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Conte, el político accidental que creció en la tormenta

El primer ministro italiano consolida su liderazgo con un cambio de ruta más moderado e institucional en la gestión del coronavirus y un crecimiento de su autoridad moral

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una videoconferencia, el miércoles en Roma. En vídeo, declaraciones de Conte sobre el coronavirus el pasado martes.Foto: EFE | EPV
Daniel Verdú

La mañana del viernes 21 de febrero, el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, recibió la llamada de protección civil mientras participaba en un Consejo Europeo Extraordinario en Bruselas. Un hombre de 38 años había dado positivo por coronavirus en un pequeño pueblo al sur de Milán. Era el primer contagio en Italia. Un cambio de paradigma radical respecto a los dos primeros casos detectados el 30 de enero con dos turistas chinos. Nadie lo esperaba, recuerda ahora un colaborador cercano al presidente. Conte se encontraba en aquellos días amenazado seriamente por un intento de Matteo Renzi, (ex primer ministro), de apearlo de la silla presidencial. Muchos, incluso a su alrededor, pensaban que su mandato podía estar cerca de concluir. La moneda volvió a caer de su lado, como sucedió en verano, cuando el exministro del Interior Matteo Salvini probó suerte con un ataque inesperado desde la playa.

Las crisis son un escaparate para quien las gestiona, incluso para los líderes más cuestionados. El socialdemócrata Gerhard Schröder, elegido canciller alemán en 1998, logró una apretada victoria electoral contra pronóstico en el año 2002 después de unas graves inundaciones en Sajonia. Silvio Berlusconi multiplicó su popularidad y celebró por primera vez en 2009 la fiesta del 25 de abril —la de la liberación de Italia— envuelto en la bandera tricolor tras su implicación en los terremotos de L’Aquila. “Fíjese. Aquello afectaba solo a una parte de la población y le dio gran popularidad. Esta es una crisis nacional”, subraya Nando Pagnoncelli, presidente de la empresa de sondeos Ipsos y autor de la última encuesta que refleja el crecimiento de Conte.

La popularidad del primer ministro italiano ha subido 4 puntos desde aquel viernes. Según el sondeo Ipsos publicado el 14 de marzo, ha pasado del 48% al 52% con la gestión de una crisis. Pagnoncelli señala la evolución en medio de esta tormenta de un personaje llegado a la política por pura casualidad hace dos años. “Las grandes calamidades siempre van acompañadas de una enorme concordia. La fase inicial en Italia ha sido insólita. Había una división en el ámbito político y científico que provocó una situación extraña. En ese contexto, Conte se presentó en un solo domingo 16 veces en televisión. Luego cambió e hizo una comunicación más institucional, algo que apreció una ciudadanía asustada. Volvimos a una situación de normalidad, y eso reconforta en este tipo de situaciones”.

Las primeras horas de la crisis fueron algo descoordinadas. Conte decretó el cierre de 10 municipios, el lugar donde se había detectado el foco de contagio, y confinó a 40.000 personas, algo nunca visto en occidente en las últimas décadas. El gobernador de Lombardía, Attilio Fontana, estaba preocupado, recuerdan en el Gobierno. El de Véneto, Luca Zaia, “se lo tomó algo a la ligera”, subrayan. El primer ministro se fue a la sede de protección civil el sábado, tomó el mando. Pero faltaba una línea clara. El domingo intervino esas 16 veces en televisión. Hubo alarma, críticas. Los empresarios se resistieron al cierre y la oposición, con un Salvini que olió la sangre y quiso sacar tajada, se lanzó al cuello del primer ministro. Pero todo se enderezó con tres decretos que marcarán la historia de Italia y que terminaron echando el cierre de todo el país de forma paulina (nadie sabe en el Ejecutivo, en realidad, hasta cuándo durará). Una decisión que marcaría también la hoja de ruta europea y daría a Conte el aura de líder que hasta ahora se le había negado, convirtiéndolo en una suerte de mensajero del futuro en la Unión Europea.

La novedad de la situación, admiten en el Gobierno, provocó errores. El decreto que imponía el cierre de Lombardía y 14 provincias más se filtró —lo tenían más de 40 personas— y provocó una fuga de miles de personas al sur. La estrategia, sin embargo, fue siempre la misma. Un cierre gradual, aún sabiendo cómo terminaría todo. “Ha habido voluntad de ir paso a paso. Había que transmitir tranquilidad a la población en un momento así. Lo contrario hubiera llevado a un rechazo y al pánico y habría generado comportamientos equivocados. Es la única manera de convencer a la gente a realizar un sacrificio diario hasta llegar al máximo. Nuestra regla ha sido la proporcionalidad. Con los dos primeros positivos de dos chinos, no podíamos cerrar Italia. Y cuando había 100 casos en el norte, no se podía cerrar Lombardía”, apuntan.

La seguridad y el tono de los discursos, nada politizados, han mejorado y le han convertido en un héroe inesperado en las redes sociales. En sus comparecencias, Conte se permitió algunas frases para la historia alabadas incluso por sus teóricos detractores. “Permanezcamos alejados hoy para abrazarnos con más fuerza mañana”, lanzó cuando cerró a cal y canto el país. “No crean que combatiremos la inundación con fregonas, sino con grandes diques”, añadió al anunciar la movilización de 350.000 millones de euros. “El presidente revisa palabra por palabra sus discursos y los construye con su equipo de comunicación. Como jurista también ha estado el diseño de los decretos”, señalan fuentes del Gobierno.

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Un hombre clave en este crecimiento ha sido Rocco Casalino, su portavoz y asesor áulico. Curtido en las filas del Movimiento 5 Estrellas, ha demostrado un agudo instinto e inteligencia política, según admiten sus propios rivales. La relación con Conte aumentó tras la crisis del pasado verano, ambos se despegaron algo del aparato del partido y hoy forman un equipo efectivo fortalecido en esta crisis. El politólogo Giovanni Orsina cree que esa evolución le ha permitido alcanzar hoy un grado de consenso muy alto, pero alerta de su posible volatilidad.

“Es la cara de la resistencia nacional. El símbolo de un movimiento. Ha adquirido un peso y una visibilidad y ha construido un perfil propio. Pero veremos dónde acaba esto. La situación cambia muy rápidamente y esto es solo el comienzo. El entusiasmo por el cambio de estado es algo natural en una crisis. La emergencia rompe la rutina, y eso gratifica. Pero cuando esto empiece a ser agotador y tenga un impacto económico devastador, las cosas se verán algo distintas. Hay que esperar para saber si este Gobierno termina siendo el chivo expiatorio”. Hoy la curva sigue siendo ascendente.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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