La diplomacia internacional trabaja contra reloj para evitar una escalada en Oriente Próximo tras los asesinatos de líderes de Hamás y Hezbolá
Blinken insta “a todas las partes” a evitar acciones que puedan descarrilar las negociaciones para un alto el fuego en Gaza
La diplomacia internacional trabaja a contra reloj para evitar que el polvorín de Oriente Próximo salte por los aires tras los asesinatos de varios líderes de Hamás y Hezbolá, que han llevado la espiral de tensión en la región a su momento más peligroso en los casi 10 meses de contienda en Gaza. Con los ojos puestos en Teherán y Beirut, los esfuerzos pacificadores parten principalmente de los países que han mediado en los últimos meses para intentar que Israel y Hamás acordaran un alto el fuego que permitiera liberar a los rehenes israelíes en Gaza y acercar el fin de la guerra. Entre esos mediadores se encuentra Estados Unidos, principal aliado de Israel y, a la vez, con estrechos contactos entre países del Golfo que pueden tender puentes con Irán.
Israel vive en estado de alerta antes posibles respuestas por sus ataques sobre Líbano contra el partido-milicia libanés Hezbolá, y tras el asesinato en Irán del líder político de Hamás, Ismail Haniya, una acción que no se ha atribuido. El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, ha augurado un “duro castigo” y Hezbolá ha hecho saber que la “determinación y tenacidad” de sus combatientes aumentará tras la muerte en un ataque de su número dos, Fuad Shukr. Israel, además, ha anunciado este jueves que un ataque del mes pasado sobre Gaza mató al jefe militar de Hamás, Mohamed Deif.
Sumido en su complicada campaña electoral, el Gobierno de Estados Unidos muestra su preocupación por la posibilidad de que el asesinato en Teherán de Haniya pueda descarrilar las negociaciones de un alto el fuego en Gaza y la tensión acabe estallando. Existe el temor de que la muerte del dirigente que lideraba la representación del grupo radical palestino en esas conversaciones pueda precipitar una reacción de Irán que desencadene una guerra regional.
Desde Mongolia, donde se encuentra en una gira por Asia, el secretario de Estado, Antony Blinken, ha lanzado un llamamiento a “todas las partes” para evitar cualquier posible acción que pueda avivar las tensiones, en un aparente mensaje a Israel. “Ahora mismo, el camino en el que se encuentra la región es de más conflictos, más violencia, más sufrimiento, más inseguridad, y es fundamental que rompamos ese ciclo. Y eso empieza con un alto el fuego”, ha subrayado. “Para conseguirlo, lo primero es que todas las partes se abstengan de medidas que escalen la tensión. También hace falta que encuentren razones para llegar a un acuerdo, no buscar razones para retrasar o rechazar un acuerdo”, ha abundado Blinken.
El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, también ha llamado a la calma y declaró el miércoles que es “demasiado pronto” para saber qué efecto tendrá el asesinato de Haniya en las conversaciones. Desde Qatar, otro mediador clave en las negociaciones, el primer ministro, Mohamed al Thani, se preguntaba escéptico en redes sociales: “¿Puede tener éxito una mediación cuando una de las partes asesina al negociador de la otra?”.
Incertidumbre
Kirby insistía en que pese a la incertidumbre sobre las conversaciones, “eso no quiere decir” que no vayan “a continuar trabajando en ellas”. Estados Unidos había asegurado en días previos que esas negociaciones se encontraban más cerca que nunca de arrojar fruto; una afirmación que ya ha reiterado en varias ocasiones en el pasado sin conseguir un acuerdo como el que permitió en noviembre pasado la liberación de un puñado de rehenes y detuvo brevemente las hostilidades.
