Esperando a Trump: circo ante el tribunal de Miami el día de su histórica comparecencia
Varios centenares de simpatizantes del expresidente se concentran a las puertas del juzgado en el que está citado por el caso de los papeles confidenciales que guardaba en su mansión Mar-a-Lago
No se montó la multitudinaria manifestación para la que se habían preparado las autoridades de Miami, pero sí el extravagante circo de varias pistas que acostumbra a viajar con Donald Trump. Varios centenares de simpatizantes del expresidente de Estados Unidos fueron llegando a lo largo de la mañana del martes a las puertas del tribunal federal del centro de la ciudad en el que a las tres de la tarde tenía hora para su detención y posterior comparecencia ante juez John Goodman para que le leyera los 37 cargos de su imputación en el caso de los papeles de Mar-a-Lago. Como estaba previsto, Trump se declaró inocente (”no culpable”, en la jerga procesal estadounidense).
Fans del magnate llegados de todo el país y con un estrambótico surtido de elaborados disfraces no quisieron perderse la jornada histórica: nunca antes un presidente, retirado o en activo, había sido acusado de un delito federal. De siete en este caso, para ser más exactos. Armados con megáfonos o con el móvil en ristre para grabarlo todo y retransmitirlo en directo en sus redes sociales, gritaban consignas, cantaban canciones patrióticas y, sobre todo, se disputaban la atención en los aledaños del palacio de justicia del centro de la ciudad del nutrido grupo de periodistas que hacen guardia allí desde hace días, a los que un cartel dio la bienvenida con la siguiente frase: “Que les follen a los medios de comunicación controlados por los comunistas”. A media mañana, los espontáneos ya superaban en número a los reporteros presentess.
Algunos, como Gregg Anderson, podían presumir de una larga trayectoria circense. Vestido con una chistera a la que había pegado una foto del acusado con la leyenda We Love Trump (Amamos a Trump), vestía esmoquin rojo con corbata negra y una gruesa cadena de oro, pese a los más de 30 grados de temperatura, la humedad sofocante y el sol que caía a plomo sobre los presentes en la zona que el alcalde de Miami, el republicano Francis X. Suarez, definió el lunes como “el espacio para la Primera Enmienda”, en referencia a la revisión de la Constitución estadounidense que en 1791 garantizó la libertad de expresión. Un lugar en el que había representación de algunas de las tribus más destacadas del trumpismo: desde Blacks for Trump hasta Latinos for Trump, pasando por las Women for Trump.
“Llevo 25 años yendo por todo el país manifestándome. ¿EL PAÍS? Ah, muy bien, ya hubo otra vez en la que me sacaron en su periódico”, explicaba Anderson, que resumió su historia como la de un “simpatizante de Ronald Reagan y luego de Al Gore”, al que no le interesa ningún otro político “desde que apareció Tump”. Lo dijo mientras mostraba una foto junto a él. ¿Se había leído las 49 páginas de la imputación, llenas de pruebas incriminatorias para el expresidente por supuestamente retener intencionadamente información sensible para la defensa nacional, guardarse y ocultar papeles a los investigadores federales y por falsedad, así como por conspirar para obstruir a la justicia con uno de sus empleados, Walt Nauta? “No he tenido tiempo”, respondió Anderson.
Cerca de allí, otro veterano que se presentaba como Unclesam y vestía, efectivamente, como el Tío Sam, se movía en un patinete eléctrico de un lado a otro. Cuando lo paraba, se arrancaba a cantar God Bless America, con el coro desafinado de un buen puñado de simpatizantes del magnate, que superaron, con mucho, a los detractores del expresidente este martes en Miami.
Aunque en franca minoría en un Estado como Florida, con vastas extensiones de territorio trumpista, también los había. Como el tipo que vestía el uniforme rayado de los presidiarios y portaba un cartel que decía “Lock him up!” (¡Enciérrenlo!). O como ese par de mujeres negras que llevaban otro que se refería a la última vez en que, en el pasado abril en Nueva York, el expresidente compareció ante un juez por el supuesto pago a la actriz porno Stormy Daniels para enterrar una aventura extramatrimonial: “Gira de la celebración de la imputación de Trump, Manhattan, Miami... ¿qué será lo siguiente?”.
Las dos señoras eran increpadas a gritos por los contrarios. Como en aquella descacharrante secuencia de la película La vida de Brian en la que los resistentes al Imperio Romano se enredaban con sus diferencias, las discusiones a las puertas del juzgado también eran entre facciones del fracturado conservadurismo estadounidense. Un tipo armado con un móvil sudaba a chorros, literal y figuradamente, para defender a gritos al gobernador de Florida, Ron DeSantis, que, decía, ha prometido “indultar a Trump y a los acusados del 6 de enero [de 2021, día del ataque al Capitolio] en cuanto tome posesión de la Casa Blanca”. Casi no se le escuchaba entre los gritos de “mentiroso” y “¡que le jodan a DeSantis!”.
El gobernador es el más serio contrincante de Trump entre los candidatos a la designación republicana para las elecciones presidenciales de 2024. Es una carrera que domina el expresidente con holgura, con una brecha con sus competidores que parece agrandarse con cada nuevo lío judicial que se abre ante él.
Otro aspirante, Vivek Ramaswamy, un multimillonario antiwoke que está basando su campaña en los temas favoritos de la guerra cultural, tampoco dejó pasar la ocasión y se presentó ante la multitud para desplegar tanto un atril que decía Truth (verdad) como su oportunismo para lanzar dos mensajes: expresó su compromiso de que indultará a Trump en el improbable caso de que salga elegido presidente y lanzó el guante al resto de los competidores para que se pronuncien al respecto y sigan su ejemplo.
Entre tanto, en mitad del gentío estaba un tipo envuelto en una bandera estadounidense y otra cubana llamado Osmany Estrada. Con una gorra que decía “Libertad”, en español, sostenía una cabeza de cerdo ensartada en un palo. “He venido a celebrar que en este país funciona la democracia”, aclaró. “Si lo dejan libre: bien por él. Si lo meten en la cárcel, bien por todos”.
Al final de la jornada, los simpatizantes de Trump, que habían celebrado ruidosamente su llegada al juzgado a eso de las 13:50, lo despidieron, pasadas las tres, con fervor religioso y gritos de “U-S-A, U-S-A!”. Entonces, el tipo del uniforme carcelario y el cartel de “¡Enciérrenlo!” se zafó del cordón policial y se tiró contra el blindado negro que llevaba al expresidente en su interior. Los agentes tuvieron que sacarlo de allí para evitar que la turba la emprendiera con él.
Después, poco a poco el circo fue levantando sus carpas y el centro de la ciudad empezó lentamente a recobrar la calma después de la tormenta de Trump.
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