se atrevan a disentir, supuestos traidores. Y conoce como nadie la maquinaria de la propaganda y la autopromoción. Podría competir con Goebbels. Difunde machaconamente su imagen de macho legendario. Es judoca, caballista, motero, cantante, pescador. Sospecho que su reino será longevo. Y con final feliz.

Fe de erratas. En una primera versión se puso en este artículo que Putin fue director del KGB. El presidente de Rusia fue agente.

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