Una gobernanza sostenible para el activismo empresarial
Promover un liderazgo transformador, que vaya mucho más allá de la gestión eficiente de recursos en el corto plazo, es obligado para una compañía social y ambientalmente responsable
El escenario de volatilidad e incertidumbre global en el que navegan las compañías actualmente, debido fundamentalmente a los conflictos geopolíticos que impactan en todos los aspectos de la economía y la sociedad, abre el riesgo de eludir el debate sobre la responsabilidad empresarial y la sostenibilidad. Sin embargo, es precisamente en momentos como estos cuando se hace más necesario: tenemos la necesidad urgente de pasar de la reflexión a la acción.
En un contexto en el que los derechos humanos y el desarrollo sostenible se ven amenazados, en el que los colectivos más vulnerables aumentan su riesgo de exclusión y donde algunos perciben la lucha contra el cambio climático como un lujo o mera propaganda, cobra especial sentido la idea de que la vocación de las empresas por crear valor no puede ceñirse solo a generar beneficios contables. Empezando por las grandes empresas.
Lo estamos viendo en Europa, donde la regulación nos empuja hacia políticas corporativas que garanticen una cadena de valor sostenible en los ámbitos social y medioambiental. La aprobación en 2024 de la Directiva sobre diligencia debida de las empresas en materia de sostenibilidad (CSDDD, por sus siglas en inglés) es un ejemplo relevante, como antes lo ha sido la Directiva sobre Información corporativa en materia de Sostenibilidad (CSRD), que ha reconocido a esta información el mismo valor que a la financiera y le ha exigido un rigor similar. Y las nuevas Normas Europeas de Información sobre Sostenibilidad (NEIS) de 2023 refuerzan esta exigencia. Pero es que también los grupos de interés, como accionistas, inversores y clientes, y la sociedad en general demandan un compromiso cada vez más claro y transparente.
La gestión de la sostenibilidad es gestión de la complejidad, porque obliga a ponderar entre distintos intereses (económicos, sociales, ambientales) y entre horizontes temporales (el corto y el largo plazo, con la vista puesta en las generaciones futuras). Por eso mismo, si se quiere ir más allá de un cumplimiento formal, debe implicar a toda la organización, a todos los niveles. Desde la planificación estratégica a la operativa, desde los órganos de administración a los ejecutivos y desde el alta dirección a la gestión ordinaria del día a día.
Aquí, la responsabilidad del Consejo de Administración es crítica. El Código de Buen Gobierno de las sociedades cotizadas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) concibe a las políticas de sostenibilidad como una función indelegable del Consejo, que debe ofrecer información transparente y suficiente sobre su desarrollo, aplicación y resultados. La creación de una Comisión de Sostenibilidad con mayoría de consejeros independientes, que trabaje mano a mano con el equipo directivo para fortalecer un modelo de liderazgo sostenible, puede servir a este fin.
Es asimismo crucial la alineación de las retribuciones variables, anuales y plurianuales, del CEO y del equipo directivo con el cumplimiento de las políticas de sostenibilidad. Estas, en suma, deberían impregnar toda la actividad del Consejo: no solo sus procesos de deliberación y decisión, sino también sus actividades formativas, su autoevaluación, etc.
En definitiva, hablamos de decisiones y medidas que transforman desde el interior todo el modelo de negocio. No debemos olvidar que mayor sostenibilidad también puede implicar mayor rentabilidad en el largo plazo. El aumento del activismo inversor y la litigación climática están impulsando a las empresas a reforzar sus políticas ESG (factores ambientales, sociales y de buen gobierno, por sus siglas en inglés). Siempre y cuando sean veraces, estas atraen a los inversores institucionales y la financiación sostenible.
Poca duda cabe ya de que promover una gobernanza transformadora, que vaya mucho más allá de la gestión eficiente de recursos en el corto plazo, es obligado para una compañía social y ambientalmente responsable. Que el entorno empresarial contribuya a construir un futuro más justo e igualitario dependerá del impulso que los gobiernos corporativos logren dar a la sostenibilidad para que no sea solo un relato, sino una forma de entender su misión, de actuar y de medir su impacto.
Marcos Vaquer es presidente de Comisión de Sostenibilidad del Consejo de Administración de Redeia y catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid.
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