Las chicas del ‘Chein’

Prefiero mil veces el alma sin filtro de Emilia y sus amigas que la impostura de ciertas diosas patrocinadas hasta las bragas

Jóvenes clientas en la tienda efímera de la marca textil china Shein en Madrid.Andrea Comas

En el verano de 2004 se puso de moda un grupo llamado Las Chuches. Sara, Marina y Melody, tres morenazas cordobesas en esa edad en que las chicas florecen de repente, cantaban cual ángeles con sexo un flamenquito fino y moderno a mayor gloria de las noches en vela mirando la luna, lunera, y los días en vilo anhelando hallar eso que no sabes qué es hasta que lo encuentras. “Voy buscando por la plaza pa comprarme un pantalón, que me quede bien estrecho, que me quede vacilón”, piaban, presumidas, en un estribillo. Y ...

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En el verano de 2004 se puso de moda un grupo llamado Las Chuches. Sara, Marina y Melody, tres morenazas cordobesas en esa edad en que las chicas florecen de repente, cantaban cual ángeles con sexo un flamenquito fino y moderno a mayor gloria de las noches en vela mirando la luna, lunera, y los días en vilo anhelando hallar eso que no sabes qué es hasta que lo encuentras. “Voy buscando por la plaza pa comprarme un pantalón, que me quede bien estrecho, que me quede vacilón”, piaban, presumidas, en un estribillo. Y había que estar muerto y enterrado para no conmoverse imaginando a esas crías buscando un tesoro en el montón de pingos del mercadillo, aunque en su casa no hubiera para más capricho que el vestido de los domingos. Las Chuches se separaron en 2018 por “problemas internos”. Puede que los años las distanciaran, o que les quitaran las ganas de tener ganas. Pero sus canciones son eternas porque tenían alma.

Me acordé de ellas ayer al ver un vídeo viral que tuvo su minuto de gloria en redes. En él, Emilia, Alba, Delia, Carmen y Antonio, cuatro chavalas y un chaval de Trebujena, justo en la raya entre Sevilla y Cádiz, desfilaban ufanísimos de punta en blanco delante del móvil en una comunión de su pueblo. “Outfit of the day”, pregonaban, zumbones, con tremendo acento gaditano remedando a las influencers de Instagram, y luego cantaban a cámara las marcas de todo lo que llevaban puesto de pies a cabeza. Cien pavos, a lo sumo, en modelitos y bisutería “del Breska, el Lifting y el Chein”, decían, en alusión a Bershka, Lefties y Shein, la página de moda china ultrabarata que está vistiendo a media España. Al punto, salieron los guardianes de la moral y los árbitros de la elegancia a llamarlas chonis, catetas y colaboracionistas de un sistema de producción que explota a los trabajadores y acelera el cambio climático. Vamos, no me jodas. Ahora resulta que la culpa de todas esas debacles es de quienes compran lo que quisieran donde pueden. Primero les metemos la droga del consumismo por todos los orificios, digo pantallas, y luego los lapidamos por consumirla. Pues mira lo que te digo: prefiero mil veces el alma sin filtro de las chicas del Chein que la impostura de ciertas diosas paganas patrocinadas hasta las bragas. Al menos, Emilia y sus amigas pagan lo que se ponen con sus trabajillos precarios mientras estudian un módulo para ganarse la vida en el futuro. Para ellas, el Chein es Chanel. Quieren y no pueden, vale. Pero otras pueden y no quieren mirarlas sin prejuicios. Y eso tiene más delito.

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