Parejas jóvenes con una vida sexual rota por el porno
La pornografía ‘mainstream’ se coló en su imaginario siendo menores de edad y destrozó su creatividad. La explosión de placer inmediato de esas imágenes y la desconexión con el otro les ha llevado a un bloqueo en sus relaciones sexuales
A Marc, de 26 años, le cuesta hablar del impacto que ha tenido el porno en su vida. Es difícil: “No puedo tener una erección con chicas en la vida real. Mi relación con mi novia de dos años se acabó por eso. Nos acercábamos mutuamente, nos quitábamos la ropa, nos podíamos tocar y todo lo que previamente se puede hacer antes de hacerlo y se generaba mucha excitación. Pero, a la que llegaba el momento de la penetración, automáticamente desaparecía la posibilidad”.
Marc piensa cada día si hay un culpable. Sus padres no lo protegieron de internet ni le hablaron nunca de sexo, y en el instit...
A Marc, de 26 años, le cuesta hablar del impacto que ha tenido el porno en su vida. Es difícil: “No puedo tener una erección con chicas en la vida real. Mi relación con mi novia de dos años se acabó por eso. Nos acercábamos mutuamente, nos quitábamos la ropa, nos podíamos tocar y todo lo que previamente se puede hacer antes de hacerlo y se generaba mucha excitación. Pero, a la que llegaba el momento de la penetración, automáticamente desaparecía la posibilidad”.
Marc piensa cada día si hay un culpable. Sus padres no lo protegieron de internet ni le hablaron nunca de sexo, y en el instituto recuerda alguna charla muy básica. De adolescente, sus amigos hablaban cada vez más del tema y él iba sintiendo más presión por saber qué decir. A los 13 años empezó a ver porno y sin darse cuenta entró en una espiral, le excitaba ver cualquier tipo de vídeo, normalmente en Pornhub o en Telegram, donde hacía búsquedas por palabras (por ejemplo, tecleaba el nombre de alguna actriz porno) y se suscribía a canales y grupos. Todas esas imágenes lo hacían sentir inseguro y hasta los 23 años no tuvo su primer encuentro sexual. “Tenía grandes expectativas, pero de golpe vi que el protagonista era yo mismo, me abrumó todo y mi cerebro no respondió”, cuenta.
En España no existen datos oficiales de cómo afecta el consumo de porno a las relaciones sexuales en parejas jóvenes, pero algunos de los sexólogos e investigadores que ven a pacientes en clínica llevan años detectando nuevos patrones: en los primeros encuentros sexuales, el petting —obtener placer a través de las caricias, roces, besos… con o sin ropa— ya no se practica y se va directamente a la penetración; ya no se besan tanto como antes y es habitual que arranquen los encuentros con una felación (las chicas reportan que son sobre todo ellas las que tratan de complacerlos), y los ritmos son frenéticos, se busca la obtención rápida del placer sin prestar atención al disfrute del otro.
“En edades tempranas, el porno es nocivo para la construcción de la sexualidad y a nivel social tiene un efecto tsunami, si todo tu entorno consume acabas construyendo una visión muy determinada del sexo y de cómo es la interacción con la otra persona”, considera Raquel Tulleuda, ginecóloga experta en sexualidad clínica y responsable de la unidad de atención a la sexualidad del Hospital Universitario Mútua de Terrassa. La edad media de iniciación en el visionado de porno en España son los 12 años, aunque en el 20% de los casos se produce cuando el menor tiene solo ocho, según el mayor estudio publicado en España, en 2018, por investigadores de la Universidad de las Islas Baleares.
¿Cómo impactan esas imágenes en la codificación posterior del placer? Tulleuda explica que nuestro cerebro no tiene un mecanismo de base para distinguir entre fantasía y realidad, y lo que hace es comparar con experiencias previas, busca en sus archivos para catalogar una emoción. “Lo que sucede cuando somos niños es que las carpetas de archivos están vacías, no hay nada con lo que comparar, y cuando una emoción es muy impactante se convierte en experiencia, los críos tienen respuesta genital. Si esa experiencia es placentera, lo que haces es repetirla... entonces la carpeta se llena con lo que ves en el porno y eso va transformando tu deseo”.
Otros expertos, como el psicólogo y sexólogo Alejandro Villena, hablan de las neuronas espejo, aquellas que tienen que ver con la imitación, cuanto mayor es el consumo, más se alteran. “La huella que deja en la adolescencia es mayor, ya que cuanto antes empieza el consumo de porno, menos capacidad hay para digerirlo... es un producto que quema las etapas del desarrollo afectivo-sexual. La pornografía destruye la creatividad”, zanja Villena, también director clínico de Dale una vuelta, la primera asociación que nació en España (en 2013) para ofrecer recursos y ayuda a personas con adicción al porno. Casi el 40% de los que piden terapia online en su plataforma son menores de 35 años.
