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Rusia y Ucrania se culpan de un ataque en la central nuclear de Zaporiyia

El director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica pide a las autoridades de los dos países acceso a la planta ante la violación de “cualquier principio de seguridad nuclear”

La planta nuclear de Zaporiya, en una imagen de archivo.Foto: Dmytro Smolyenko | Vídeo: REUTERS
Óscar Gutiérrez (ENVIADO ESPECIAL)

La empresa estatal ucrania Energoatom ha informado este viernes de que un bombardeo ruso ha alcanzado la central nuclear de Zaporiyia. Las instalaciones operaban bajo la administración de Energoatom hasta la llegada y toma de control del ejército ruso durante una ofensiva a principios del pasado marzo. Según la información facilitada por esta empresa, el ataque ha alcanzado una línea de electricidad de alto voltaje (330 kilovatios) de la central, la mayor de Europa, lo que habría obligado a desconectar un reactor ―aún funcionaban dos de los seis que tiene―, pero no ha provocado una fuga de radiación. Las autoproclamadas autoridades rusas de la localidad de Enerhodar, donde se levantan estas instalaciones, han culpado de la agresión a las fuerzas ucranias. La agencia de noticias rusa Interfax ha informado de que, según estas autoridades, el ataque ha causado un incendio en la planta y la energía eléctrica necesaria para el funcionamiento de los reactores había quedado cortada.

Poco después, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, ha manifestado en un mensaje en su cuenta de Telegram que han sido dos los ataques que ha sufrido la central. “Los ocupantes”, ha afirmado Zelenski, “han creado una situación de riesgo extremo para toda Europa”. El presidente ucranio ha añadido durante la grabación colgada en la red social que la agresión contra las instalaciones de Enerhodar son motivo para reconocer a Rusia como Estado que “patrocina” el terrorismo, así como aprobar sanciones contra su industria nuclear, desde la empresa estatal Rosatom a otras compañías relacionados o individuos.

El Ministerio de Defensa ruso ha emitido un comunicado en el que ha responsabilizado a Kiev del ataque en Zaporiyia. “Afortunadamente, los proyectiles ucranios no alcanzaron las instalaciones de petróleo y combustible ni la planta de oxígeno cercana”, decía la nota, “evitando así un incendio mayor y un posible accidente de radiación”.

El ataque contra la central de Zaporiyia, localizada al sureste de Kiev en el curso del río Dniéper, llega dos días después de que el director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el italiano Rafael Grossi, afirmara que la planta se encuentra “completamente fuera de control” y que “cualquier principio de seguridad nuclear” había sido violado. Grossi ha solicitado tanto a las autoridades rusas, que controlan las instalaciones y la zona, como a las ucranias, que faciliten la llegada de un equipo de la AIEA para la revisión del estado de la central cinco meses después de militares rusos accedieran a su interior para controlar su funcionamiento y la gestión de sus trabajadores.

Moscú se ha mostrado favorable a que empleados de la AIEA viajen a Zaporiyia y así, según su versión, vean cómo el ejército ucranio “usa las armas que recibe de Occidente para atacar, incluso con drones, la planta”. Las autoridades de Kiev no ven con buenos ojos la misión de la AIEA porque serviría de reconocimiento de la soberanía rusa sobre la zona y las instalaciones.

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Según informó este jueves el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, en sus siglas en inglés), con sede en Washington y que monitorea a diario el curso de la guerra, Rusia supuestamente está atacando con armamento pesado desde Zaporiyia a la localidad de Nikopol, situada a unos 300 kilómetros al sur y bombardeada con regularidad en las últimas jornadas. Moscú, según el análisis del ISW, está poniendo “intencionadamente a Ucrania en una posición difícil: o devuelve el fuego, arriesgándose a la condena internacional y a un incidente nuclear [lo que es poco probable que hagan las fuerzas ucranias], o permiten que las fuerzas rusas continúen disparando contra posiciones ucranias desde una zona segura efectiva”.

En el campo de batalla, en el este del país, la ofensiva rusa centra su avance sobre Bakhmut, Avdiivka y Piski, tres localidades que forman una suerte de media luna desde la zona bajo control ruso hasta la linde que separa la región de Donbás, ansiada por Moscú, y el resto del país. Las autoridades ucranias han denunciado de igual modo bombardeos sobre Mikolaiv, donde el gobierno local ha decretado un toque de queda de dos días, y en el noreste del país, en las localidades de Sumi y Chernihiv.

Putin y Erdogan, en sintonía

Mientras, en la costa del mar Negro, otros tres cargueros, dos desde el puerto de Chornomorsk, y otro desde el de Odesa, han zarpado con 58.000 toneladas de maíz en total, en cumplimiento del acuerdo alcanzado por separado entre Turquía con Rusia y Ucrania, para el desbloqueo del tráfico marítimo de grano. Los tres buques se dirigirán hacia los puertos del Reino Unido e Irlanda. Es la segunda operación bajo el marco de este pacto tras el viaje emprendido el lunes por el barco Razoni hacia Líbano con 26.500 toneladas de grano.

Precisamente sobre este acuerdo han hablado este viernes el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, de visita oficial en la ciudad rusa de Sochi. Los dos mandatarios, que mantienen buenas relaciones, pese a haber chocado en frentes como el de Siria o Libia, han escenificado su cooperación durante las cuatro horas que ha durado la cita. “Con su participación directa”, ha dicho Putin de Erdogan, “y con la mediación de la secretaría general de la ONU, se solucionó el problema vinculado a los suministros de cereal ucranio desde los puertos del mar Negro”. Según Interfax, Ankara se ha comprometido a pagar en rublos parte de las compras de gas ruso que haga.

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Sobre la firma

Óscar Gutiérrez (ENVIADO ESPECIAL)
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

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