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Vox agudiza su islamofobia al competir en Cataluña por vez primera con un partido xenófobo

Abascal hace suyo el rechazo al velo musulmán y atiza el miedo a la inmigración con datos manipulados

Santiago Abascal, elpasado domingo en Tarragona, entre el secretario general de Vox, Ignacio Garriga, a la izquierda, y el candidato ultra por Tarragona, Sergio Macián.Foto: KIKE RINCÓN (EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV
Miguel González

“A 20 metros me he cruzado con una niña que llevaba la cara tapada hasta aquí”, dijo Santiago Abascal el domingo en Tarragona, llevándose la mano a la nariz. “Y eso no vamos a permitirlo en España, no vamos a permitir la importación de ninguna cultura que denigre a la mujer. […] Los que vengan a vivir con nosotros tendrán que respetar nuestras leyes, nuestra cultura y tendrán que respetar a las mujeres, a las nuestras y a las suyas”.

Más allá del uso del posesivo para referirse a las mujeres, que pudo ser un lapsus, lo que no lo fue es que, por vez primera, Abascal cargó contra el velo islámico. Hasta ahora, el líder ultra español no había hecho bandera del rechazo a la indumentaria de las mujeres musulmanas, supuestamente de carácter religioso, al contrario que sus homólogos franceses. Y eso porque los seguidores de Le Pen tienen una concepción laica del Estado y la escuela, mientras que Vox se desliza por una pendiente cada vez más nacional-católica, como evidenció el discurso pronunciado por Abascal el pasado día 25 en la convención ultraconservadora de Budapest (Hungría), en la que se refirió a la cruz cristiana como “símbolo de nuestra civilización”.

El veto al velo islámico se contradice con la defensa que hace Vox del “derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones morales” y con su oposición a que se enseñe educación sexual o perspectiva de género en la escuela, lo que considera una injerencia del Estado en el ámbito familiar y asimila a la “corrupción de menores” y a “robar la inocencia a los niños”. Una posición en la que coincide precisamente con las asociaciones musulmanas que han recurrido el decreto de ordenación de la educación primaria de la Generalitat de Cataluña por querer “romper con los estereotipos de género y la asignación de roles en función del sexo”, con el argumento de que “expropia a los padres su derecho a la patria potestad”, una frase que suscribe literalmente Abascal. El programa electoral con el que Vox se presenta a las elecciones del 12 de mayo pide que se subvencione con fondos públicos los colegios que opten por la educación segregaba por sexo, en lo que coinciden también los musulmanes integristas.

El rechazo al velo islámico se ha convertido en una de las señas de identidad de Aliança Catalana, cuya líder, Silvia Orriols, alcaldesa de Ripoll (Girona), lo califica de “vejación para la mujer” y ha censurado el cartel de la fiesta mayor de su localidad porque aparecía un dibujo de una niña luciéndolo.

Por vez primera, Vox compite electoralmente con un partido de ultraderecha que carga contra la “entrada masiva e invasiva de inmigrantes” y defiende la “prioridad nacional” a la hora de acceder a ayudas públicas, dos de sus señas de identidad. Aunque uno es ultranacionalista español y el otro ultranacionalista catalán, ambos intentan capitalizar un sentimiento que hace dos décadas alimentó a Plataforma per Catalunya, el primer partido xenófobo que tuvo éxito en España, muchos de cuyos exdirigentes están hoy en Vox.

La formación de Abascal inició la precampaña catalana con unas vallas en las que podía leerse: “¿Delincuentes en tu barrio? Nosotros tenemos su billete de vuelta”, junto al rostro sonriente de una supuesta azafata con billetes de avión para “ilegales”. El mensaje asociaba la delincuencia a los extranjeros y evocaba la medida tomada por el Gobierno británico para expatriar a miles de inmigrantes irregulares a Ruanda a cambio de una fuerte compensación económica.

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Más impactante era el cartel del documental Hacia la República Islámica de Cataluña, que el candidato de Vox a la Generalitat, Ignacio Garriga, presentó el pasado 16 de abril en L’Hospitalet de Llobregat, en el que se veía una imagen de Barcelona en la que la Sagrada Familia había sido sustituida por la Mezquita Azul de Estambul con una estelada sobre la cúpula.