A los 24 años, Marc acudió por primera vez a terapia. Con la pantalla y la masturbación todo funcionaba, pero su bloqueo en las experiencias reales se repetía una y otra vez. “Mi sexóloga me explicó que había acostumbrado tanto a mi mente a excitarse con el porno que hasta mi cuerpo se había acostumbrado a llegar al clímax en una determinada postura, tumbado de lado o boca arriba... al cambiar las condiciones y ponerte de pie o en otras posturas no consigues la erección”, cuenta. Quiso asegurarse de que no tenía ningún problema fisiológico y acudió al urólogo. “Es todo mental”, le confirmaron.
Un estudio realizado con más de 3.400 varones de 18 a 35 años publicado en 2021 por la revista científica JMIR Public Health and Surveillance trató de medir la relación entre la respuesta sexual del hombre y el consumo de porno. Los resultados mostraron que cerca del 20% de los participantes sufrían disfunción eréctil y que, a mayor frecuencia del visionado, mayor desarrollo de esa disfunción. “Se ha repetido tantas veces la respuesta sexual asociada a las condiciones del porno (auditivas, visuales, táctiles, posturales, sexuales y dopaminérgicas) que se han interiorizado como algo cotidiano en su vida sexual y se generan respuestas automáticas”, señala Alejandro Villena en su libro ¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía (Alienta). “Tanto se ha acostumbrado que si le cambias las condiciones y lo sitúas en una relación sexual real, muestra dificultades para actuar de forma natural y plena”, añade.
En clínica lo llaman ansiedad de rendimiento, el chico se siente como sometido a un examen, y a eso se suma la desconexión que se produce respecto al otro. “Una vez se empieza a ver porno, uno acaba prefiriéndolo, puesto que es más fácil, más rápido y más sencillo”, apunta Villena, que cree que durante años han estado muy silenciados los estragos del porno en la sexualidad y que ahora están estallando los casos.
Exijo a mi pareja lo que veo
Según una de las mayores encuestas realizadas a casi 4.000 adolescentes de 13 a 18 años de Islas Baleares sobre el acceso y el impacto del porno, el 39,6% de los chicos reconoció que afecta negativamente a las relaciones con las parejas, un porcentaje que bajó al 7% en el caso de las chicas. El 26% de ellos aseguró que “le exige a la pareja hacer lo que ve” en esos vídeos (frente al 19% de ellas); y el 50% de las chicas dijo que “mira pornografía para saber qué le gusta a su pareja”, frente al 15% de ellos. El horario en el que se concentra más el visionado es por la noche, y el lugar más habitual es en las propias casas, mayoritariamente en privado, por internet y a través del móvil.
Lluis Ballester, investigador social de la Universidad de Islas Baleares y coautor de ese estudio, señala que hay efectos bien documentados del impacto del porno en los menores como el empobrecimiento de la sexualidad —de forma que se reduce el papel de la seducción y de la sensorialidad no centrada en la penetración bucal, vaginal o anal—; el aumento de la agresividad y la violencia sexual con parejas o personas desconocidas; y la reducción de la empatía. “Cambia nuestras percepciones del cuerpo, las actitudes y la propia conducta”, indica.
Esa disminución de la empatía es uno de los efectos que Francisca Molero, ginecóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, más ve en clínica. “El perfil mayoritario es el de chico mayor de 25 años al que le cuesta excitarse con su pareja, no le interesa estar pendiente del disfrute de ella y le compensa más la masturbación con porno porque llega más rápido al orgasmo... el sexo compartido requiere un esfuerzo y le da pereza”. Es lo que Alejandro Villena llama el sexo del yo-yo y el ya-ya, un sexo más egoísta y narcisista, aunque se llegue a ello de forma inconsciente. “Muchas veces, ya no se busca el placer recíproco”, señala.
El equipo de Ballester observó en otra investigación que el 69% de los adolescentes acude a internet para resolver sus dudas sexuales y que el 90% de los universitarios varones cree que el porno es fiel a la sexualidad real. Sobre el tipo de porno, el 76,25% de la muestra respondió que ve sobre todo porno hardcore (aquel en el que aparecen genitales, acto sexual explícito y violencia física y verbal) o crudo (muestra violencia física y verbal, aberraciones, y dominio-sumisión).
“El porno se cuela en la vida de los menores mediante el aprendizaje mimético de prácticas sexuales, incluso en edades en las que se desconoce la existencia de las pulsiones”, señala Ballester, que recalca que menos del 15% de los progenitores encuestados creen que sus hijos consumen pornografía, cuando el 90% de los adolescentes de entre 13 y 18 años aseguran haberlo consumido alguna vez. Un 68,8% de los chavales de esa edad manifiesta haber recibido algún tipo de educación afectiva y sexual en el instituto, con una duración de entre una y cuatro horas.
