El rostro del embarazo adolescente en República Dominicana: “No acabé la secundaria, ahora estoy pagando las consecuencias”

El matrimonio y la maternidad tempranos lastran el futuro de las jóvenes del país caribeño. Un 20,4% de las chicas entre 15 y 19 años son madres, con alto riesgo para sus vidas y la de los bebés; más de la mitad abandonan sus estudios

Yésica Prensa fue madre adolescente y abandonó sus estudios. Más de un 20% de las chicas entre 15 y 19 años en República Dominicana son madres. Foto: MIGUEL LIZANA (AECID) | Vídeo: Miguel Lizana (AECID), Alejandra Agudo y EPV

Dice el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) que la humanidad sufre de “ansiedad demográfica, especialmente las mujeres, por la presión por tener menos hijos en el Sur Global y lo contrario en los países más prósperos. En el caso de la República Dominicana, con una tasa de fecundidad de país rico (2,2 niños por mujer), la preocupación se concentra en la elevada proporción de embarazo adolescente y mortalidad materna, muy relacionada con los partos a temprana edad. Los últimos datos de la oficina nacional de estadística (2019) revelan que un 20,4% de las menores de 19 años son madres en el país caribeño, por encima del 18% de América Latina y el Caribe.

Yésica Prensa, una joven dominicana de 26 años, ha sufrido muchas ansiedades relacionadas con la maternidad en la última década. Su vida ejemplifica casi todas las modalidades de sufrimiento de las mujeres que el UNFPA denuncia en su último informe anual: fue esposa y madre adolescente, sin capacidad de decidir sobre cuándo tener hijos y cuántos, sin información correcta sobre anticonceptivos y en un país que prohíbe la interrupción del embarazo en todo caso, perdió a su primer hijo dos meses después de nacer; tuvo tres más, dejó sus estudios, su pareja la dejó a ella. Y hoy, carente de apoyo para los cuidados, no puede trabajar.

Las adolescentes que se quedan embarazadas tienen mayores probabilidades de sufrir complicaciones en el embarazo y el parto, y los bebés son más propensos a sufrir problemas de salud

Prensa nació en Mata los Indios, un batey ―como se llama en República Dominicana a las comunidades rurales de ascendencia haitiana, normalmente en medio de plantaciones de caña de azúcar― donde viven unas 200 personas, a una hora y media en coche al norte de la capital; y lejos de las playas paradisiacas de postal que atrajeron a más de siete millones de turistas solo en 2022. En este lugar del que Prensa nunca ha salido, de casas de paredes de madera y tejados de chapa, de caminos de tierra y pocas oportunidades, el último capítulo del quebranto de sus derechos ha sido un intento de violación en su propia vivienda, que ha denunciado ante la policía. “Fue anoche”, revela.

“Me casé con 16 y mi marido quería tener hijos”, inicia su personal relato. Un año después nació el primero. Asegura que conocía la existencia de métodos anticonceptivos, pero encoge los hombros al ser preguntada por qué fue madre más pronto de lo que deseaba. Para demasiadas dominicanas, elegir no es una opción: un 23% no son libres de tomar decisiones sobre su propio cuerpo en lo relativo a las relaciones sexuales o el uso de anticonceptivos, a los que el 46% no tiene acceso. La esterilización fue el método más usado en la República Dominicana, con un 30,5% de las mujeres en edad reproductiva, casadas o unidas, según la última Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (2019). Pero no siempre por una elección informada: el 25% de ellas fueron esterilizadas sin saber que se trataba de una intervención irreversible. Un porcentaje solo por detrás de Lesoto (28%), según Naciones Unidas.

“Los hombres les dicen que si no mantienen relaciones sexuales con ellos, se irán con otras. Y al final, ante esa presión psicológica, ellas acceden. Primero, las chicas tienen que saber que pueden decir que no y sus parejas lo tendrán que aceptar”, comenta Yaquelín Félix, coordinadora de proyectos de la Fundación para el Desarrollo de la Enfermería (Fuden), que trabaja en esta materia en bateyes como Mata los Indios.

Yésica Prensa se quedó embarazada de su último hijo, Dylan, sin desearlo. Tomaba la píldora anticonceptiva, pero de forma errónea, en días alternos.Miguel Lizana (AECID)

La lucha de Félix para reducir el embarazo adolescente y la mortalidad materna asociada es también contra los mitos, tabúes y desinformación en torno a los métodos anticonceptivos: “Muchas no les dicen a sus padres que mantienen relaciones y, por eso, no pueden llevar la píldora anticonceptiva a casa. El método intradérmico [un implante en el brazo] es el más adecuado en esos casos, pero algunas nos piden que se los quitemos después de ponérselo porque, con los desajustes en la menstruación, piensan que están enfermas y que la sangre se le subirá a la cabeza”.