Para Estados Unidos, es fundamental que las conversaciones no fracasen. No quiere, de ningún modo, verse arrastrado a un conflicto regional y menos en la última etapa de una reñida campaña electoral que culminará en noviembre con la elección entre el republicano Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris. El presidente, Joe Biden, que hace 10 días anunció su renuncia a la reelección, se juega buena parte de su legado como mandatario con lo que ocurra en Oriente Próximo y participa personalmente en los esfuerzos por llegar a un acuerdo. Este mismo jueves hablaba por teléfono con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una conversación sobre “los esfuerzos para enfriar las tensiones” en la que también participó la vicepresidenta y candidata presidencial demócrata, Kamala Harris. “Creemos que aún hay espacio y tiempo para una solución diplomática”, declaraba Kirby el miércoles.
En medio de la tensión, las líneas aéreas United Airlines y Delta Airlines han cancelado vuelos a Israel, mientras el Departamento de Estado urge a sus ciudadanos a no viajar a Líbano. Estados Unidos mantiene desplegados en la zona cerca de una docena de buques de guerra, incluido el portaaviones Theodore Roosevelt, según el diario The Washington Post, aunque el Pentágono no ha anunciado nuevos movimientos de efectivos por el momento.
Junto a EE UU, Qatar y Egipto llevan las riendas de las negociaciones para tratar de lograr la tregua en Gaza. Ambos reconocieron que los asesinatos de los jefes de Hezbolá y Hamás no ayudan y señalan a Israel como responsable, pero al igual que Washington, ninguno ha anunciado que se hayan dado por terminados los contactos y las gestiones para alcanzar una tregua.
En una zona donde ninguno de los actores se muestra partidario de ceder —pues eso equivale a una derrota—, conseguir echar el freno requiere un tiempo del que ahora no se dispone, en medio de las crecientes amenazas. Un enfrentamiento regional a gran escala dificultaría en gran medida dar marcha atrás. Por eso, a esa mediación que lleva meses centrada en tratar de alcanzar la tregua en la Franja, se une ahora un nuevo frente diplomático que tiene la misión de ir más allá del choque entre Hamás e Israel y que centra sus esfuerzos en que no se lancen operaciones de venganza desde Beirut o Teherán.
En plena celebración de los Juegos Olímpicos en París, al presidente francés, Emmanuel Macron, intenta mover los hilos para contener a Líbano e Irán. En su cuenta de la red social X alterna la gloria deportiva con el papel que desea mantener como actor en la geoestrategia mundial. “Nuestros pensamientos están con los rehenes retenidos por Hamás desde hace 300 días. Francia sigue trabajando para su liberación”, ha escrito este jueves. El mandatario, además, conversó por teléfono el lunes con el nuevo presidente de Irán, Masud Pezeshkian, al que pidió que dejara de impulsar a “agentes desestabilizadores” en la región, en referencia a Hezbolá y Hamás.
Haniya fue precisamente asesinado en la capital iraní, donde se encontraba para la toma de posesión de Pezeshkian, lo que supone una humillación para Teherán, que acusa directamente a Israel. Pero gestiones como las de Macron no puede llevarlas a cabo Washington, sin relaciones directas con el régimen de los ayatolás.
En medio de la dialéctica bélica que airean unos y otros, fuentes militares israelíes afirman con respecto a la amenaza de Hezbolá que no quieren una escalada y que no cierran la puerta a la diplomacia, pero, al mismo tiempo, quieren dejar claro que están preparados para una guerra frontal de alto nivel.
El otro foco de alta tensión es Teherán. “No creo que Irán quiera ahora una escalada mayor”, ha señalado Negar Mortazavi, experta en Irán y analista principal del Center for International Policy en declaraciones a la cadena Al Jazeera.
Ya a mediados de abril, en respuesta a un bombardeo sobre su consulado en Damasco (Siria), el régimen de los ayatolás lanzó un ataque inédito sobre Israel con más de 200 misiles y drones, aunque sin causar víctimas mortales. La respuesta israelí, cinco días después, fue medida y el intercambio de ataques no fue a más. “Espero una situación similar de nuevo esta vez”, ha añadido Mortazavi.
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