Recodificar el cerebro
¿Es posible que un chico como Marc recodifique su forma de percibir el sexo? La sexóloga Raquel Tulleuda explica que lo primero es que tanto él como su pareja sean conscientes de que se trata de un constructo patológico para, a partir de ahí, enseñarles a generar nuevas dinámicas. “Lo primero es romper con ese consumo de vídeos, no es un trabajo que se consiga en 15 días... la implicación de la pareja es muy importante, porque o se convierte en un coterapeuta o te boicotea el tratamiento”. Uno de los puntos es trabajar la “mediocridad” de la relación sexual, asumir que solo algunas veces aparecerán fuegos artificiales, pero que la mayoría de las veces será como ir a comer un menú de 15 euros. “No se te van a poner los ojos blancos en cada encuentro, hay un condicionamiento clarísimo con todo lo que han visto”, señala la doctora.
Carlota, que prefiere no dar su nombre real, tiene 21 años y todavía tiene fobia a los penes. Cuando tenía 11, descubrió vídeos sexuales de sus padres en el móvil del padre, y poco después, vio que él estaba compartiendo fotos de contenido sexual con otros matrimonios por chats sexuales sin que su madre lo supiera. “La primera vez que descubrí el sexo fue desde ahí, y de adolescente, cuando empecé a tener mis primeras experiencias con chicos, me sentía sucia, sin emociones, ni sentimientos, me movía poco, y nunca parecía activa de ninguna forma, ya que nunca me nacía el deseo sexual. Me ponía boca abajo y no hacía nada más, me dejaba penetrar”. Durante años, le producía asco todo lo que implicaba sentir placer. “Mis parejas no han sabido preguntar qué te pasa y por qué no estás disfrutando, eso me ha ido alejando de todos ellos”.
Su terapeuta, que tampoco da su nombre para proteger a Carlota, explica que la chica acudió a su consulta destrozada, el impacto de esas imágenes a una edad tan temprana había roto su inocencia y ella era incapaz de percibir el sexo como una sensación placentera. “Se negaba a sí misma la posibilidad de disfrutar, con cada una de sus parejas se centraba en darles placer y luego la invadía una sensación muy desagradable. Estamos trabajando en que conozca su cuerpo y tratando de codificar de otra manera su forma de relacionarse en el plano sexual”.
En una investigación con más de 300 universitarios (de 26 años de media de edad) se vio que el 30% de ellos aseguraba que imitaba el material pornográfico para ponerlo en práctica en su vida sexual real, y el 24,4% refirió que la pornografía lo hacía compararse y disminuir su satisfacción si no obtenía los mismos resultados en la vida real. Únicamente el 5% dijo que obtenía más placer gracias al porno.
La carta de Carlota (21 años) para padres con hijos menores a cargo
Hola, me llamo Carlota y vengo a contar mi historia.
Cuando tenía 11 años descubrí vídeos sexuales de mis padres y, poco después, que mi padre compartía fotos y lencería con otros tantos matrimonios que conocía por chats sexuales. La primera vez que descubrí el sexo, fue desde ahí, una perspectiva totalmente desagradable. Nunca perdonaré la inmadurez, incapacidad, y cobardía de mi padre al no hablar conmigo desde una perspectiva madura cuando le conté a él y a mi familia lo que había descubierto. A los 17 años reuní la fuerza para hablar con mi padre, mi sexóloga me dijo que debía hacerlo para poder avanzar en mi proceso, y no lo dudé. Escucharle fue un punto de inflexión y mejora en mi proceso y bloqueo sexual.
Desde aquí y ahora, una chica normal con 21 años recién hechos, sentada en mi sofá comiendo una pizza, me gustaría transmitir y aconsejar a todos esos padres que tienen hijos pequeños que se responsabilicen de su teléfono, de lo que dejan ver a sus hijos. Pido responsabilidad afectiva, que los protejan.
Esas imágenes que vi aquel verano me llevaron a convivir con una Carlota enfadada, durante muchos años, y eso me llevó a fumar cannabis, a mantener malas relaciones y malos hábitos. Ahora, en la terapia, estoy aprendiendo a conocer mi cuerpo yo misma, ya que sentía un completo rechazo, algunas amigas llegaron a decirme si era asexual, pero yo sabía que era algo en mí que me impedía dejarme llevar en el acto.
Siempre creía que nunca me curaría, que nunca me saldría tener relaciones sexuales con alguien, que no lo superaría, que nadie me entendía, sentía un bloqueo enorme a la hora de ese tipo de situación. Lloré mucho, muchísimo, y sufrí.
Desde aquí también me gustaría dirigirme a todas esas mujeres y madres, a invitar a sus hijas a descubrirse a sí mismas de una forma sana y natural, a educarlas en que el sexo es bueno con el consentimiento de dos personas y, sobre todo, que es deseo, no debe ser algo que hagamos para complacer.
Un abrazo a todas nosotras.