El coste de la maternidad temprana

Las adolescentes que se quedan embarazadas tienen mayores probabilidades de sufrir complicaciones en el embarazo y el parto que son, de hecho, las principales causas de muerte entre las jóvenes de 15 a 19 años en el mundo, advierte el UNFPA. Con 107 fallecidas por cada 100.000 nacidos vivos, la mortalidad materna en República Dominicana es desproporcionadamente elevada para un país de renta media alta, y está por encima de la tasa de 88 de América Latina y el Caribe, a pesar de que el 98% de los alumbramientos fueron atendidos por personal cualificado. Y sus bebés son más propensos a padecer problemas de salud e, incluso, fallecer. En el caso de Prensa, una de estas fatales estadísticas se cumplió. “Murió pocas semanas después de nacer. Me mandaron a casa y vi que algo estaba mal”. Llevó al bebé al médico, pero ya no había nada que hacer. El doctor le dijo además que ya no podría tener más hijos. “Se equivocó”.

Alta, delgada y de gestos sutiles, Prensa alterna sonrisas con lágrimas en la narración de su vida, mientras sus dos más pequeños reclaman su atención. Sentada a una sombra junto a su modesta vivienda de dos estancias, una para dormir y otra con una destartalada cocina de gas como único equipamiento, rompe en llanto al sumergirse en los pensamientos de lo que pudo haber sido y no fue. Ni cree que será. “Siempre decía que estudiaría leyes”, se seca las mejillas para continuar.

De nuevo, Prensa es la cara detrás de los datos sobre otra de las consecuencias del embarazo adolescente: el abandono escolar. Un 45,9% de las jóvenes que han sido madres entre los 15 y los 19 asiste a la escuela o universidad, frente al 89,8% de las que nunca han dado a luz. “Esta desigualdad repercute en menores oportunidades para su desarrollo”, analiza un estudio de Teresa María Guerrero, investigadora del Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa.

Más de la mitad de las adolescentes que se quedan embarazadas en República Dominicana dejan sus estudios y, cuando consiguen un trabajo, cobran de media un 20% menos que las que han sido madres en edad adulta.Miguel Lizana (AECID)

“No acabé la secundaria, ahora estoy pagando las consecuencias. Habría tenido una profesión”, se emociona Prensa. “Me gustaría trabajar. De lo que sea, pero trabajar”, repite con lágrimas en los ojos. ¿Y volver a estudiar? “Tampoco puedo”, y menea en su regazo a Dylan, el menor de sus hijos, a punto de cumplir dos años. “No tengo quién los atienda”. Aun con apoyo de cuidados, económicamente no se podría permitir retomar sus estudios: implicaría pagar, además de la matrícula, los desplazamientos diarios a la ciudad de Monte Plata, donde se imparte formación para adultos. Una fortuna de seis euros al día que no tiene.

“Su historia no es una excepción”, subraya Micaela Parras, responsable de programas de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en República Dominicana, que apoya proyectos de organizaciones locales para que cada vez haya menos casos como el de Prensa que “evidencian la desigualdad de las mujeres a través de la negación, en todas las formas posibles, de sus derechos”.

Casos como el de Yésica Prensa “evidencian la desigualdad de las mujeres a través de la negación, en todas las formas posibles, de sus derechos”
Micaela Parras, AECID República Dominicana

La realidad de Prensa es tan común y persistente que los resultados de un estudio del UNFPA de 2018 indicaban que el coste del embarazo en la adolescencia y la maternidad temprana en Repúbica Dominicana ascendió a más de 222 millones de euros ese año (el 0,29% del PIB). Una cifra resultante de la suma de los gastos de atención sanitaria y el coste de una menor educación y la difícil o nula inserción laboral de las jóvenes madres que, cuando consiguen un trabajo, ganan de media un 20,4% menos que las que fueron madres en edad adulta.

Atrapada en un círculo de pobreza y sin atisbo de una oportunidad para salir de él, conocedora en carne propia del coste de la maternidad temprana y la deserción escolar, Prensa habla con las jóvenes de su comunidad para que pospongan la maternidad y no abandonen su formación. “Me dicen que quién soy yo para darles consejos, que dejé de estudiar y me he dedicado a parir hijos sin futuro”. Pero ella sí imagina un porvenir próspero para sus pequeños: “Quiero que estudien, que sean alguien en la vida, para que no tengan que pasar por lo que yo he pasado”.

