Josep Clarà, más que un escultor de diosas
Una exposición en Can Mario, el centro de la Fundación Vila Casas en Palafrugell, reivindica las múltiples etapas de un referente, junto a Rodin y Maillol, de la escultura del siglo XX
El escultor Josep Clarà (Olot, 1878-Barcelona, 1958) es uno de los máximos representantes del arte catalán y español de comienzos del siglo XX; autor de una obra comparable con otros artistas contemporáneos suyos, como Auguste Rodin y Aristides Maillol, a los que conoció y compartió escenario. Su vida llena de triunfos pasó por una etapa de 32 años viviendo en P...
El escultor Josep Clarà (Olot, 1878-Barcelona, 1958) es uno de los máximos representantes del arte catalán y español de comienzos del siglo XX; autor de una obra comparable con otros artistas contemporáneos suyos, como Auguste Rodin y Aristides Maillol, a los que conoció y compartió escenario. Su vida llena de triunfos pasó por una etapa de 32 años viviendo en París, entre 1900 y 1932, cuando esta ciudad era el centro del mundo del arte. La crisis de 1929 acabó con muchos de sus clientes, y, consagrado, regresó a Barcelona donde volvió a triunfar. Pero el conocimiento de la obra de este olotí universal queda reducida casi a un par de obras que permanecen en el espacio público, como su famosa La diosa; uno de los iconos de la ciudad de Barcelona, pese a que el original de 1928 está desde 1981 en los almacenes del Museo Nacional de Arte de Catalunya y lo que puede verse es una réplica de Ricard Sala.
Para reivindicar a este artista y sus múltiples facetas puede verse, hasta el 29 de septiembre, en Can Mario el centro que la Fundación Vila Casas tiene en Palafrugell la exposición Josep Clarà y el universo de la escultura; con 60 de las piezas que este artista creó.
“Clarà es uno de los protagonistas indiscutibles de nuestra historia del arte más reciente”, asegura Cristina Rodríguez-Samaniego, doctora de Historia del Arte y comisaria de la muestra que ha llevado desde Olot y Barcelona a Palafrugell las piezas, entre esculturas, moldes y dibujos, escogidas del rico fondo que el escultor dejó a la capital catalana como legado. Un patrimonio que, a finales de los años 90, quedo dividido entre el MNAC y su ciudad de nacimiento, después de que el Ayuntamiento de Barcelona cerrara su museo y derribara la vivienda que el artista había dejado para mostrar su obra.
“Clarà fue un artista culto, intuitivo, sensible, reflexivo, inteligente e ingenioso, de carácter emotivo, perseverante y vital”, además de tener una cualidad constante: “La incansable investigación en torno a la belleza”. Algo que queda claro tras visitar la exposición en esta antigua fábrica de corcho, hoy centro de arte, en la que puede verse que las obras, la mayoría desnudos masculinos y femeninos, acercan a la belleza del clasicismo y a la antigüedad que tanto cultivó.
La exposición, apunta la comisaria, es la primera de una nueva línea de la Fundación Vila Casas centrada en muestras “más históricas, dentro de un marco del siglo XX, ya no tanto artistas actuales como habitualmente tienen costumbre, sino personajes con una trayectoria más histórica”.
Entre las piezas, algunas originales, otras pruebas o los yesos en los que pueden verse las huellas del trabajo del escultor: Joven florentino (1902) y Éxtasis, que supuso su éxito en París en 1903, Adolescente (1905), Cortesana (1907- 1908), Ritmo (1916), la cabeza del Monumento a los voluntarios catalanes (1923-1925), La diosa (1928), Bañista (1934), Adela (1935), Torso (1944), Niño durmiendo (1947), Niño leyendo (1948) y, entre otros muchos, Monumento a los caídos, de 1950, una obra monumental que el escultor realizó protegido por un muro para evitar que fuera atacada por los puritanos del momento que no veían con buenos ojos sus desnudos. Una obra maldita en la que Clarà no representó a vencedores ni vencidos, sino un hombre sosteniendo a otro muerto mientras la corona de laureles está tirada en el suelo y no sobre la cabeza del vencedor, pero acabó asociada a la iconografía franquista que la llevó a ser destruida en un atentado, perdiéndosele la pista a los fragmentos en los que quedó reducida.
Rodríguez-Samaniego comisarió también otra exposición de Clarà en el MEAM de Barcelona en 2016, pero, a diferencia de aquella, en esta “se hace hincapié más en aspectos que, a menudo, quedan fuera de los discursos habituales de las exposiciones de arte”. Como, por ejemplo; recrear, de forma didáctica, el ámbito del taller, para explicar cómo se hacen las obras y que formatos y recursos tiene a mano el artista. En otro, se incide en la importancia de los modelos al natural, como Adela Fernández o Isadora Duncan; y en un tercero, cómo se ponen en circulación las obras en el espacio público y privado de los coleccionistas.
La exposición termina con el mundo de relaciones del artista, a través de algunos de los retratos que ponen cara a personajes de la vida política, cultural y social con los que Clarà vivió, como los de Puig i Cadafalch, el tenor Viñas, las de las dos hijas de Charles Deering, el magnate norteamericano que construyó el Palau Maricel de Sitges, además de varios autorretratos de Clarà; todos colocados al final de la exposición en una sala que parece un bosque de retratos.
Cementerio de esculturas
Pese a las exposiciones de 2016 y la actual de 2020 Josèp Clarà sigue sin tener su gran exposición en Barcelona. Tras el desmantelamiento de la casa museo en 1995, el Ayuntamiento se comprometió a hacer una gran muestra en el antiguo museo de Arte Moderno ubicado en el Parlament. Se publicó el catálogo, en dos volúmenes, en los que se estudiaban los dibujos y las esculturas. Pero, al final, solo se expusieron los dibujos.
“Es necesaria. El MNAC le debe esa exposición a Clarà. Aunque una forma de reivindicarlo sería trabajar, darle sentido y poner en valor, el importante conjunto de esculturas de la misma época de la obra de Clarà que tiene el MNAC aparcado en la sala bajo la cúpula; una especie de cementerio de esculturas sin ton, ni son. Ya lo he hablado con ellos”, explica la comisaria y experta Rodríguez-Samaniego.