Para alimentar el miedo al “islamismo”―como Vox se refiere equívocamente a la fe musulmana, confundiendo la religión con el terrorismo yihadista— la propaganda del partido ultra bombardea a los electores con una catarata de datos, muchos incompletos y otros manipulados.

Subraya, por ejemplo, que el 50% de los reclusos en Cataluña son extranjeros, pero omite que solo son el 31,3% de los condenados a medidas alternativas a la prisión; que cumplen con mayor frecuencia prisión preventiva; acceden menos al régimen abierto y sus condenas son por delitos menos graves, según datos del departamento de Justicia de la Generalitat. Destaca que “Mohamed es el nombre más habitual de los bebés del Baix Empurdà”, haciéndose eco de una noticia de 2008, sin aclarar que en 2022 fue el nombre número 30 entre los varones nacidos en la comunidad y está en retroceso, con el 5,25% del total, según el Instituto de Estadística de Cataluña. O destaca que el 25% de los empadronados en el municipio de Barcelona son extranjeros (en realidad el 22%, según el INE), obviando que la colonia más numerosa es la italiana, que triplica a la marroquí.

Como hizo en las elecciones vascas, Vox ha convertido la inseguridad en uno de los ejes de su campaña en Cataluña. Con una diferencia: en el País Vasco no existe un problema grave de delincuencia, atendiendo a las estadísticas oficiales; en Cataluña, sí.

La tasa de criminalidad en Cataluña fue en 2022 de 60,6 delitos por 1000 habitantes, 12 puntos por encima de la media nacional y más de 15 puntos superior a la del País Vasco; y la de homicidios fue de 0,79 por 100.000 habitantes, la tercera de España y 11 puntos superior a la media, según el INE. El balance de criminalidad del Ministerio del Interior refleja que la delincuencia creció un 7,3% en Cataluña en 2023 (5,9% en España); con un alza del 5,6% de la convencional (2,1% en España) y del 17,7% de los ciberdelitos (25,5%). Los homicidios subieron un 12.7% (71 en total) y los delitos contra la libertad sexual el 20,6% (4.039).

Vox explota el miedo a la inseguridad y sus responsables denuncian que el Metro de Barcelona ha vetado un cartel electoral en el que se ve a una mujer desolada con el lema: “Se disparan un 45% las violaciones en el transporte público de Barcelona”. Aunque se remite a datos del departamento de Interior catalán, dicho datos ―procedentes de una campaña de sensibilización dirigida a prevenir, no a alarmar— se refieren a delitos sexuales en general, no solo a violaciones, y abarcan dos años.


No es cierto, como sostiene Vox en su propaganda electoral, que “el 80% de los delitos en Barcelona los cometen MENAS” (Menores Extranjeros No Acompañados). En este caso la cifra salió de un artículo de La Razón que citaba fuentes anónimas de la Guardia Urbana y dicho cuerpo policial desmintió. Los datos de Interior reflejan que el 70% de los menores detenidos o investigados en la provincia de Barcelona en 2022 fueron españoles.

Aunque Vox identifica delincuencia, inmigración ilegal y población magrebí, solo un tercio de los extranjeros presos en Cataluña son del Magreb, mientras que otro tercio son latinoamericanos, aunque a esta última comunidad no la quiere criminalizar el partido ultra, pues ha hecho de ella una importante cantera electoral. Su énfasis en la inseguridad ciudadana lleva a que el programa electoral de Vox para el 12 de mayo deje de lado su tradicional demanda de disolver los Mossos d’Esquadra ―solo menciona de pasada la devolución de competencias en materia de Interior, Educación y Sanidad― y proponga en cambio su reorganización, despolitización y reforzamiento, con más medios materiales y humanos.

El lema de la campaña electoral de Vox para el 12-M es “en defensa propia”, una frase que hace referencia a la “legitima defensa”, una eximente que contempla el Código Penal para quien usa la violencia ante una agresión. El partido ultra llega a esta cita con las urnas con el objetivo de defender su resultado en las últimas elecciones catalanas: cuando obtuvo 11 diputados, más que Ciudadanos y el PP juntos. Ya sabe que perderá su plaza de primer partido de la derecha española en Cataluña, pero aspira a que la pinza entre el PP y el nuevo partido de Orriols no le haga perder escaños.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.
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