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La UE acorrala a Orbán con una ofensiva sin precedentes para que retire las normas homófobas

El primer ministro se enfrenta al dilema de dar marcha atrás en la ofensiva contra la comunidad LGTBIQ o encarar un choque frontal con la UE en el que tiene todas las de perder

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, abandona el Consejo Europeo en Bruselas este viernes. En vídeo, Orbán asegura que es un "luchador por los derechos de los homosexuales".Foto: AFP | REUTERS

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha dejado la cumbre europea celebrada este jueves y viernes en Bruselas más noqueado políticamente que nunca. Tras una década ejerciendo de enfant terrible en la capital europea y prodigándose en desplantes hacia las instituciones comunitarias, Orbán se ha estrellado contra los reproches generalizados de sus homólogos del Consejo Europeo. El inesperado contraataque de líderes de la talla de Angela Merkel o Emmanuel Macron contra las normas homófobas aprobadas por Budapest ha acorralado a un líder húngaro que, por primera vez desde 2010, se enfrenta a una potente oposición interna con vistas a las elecciones del año que viene y a un ostracismo en la UE que le puede restar atractivo entre un electorado claramente proeuropeo, según los sondeos.

Los órdagos en política tienen que ser muy medidos para que no se conviertan en bumerán. Y Orbán parece haber calculado mal la repercusión de los cambios legales aprobados a propuesta de su partido por el Parlamento de Budapest para proscribir la difusión y divulgación de cualquier contenido relacionado con la homosexualidad so pretexto de proteger a la infancia y poner a los menores de edad a salvo de delitos de pedofilia.

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La respuesta previsible de Bruselas era algunas críticas a la nueva ley y, tal vez, la apertura de un expediente de infracción de largo y proceloso recorrido. Pero la fulminante reacción de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que calificó de “vergüenza” la ley húngara, y de hasta 17 de los 27 Gobiernos de la Unión, ha dejado a Orbán en una muy difícil tesitura.

El primer ministro se enfrenta al dilema de dar marcha atrás en la ofensiva contra la comunidad LGTBIQ o encarar un choque frontal con la UE en el que tiene todas las de perder, tanto desde el punto de vista político, por la posible erosión de su electorado, como económico (con un plan multimillonario de recuperación todavía por aprobar y unos fondos estructurales y agrícolas sometidos por primera vez a una condicionalidad ligada al respeto del Estado de derecho).

Bruselas tiene la convicción de que esta vez Orbán ha cruzado una línea roja que le deja, al menos de momento, fuera de juego y que tiene pocas vías de escape. La fórmula de la silla vacía del presidente francés, Charles de Gaulle (cuando Francia se retiró de Bruselas en 1965 y paralizó el club en protesta por la financiación de la PAC), no se perfila como una opción posible para Orbán, cuyo Gobierno y entorno empresarial se nutre en gran medida del presupuesto europeo. Y nada indica que la opinión pública húngara secundase una ruptura con la UE.

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“En Hungría hay 10 millones de habitantes, por eso creo que hay 10 millones de razones para que Hungría esté en la Unión Europea”, ha señalado la presidenta de la Comisión Europea al término de la cumbre europea en alusión a la posibilidad de que Orbán intentase arrastrar a su país fuera de un club en el que el líder húngaro se encuentra cada vez más aislado.

El primero en señalar la puerta de salida del club fue el primer ministro holandés, el liberal Mark Rutte, quien aseguró el jueves que Orbán tendría que elegir entre respetar los valores fundamentales de la UE o activar el artículo 50 del Tratado, como hizo el Reino Unido, para abandonar las instituciones europeas. El primer ministro portugués y presidente semestral de la UE, el socialista António Costa, también ha insistido este viernes, en la rueda de prensa posterior a la cumbre, en que “solo podemos estar juntos en esta Unión si compartimos y defendemos los mismos valores”.

Las palabras de Rutte y Costa parecen más destinadas a revelar las contradicciones del primer ministro húngaro que a desencandenar un Hungarexit. Orbán se había movido hasta ahora entre una dialéctica de exaltación nacional frente a las supuestas injerencias de Bruselas y un drenaje de fondos estructurales que solo en el último período (2014-2020) han inyectado 25.000 millones en el país y han llegado a suponer en algunos ejercicios el 60 % de la inversión pública.

La propuesta de abandonar el club europeo parece inviable en un país con gran dependencia económica del mercado interior y de la inversión privada europea (en particular, la alemana) y donde la confianza en la UE está incluso por encima de la media comunitaria (59% en Hungría frente a 49% de media), según el último Eurobarómetro de la Comisión Europea. El 82% de los húngaros dice sentirse ciudadano de la UE frente al 74% de media en los 27 Estados del club, según el mismo sondeo. Y aunque Orbán sigue gozando de una gran popularidad, por primera vez los sondeos electorales anticipan una victoria de la oposición si concurre unida a las elecciones previstas para el año que viene.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que ha sido uno de los líderes más beligerantes contra la norma homófoba húngara, ha señalado: “Me parece peligroso identificar a los Gobiernos con las sociedades”. Sánchez está convencido, según ha dicho en rueda de prensa, de que “hay muchísima gente en Hungría que defiende los valores que he defendido yo [en la cumbre] respecto a la tolerancia, la diversidad y la integración”.

La mayoría de los líderes europeos parecen compartir ese análisis y han decidido frenar en seco a un Viktor Orbán cuya estrella empezó a palidecer el año pasado y se apagó casi del todo tras verse forzado a abandonar a principios de 2021 el Partido Popular Europeo, la familia política más poderosa del continente. El primer ministro irlandés, el liberal Micheál Martin, cree que a Orbán “le ha quedado claro que ha cruzado una línea con esta legislación [sobre la homosexualidad]. Para Xavier Bettel, primer ministro de Luxemburgo y casado con su pareja del mismo sexo desde 2015, la deriva de Orbán supone un agravio casi personal. “El Viktor que he visto en la mesa [del Consejo] no es el mismo que conocí hace ocho años, cuando era una persona abierta y tolerante”, ha lamentado Bettel este viernes. El día anterior, según fuentes diplomáticas citadas por Politico, el luxemburgués le espetó a Orbán: “Mi madre odia que yo sea gay y vivo con eso. Y ahora vas tú y pones eso en una ley”.

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