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Rusia aprovecha la debilidad antiaérea de Ucrania para lanzar otra ofensiva contra su red energética

Los bombardeos casi diarios han coincidido con la campaña de ataques ucranios contra la industria petrolera rusa, una operación que ha tensado las relaciones de Kiev con Washington

Un bombero intenta apagar un fuego en una central eléctrica de Járkov atacada por Rusia, el 22 de marzo.Foto: YAKIV LIASHENKO (AP/ LAPRESSE) | Vídeo: EPV
Cristian Segura (enviado especial)

Rusia y Ucrania están apuntando las armas contra sus sectores energéticos y Kiev tiene todas las de perder porque está luchando con desventaja. No solo por su menor arsenal, sobre todo porque Estados Unidos le está parando los pies. Las Fuerzas Armadas Ucranias aceleraron este marzo su campaña de ataques con drones bomba contra la industria petrolera rusa. Hasta 15 refinerías de petróleo han sido golpeadas en Rusia, la última, el 23 de marzo. Esta campaña, según manifestó este viernes en The Washington Post el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, es una reacción a la actual ofensiva del Kremlin contra la red eléctrica del país, la segunda en la guerra, que está llevándose a cabo con bombardeos diarios que han destruido varias centrales eléctricas y cortado el suministro a miles de personas. Zelenski también confirmó que el Gobierno estadounidense se opone a sus ataques contra las refinerías rusas. El temor de Washington es que se produzca una escalada global en los precios de los combustibles.

Rusia habría perdido un 10% de la capacidad de refinamiento de petróleo, según los servicios de inteligencia británicos. La agencia Bloomberg elevó el daño al 15%. El último golpe, el del 23 de marzo contra una planta en la ciudad Samara (a 900 kilómetros del territorio ucranio), se produjo solo un día después de la primera advertencia de Washington a Kiev. Fue a través del Financial Times. Este diario aseguró que la Administración del presidente Joe Biden había insistido a las fuerzas ucranias que debían detener estas operaciones. El portavoz del Departamento de Estado estadounidense confirmó el malestar en una rueda de prensa del 26 de marzo: “No instigamos ni apoyamos que Ucrania esté atacando fuera de su territorio”.

El 22 de marzo, cuando se hizo pública la información, se produjo una situación especialmente tensa en el Foro de Seguridad de Kiev. Coincidieron en un debate la subsecretaria de Defensa estadounidense, Celeste Wallander, y Oleksii Danilov, todavía en aquel momento secretario del Consejo de Seguridad Nacional ucranio. Danilov, entonces un peso pesado en el equipo de Zelenski, aunque este lo relevaría de su cargo el 29 de marzo. Los participantes preguntaron a Wallander si era cierto que su Gobierno había pedido detener los bombardeos contra las refinerías rusas, a lo que la subsecretaria de Defensa respondió con evasivas, aunque reiteró que Estados Unidos es partidaria de aplicar sanciones sobre Moscú y, al mismo tiempo, de mantener el mercado energético estable. Danilov tomó la palabra para decir que le parecía increíble que una información así se filtrase en los medios, y añadió: “Es nuestra guerra y no pediremos permiso a nadie para atacar en territorio ruso”.

“Si no contamos con defensas antiaéreas para proteger nuestro sistema energético y Rusia lo ataca”, señaló Zelenski en The Washington Post, en una crítica velada a la falta de suministros militares estadounidenses, “mi pregunta es: ¿por qué no podemos responder? Su sociedad [la rusa] tiene que aprender a vivir sin petróleo, sin diésel, sin electricidad, es justo”. Zelenski afirmó que si Rusia detiene sus bombardeos contra el sector energético ucranio, ellos dejarán de atacar a la industria petrolera rusa.