Anticonceptivos gratuitos, poca información

Sin más apoyo familiar que el de su abuelo —pastor de Mata los Indios— después del fallecimiento de su madre y que su padre se marchase, Prensa mandó al mayor de sus hijos, hoy de siete, a vivir con unos tíos. Después vino Keisa que, con tres años, corretea alrededor de su madre subida en una moto de juguete con la que se desplaza a trompicones por la tierra. Ya tenía a su deseada niña, cuya inicial lleva colgada en una fina cadena al cuello. Y no quería más. Optó por la píldora anticonceptiva, que se provee gratuitamente en el centro de salud de Monte Plata. Pero muy pronto volvió a quedar embarazada. En vez de tomar la pastilla diariamente, lo hacía en días alternos, solo cuando su pareja dormía en casa. “Pensé que iba a resultar, pero no”.

Sin apoyo familiar para los cuidados de sus hijos, de dos y tres años, Yésica Prensa no puede retomar sus estudios ni trabajar. En la imagen, charla con su abuelo, su único pariente cercano, que es el pastor de la comunidad de Mata los Indios.Miguel Lizana (AECID)

Hoy, se acaricia el bultito del implante anticonceptivo en su brazo izquierdo. “Me lo recomendó el ginecólogo y mi suegra me dijo que era seguro”. Este método es efectivo durante tres años y no le dará opción a cometer errores. “Cuando se termine, me pondré otro”, comenta determinada. “Yo quería prepararme”. Eso es ligarse las trompas, pero era (y es) demasiado joven para una operación tan drástica.

En busca del “efecto cascada”

Pese a declarar una gran preocupación por la nada excepcional realidad de Prensa, el Gobierno de República Dominicana, en línea con los postulados de los sectores religiosos y conservadores del país, derogó a finales de 2022 la norma de 2019 (nunca implementada) que introducía la formación en cuestiones de igualdad de género y salud sexual y reproductiva en el currículo escolar preuniversitario. “Muchas escuelas nos demandan que vayamos a impartir charlas sobre el tema porque las chicas se les embarazan”, anota Félix, de Fuden. Según la prensa local, que cita datos del Ministerio de Educación de mayo de 2023, “al menos 1.154 estudiantes están embarazadas en este año escolar, de las que 112 han sido víctimas de violación y 28 de incestos”.

Yohanni Beras Pérez es la otra cara de la moneda. Testigo de los malos tratos que sufrían sus hermanas mayores, que se casaron de adolescentes, decidió que no quería esa vida para ella y continuó sus estudios hasta graduarse en enfermería. "No fue fácil, a veces, en la universidad pasaba hambre", comenta. Hoy, es la líder comunitaria de Mata los Indios.Miguel Lizana (AECID)

Para Micaela Parras, de la AECID en República Dominicana ―que ha contrubuido logísticamente a la realización de este reportaje―, “es fundamental” apoyar al personal sanitario y las organizaciones que trabajan en las comunidades rurales, “invisibles y excluidas”, donde más se ceba la estadística de uniones tempranas y fertilidad adolescente. En esa línea, la Cooperación Española destinará a la lucha contra este flagelo 3,2 millones de euros entre 2019 y 2024. De esa cantidad, Fuden recibirá 181.000 euros en dos años para formar a enfermeras que a su vez impartirán talleres a promotoras de la salud comunitarias. Ellas propagarán la información adecuada sobre planificación familiar a la población, especialmente a los más jóvenes. También en Mata los Indios. “El país son comunidades e, interviniendo en ellas, conseguiremos un efecto cascada para cambiar el país”, razona Félix, quien coordina este proyecto.

“En la escuela, la profesora nos explicaba algo, pero si hubiera sido por mi madre, no sabría nada”, reconoce Yohanni Beras Pérez, líder de los vecinos de Mata los Indios. Ella ha tenido una vida muy distinta de la de su amiga Prensa. Testigo de los malos tratos que sufrían sus hermanas mayores, casadas a edad temprana, decidió que ella no quería esa vida y centró sus empeños en estudiar. Con esfuerzo y “pasando hambre”, logró acabar enfermería y ejerce en el servicio de urgencias de un hospital. Se ha convertido en un referente en su comunidad, pero aquí, ella sí es una excepción.

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