Irreversible solo es la muerte, no las anexiones rusas

La velocidad de la contraofensiva ucrania explica las prisas de Putin para organizar la farsa de los referendos y la anexión

El actor ruso Ivan Okhlobystin se dirigía el viernes a los asistentes en la Plaza Roja de Moscú a las celebraciones por la anexión de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, cuyos nombres, junto al de Rusia se leen en la parte superior de la pantalla.AP

Ahora, como en 2014, Putin confía en los hechos consumados. Fundamenta la actual anexión, que declara irreversible, de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia en la anexión aparentemente irreversible de Crimea. Si fue posible entonces, ¿por qué no debería serlo ahora? Esas cuatro provincias, como Crimea de soberanía ucrania indiscutible, ni siquiera están ocupadas en su integridad. ...

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Ahora, como en 2014, Putin confía en los hechos consumados. Fundamenta la actual anexión, que declara irreversible, de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia en la anexión aparentemente irreversible de Crimea. Si fue posible entonces, ¿por qué no debería serlo ahora? Esas cuatro provincias, como Crimea de soberanía ucrania indiscutible, ni siquiera están ocupadas en su integridad. Los referendos celebrados a toda prisa han sido una farsa inocultable. Y sangrante, tratándose de una zona de guerra. Sin censo ni interventores. Con votantes conducidos a punta de pistola, entre las ruinas de pueblos y ciudades vacíos. A nadie engañan las cifras y los porcentajes, ridículos y llanamente increíbles. Ni la retórica putinesca que convierte a sus sometidos habitantes en rusos liberados del imperialismo estadounidense y de la bota nazi.

Con la anexión, Putin también desenfunda el arma nuclear. Si es territorio ruso, cabe interpretar cualquier ataque como un peligro existencial para la propia Rusia, el caso contemplado por el Kremlin para responder con un disparo atómico. Sirve de amenaza, pero cojea de lógica: el Ejército de Ucrania no solo está dentro de este territorio anexionado, sino que además prosigue su contraofensiva victoriosa, con la que ya se ha zampado 10.000 kilómetros cuadrados.

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La velocidad del avance explica las prisas para organizar el referéndum y la anexión, pero también la propuesta de alto el fuego deslizada por Putin en su discurso en el Kremlin tras la firma solemne. Es un ejemplo de la escalada que precede a la desescalada, el movimiento táctico que justifica el lanzamiento de una bomba nuclear sin un ataque nuclear previo, para llevar al adversario aterrorizado a la mesa de negociación.

Putin ha movilizado a los reservistas, intensificado los bombardeos sobre civiles a falta de victorias militares, saboteado los gaseoductos y anexionado el territorio ucranio que todavía permanece en sus manos. Este es el punto en que podría declarar satisfechos sus objetivos, incluso sin alcanzar ni siquiera el alto el fuego. De ahí su oferta de negociación bajo la sombra de la amenaza nuclear y con el crudo y frío horizonte de un invierno de restricciones y sufrimiento para los prósperos y acomodaticios europeos.

Con negociaciones en marcha o sin ellas, a Putin le bastará sostener tanto tiempo como le sea posible el territorio ocupado como un nuevo conflicto congelado para mantener abierta la partida sin fin del regreso imperial. Para que Rusia sea grande otra vez en sus ensueños basta con mantener vivos los conflictos que ha ido dejando tras sí la implosión del imperio soviético. A falta de fuerzas para recuperarlos, su última carta es mantenerlos abiertos como heridas sangrantes. Antes de que la fuerza de los hechos termine demostrándole que nada hay irreversible, salvo la muerte de tantos millares de civiles y de militares por su bárbaro designio de dominación.


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