Rusia llevó a cabo entre octubre de 2022 y enero de 2023 la primera campaña focalizada en destruir la red eléctrica ucrania. Misiles y drones bomba eran dirigidos periódicamente contra centrales y subestaciones eléctricas, dejando a millones de personas sin luz durante el otoño e invierno, también sin calefacción ni agua corriente. La segunda ofensiva contra el sector energético ucranio ha coincidido con la presión de Kiev sobre las refinerías de petróleo, pero lo cierto es que ha sido en la última semana cuando Moscú ha centrado su fuego casi a diario sobre las centrales eléctricas ucranias, justo después del momento más álgido de los bombardeos sobre su industria petrolera.

Refinería en la ciudad rusa de Riazán tras ser atacada por un dron ucranio el pasado 13 de marzo.
Columna de humo sobre una refinería de la región rusa de Ryazan tras un ataque con drones de Ucrania, el 13 de marzo. Reuters
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Ucrania ha perdido en las dos últimas semanas varias centrales eléctricas, las más importantes, en Járkov, la segunda ciudad del país, y en Zaporiyia. Los habitantes de Járkov llevan días con interrupciones diarias en el suministro eléctrico y en la red de telefonía. La presa y la central hidroeléctrica de Zaporiyia recibieron el impacto de ocho misiles de crucero. La planta no podrá volver a funcionar en al menos un año. Ukrenergo, empresa estatal que gestiona la red eléctrica, anunció el viernes que los cortes de electricidad diarios entraban en vigor en ocho provincias. En otras, como Odesa, se había podido restablecer el suministro tras el ataque con misiles del 25 de marzo que dejó a 300.000 personas sin luz. La alegría duró poco porque este domingo la ciudad volvió a sufrir un nuevo golpe, este con drones bomba, contra una subestación eléctrica.

El primer ministro ucranio, Denis Shmihal, pidió el viernes a la ciudadanía que evite el consumo innecesario de electricidad. Su Gobierno confirmó que Ucrania volvía a depender de la importación de electricidad de países de la Unión Europea y ya advierte a la población de que se prepare para posibles interrupciones en todo el país.

Misiles contra presas

La novedad más importante de la actual fase rusa de ataques en Ucrania lejos del frente es que está apuntando a presas y centrales hidroeléctricas. Así lo concluyó el 29 de marzo un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra, centro de análisis militar estadounidense que mencionaba otras dos plantas hidroeléctricas dañadas, en el centro del país (Cherkasi) y en el oeste, en Chernivtsi. Kiev cuenta con el mayor embalse de agua del río Dniéper, que permite operar a una central hidroeléctrica que suministra energía a la capital. El medio ucranio TSN informó este sábado de que si la presa es objetivo ruso y se fractura, como sucedió con la de Nova Kajovka en verano de 2023, en 25 minutos se inundaría gran parte del centro de la ciudad.

Kiev no ha sido objetivo todavía de la actual campaña rusa contra la red eléctrica ucrania, a diferencia de la ofensiva de 2022, cuando fue la ciudad más castigada. La capital cuenta con los mejores sistemas de defensa antiaérea del país, pero los bombardeos de las dos últimas semanas han confirmado que las Fuerzas Aéreas ucranias sufren un progresivo déficit de munición antiaérea. En los múltiples bombardeos rusos desde el 22 de marzo, el porcentaje de interceptación de los misiles del invasor ha sido del 60%, frente al 80% de 2023.

El ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, también avisó esta semana a sus aliados de que, sin sistemas antiaéreos como la munición para las baterías de misiles estadounidenses Patriot, la guerra caerá del lado ruso. “Dennos los malditos Patriot”, reclamó Kuleba en Politico: “Si tuviéramos suficientes sistemas de defensa antiaérea, en concreto los Patriot, podríamos proteger no solo la vida de nuestra gente, también nuestra economía”. El Partido Republicano bloquea desde 2023 en el Congreso de los Estados Unidos una partida de más de 50.000 millones de euros para la asistencia militar de Ucrania. “Si no hay apoyo de Estados Unidos, quiere decir que no hay defensa aérea, no hay misiles Patriot, no hay herramientas para la guerra electrónica, no hay munición de artillería”, explicó Zelenski; “quiere decir que iremos retrocediendo, paso a paso”.

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Sobre la firma

Cristian Segura (enviado especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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